Ulises Tobón
Silencioso, calmado y expectante. Silencioso porque no juzgas, no hay alguna afirmación que puedas decir, ninguna etiqueta que puedas poner para describir lo que pasa en tu interior. Calmado porque nada te inmuta, podrían acercarte a ti con la intención de cortarte en mil pedazos y posteriormente arrojarte a la hoguera y tampoco huyes, expectante porque ves ir y venir a todo el mundo sin la intención de detenerle. Me parece que la conexión entre nosotros es mayor que la que antes creía, si yo pudiera aprenderte esas cualidades seguro me ahorraría muchos problemas. Las afirmaciones, las etiquetas negativas que yo le he puesto a algunas situaciones de mi vida determinaron la manera en la que ahora guardo esa experiencia. La falta de calma y la pérdida de control desembocaron en decisiones precipitadas y en otras jamás tomadas. El deseo de querer que las cosas sean siempre iguales, cuando tienen una naturaleza cambiante, es el origen de la mayoría de mis angustias. Ahora te veo y te aprendo, si yo fuera tú quizá algún día habría deseado convertirme en una fogata para calidecer la noche de los demás, pero mientras eso no sea necesario y no llegue el momento en el que mi forma física deba transformarse, seguiré aprendiendo de ti, aprendiendo de tus hojas y de tu corteza, así como tú aprendiste de las voces y las pieles que algún día te tocaron. Puedo decir que este día has sido mi maestro y ahora no puedo negar la conexión que existe entre nosotros, entiendo que si te corto tendré una consecuencia y no será que me corten de la misma manera, sino que el daño viene de una peor manera vuelve en forma de justificaciones y en la inconsciencia, en creer que lastimar es válido porque no me reconozco en ti. Destriur a mi maestro, estar en la oscuridad, sería la consecuencia de tales actitudes. Ahora entiendo que eres una representación de mí fuera de mí, solamente cuando soy capaz de reconocerlo.