De poemas para anunciar un viaje
I
Ahora escribo,
pongo árboles y caminos frente a mis pies
y comienzo a dar saltos
aplastando el corazón del tiempo.
Vine solo.
Sólo el dolor del árbol me conduce
mientras el aire parte en dos la tarde
y mojadas palabras
son repetidas por duras rocas en lo alto.
Extiendo las manos
para recibir hojas y lluvias,
llanuras dispuestas como una blanca muchacha
en el horizonte;
caminos estos
en los que ando como un desconocido.
No he oído cuando alguien ha dicho:
he ahí el camino que conduce al mar.
Raúl Garduño