Sr. López
Tía Tota (Carlota), de las toluqueñas, no quería a uno de sus dos hijos (Carlos, el mayor). No es que el otrofuera su preferido, no: no quería a Carlos. Y nodisimulaba. De niño, llegaba feliz con la boleta de la escuela, retacada de dieces, y la tía le decía: -Hice albóndigas –una vez lo operaron de emergencia por una apendicitis, en esos tiempos en que abrían en canal al paciente, y cuando salió del quirófano, le dijo: -… parece que va a llover –y se fue. Ya muy muerta, salió el tema con Carlos y comentó: -Yo creo que no era hijo suyo -¡vaya!
Nos la volvieron a hacer, el viernes pasado, por segundo año consecutivo, el Premio Nobel de la Paz no se le otorgó al Dr. Simi. Ni modo. Nos queda elconsuelo de que tampoco le tocó a Trump.
La galardonada este año es María Corina Machado Parisca (58 años), señora venezolana, política profesional, inteligentísima, elocuente, muy valiente y perseguida lideresa del masivo movimiento popular contra el régimen del zafio Nicolás Maduro, sucesor del gran simulador Hugo Chávez, autor de la ruina de ese país. En sus mítines, las muchedumbres queoyéndola llegan al llanto, la aclaman, “¡libertadora!”, “¡libertadora!”, aludiendo al Libertador, Simón Bolívar.
No es la primera vez que la premian, en 2018 fue incluida en el prestigioso reconocimiento ‘100 Mujeres de la BBC’, “a las más inspiradoras y de mayor influencia en su entorno”. El año pasado, el Parlamento Europeo le otorgó el Premio Sájarov para la Libertad de Conciencia, establecido desde hace 37 años, por haber “defendido sin miedo los valores de la justicia, la democracia y el estado de derecho”.
También en 2024, la distinguieron con el Premio Václav Havel de Derechos Humanos, que así se nombra en honor de don Václav, cliente frecuente de las cárceles de la dictadura comunista de la entonces Checoeslovaquia, líder de la Revolución de Terciopelo, movimiento pacífico que en 1989 derrocó al feroz gobierno que se mantuvo en el poder 45 años; se dice fácil.
Ahora recibe el Premio Nobel de la Paz. Un Comité nombrado por el Parlamento noruego, lo otorga desde 1901 (con excepción de los años de las dos guerras mundiales); no lo entrega la Academia Sueca por disposición de su creador, Alfred Nobel que sus razones tendría y como es su dinero (este año, por ahí de un millón y medio de dólares), pues ni quien diga nada.
A pesar de algunas metidas de pata incomprensibles, como haberlo dado en 2009 a Obama (ni él lo entendió y así lo dice en sus memorias), quien ya con el Premio, tan simpático don Obama, todos y cada uno de los días de sus ochos años de gobierno, estuvo en guerra (Afganistán, Irak, Siria y el brutal derrocamiento de Gadafi en Libia).
Otro gran yerro, antes, en 1973, cuando se lo dieron a Henry Kissinger, que era un sabio de la política, sí, pero darle el Premio Nobel de la Paz a tan destacado participante en los episodios más polémicos y oscuros de la política exterior yanqui, involucrado en los bombardeos secretos a Camboya, creador y sostén de regímenes militares dictatoriales en Sudamérica, fuede veras, de pegar de gritos.
En sentido contrario también es una barbaridad que no le hayan dado el galardón a Gandhi, personaje al que este menda no respeta por algunas razones (otro día), pero del que no se puede negar su inmensa estatura política ni que es el símbolo del pacifismo y adalid de la resistencia pacífica. Geir Lundestad, siendo presidente del Comité del Nobel, dijo en 2006, que no haber reconocido los logros de Gandhi es el mayor fallo en la historia de los Nobel (ya podían inventarse por una única vez, el Premio Nobel Póstumo de la Paz, digo, si están tan apenados).
Bueno, a pesar de pifias y errores, el Nobel de la Paz es el premio de más prestigio en el mundo, muy justificadamente aunque (todo hay que decir), cada vez es más difícil que se respete la voluntad de Alfred Nobel, quien en su testamento dispuso que se otorgara “a la persona que haya trabajado más o mejor en favor de la fraternidad entre las naciones, la abolición o reducción de los ejércitos alzados y la celebración y promoción de acuerdos de paz”.
Es el caso con doña Corina. No llena esos requisitos pero merece sobradamente el reconocimiento por su lucha que tanto sufrimiento le ha costado y le cuesta… y no se vence, no se raja, no le afloja. Su país, su gente, son lo que la mantiene en pie.
Es acosada y perseguida por el tontazo (y malísimo), delincuente y gran ladrón, Maduro; está amenazada de muerte; tiene a sus tres hijos fuera de Venezuela y ella, sigue ahí, para continuar la resistencia, viviendo escondida y apareciendo por sorpresa en mítines multitudinarios en los que enciende a la gente y la llena de esperanza. Su grito es: “¡Vamos a liberar el país y traer a nuestros hijos de vuelta!”, aludiendo a los siete millones de venezolanos que han huido de ese régimen despreciable, de bazofia. Llega a esas manifestaciones en motocicleta y sale igual, huyendo, huyendo, sí, pero sin dejar de enfrentar, de resistir. No sé usted, este menda no podría.
¡Enhorabuena, doña María Corina Machado Parisca!… ¡libertadora!… ¡enhorabuena!
A algunos de la izquierda despreciable (hay de otra), les cayó en pandorga que premiaran a esa señora, que le ha plantado cara al Chávez y al Maduro. Un ejemplo: el insoportable cínico exlíder de Podemos y exvicepresidente del gobierno español, Pablo Iglesias, puso en X que doña Corina lleva años intentando dar un golpe de Estado (?) y que se lo podrían haber dado a Trump o incluso a Adolf Hitler. Qué bueno que se les nota lo que son.
Por cierto, en su mañanera del viernes le pidieron su opinión sobre esto a la presidenta Sheinbaum y respondió:
“Nosotros siempre hemos hablado de la soberanía y de la autodeterminación de los pueblos, no solamente por convicción sino porque así lo establece la constitución y me quedaría hasta ahí el comentario”.
Eso es lo que recordó la tía Tota a este junta palabras. Igual pudo decir ‘parece que va a llover’ o que le va al América.
Sí… se les nota.