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¿Por qué amamos tanto el café? / Odiseas Posmodernas

¿Por qué amamos tanto el café? / Odiseas Posmodernas
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Esdras Camacho

Mi madre decidió que tomáramos solo descafeinado, pues le alteraba los nervios a su padre, a ella también, y con esos antecedentes no fuera a ser que a sus hijos también les afectara; así que más le valía tomar precauciones. 

Por otro lado, mi abuelo seguía tomando café dulce y caliente, a veces a la orilla del fogón; su taza era especial, la habían comprado en la tradicional feria comercial del pueblo, era grande y de cerámica, con dibujos artesanales, aunque le habían recomendado moderar su consumo para dormir mejor.

En cambio, mi padre sí tomaba café. Cuando lo visitaba en su trabajo, siempre tenía un termo de buen tamaño del cual se servía y ofrecía a invitados muy selectos. Al ir a restaurantes, solía pedir “un café de mata”, lo cual provocaba expresiones de extrañeza en los meseros, acostumbrados al café soluble industrial, incluso en ciudades cafetaleras.

Yo esperaba con ansias el día en que probaría el café. Sin embargo, pasarían varios años, ya que los niños no suelen tomar café. Finalmente, ese día llegó cuando fui a Tuxtla Gutiérrez para continuar mis estudios universitarios.

Uno de mis primeros lujos al experimentar una pseudoindependencia fue ir a tomar un café al restaurante Imperial, frente al parque central. A partir de ese día, terminé comprando mi propia cafetera para disfrutar de tantas tazas como deseara, siempre acompañado de música, ya sea imaginaria o real.

El café se convirtió en un excelente compañero en mis momentos de ocio, junto con la música y, por supuesto, los libros. No es un cliché, pero considero que es un ingrediente fundamental para mi felicidad.

Desde entonces, fui conociendo a adictos con intereses similares y comencé a conectar con ellos.

¡Los escritores, periodistas, críticos de arte, cineastas, analistas políticos, comunicadores, artistas, todos consumen café! Esa bebida conecta talentos.

Con el tiempo, descubrí que el café recalentado tiene mal sabor, no solo por su color negro oxidado, sino por su gusto rancio. También aprendí que en varios lugares donde ofrecen refill, si te rellenan la taza constantemente, no estás tomando buen café.

El café servido en velorios rara vez es bueno, pero uno debe mantener una expresión de solemnidad y duelo, ya que no se asiste exclusivamente a tomar café, sino a acompañar a los dolientes.

El café siempre invita al deseo, inspira conexiones.

Cuando alguien te propone “tomar un café”, esa persona ya tiene un 80% de aceptación garantizada en cualquier proyecto.

Sin embargo, entre los efectos negativos del café se encuentran la hipertensión, trastornos del sueño, descalcificación ósea, aumento del colesterol, frecuentes visitas al baño y el síndrome de las piernas inquietas. 

En ocasiones, me ha tocado decirle a alguien que me ofrece café de baja calidad que por favor le añada más esencia, claro, si esa persona es de confianza; de lo contrario, hay que tomarlo con entereza y resistir las circunstancias.

Ya sea haciendo frío o calor, estoy al cien con dos buenas tazas de café. Si alguien se atreve a decir que me altera el humor, simplemente le respondo: “¿No estarás enfermo?”.

Mis hijos toman un poquito, para que no digan después que soy egoísta, y espero que nunca les haga daño. De lo contrario, la ausencia de este aromático grano tornaría mis días grises, insípidos y monótonos.

Quién sabe si llegará el día en que deje de tomarlo… Que la Virgen no lo permita.

Disfruto de esta bebida ahora que tengo la oportunidad.

Recientemente en YouTube escribí: “¿Cuál es la mejor canción para acompañar un café?”, y me recomendó Bossa Nova, probablemente una tendencia creada por los mercadólogos.

Todos sabemos que el café tiene un efecto emocional.

Hoy lo he probado con música… ¿Adivinas cuál?

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