Eduardo Grajales
La historia —como bien señaló Miguel León-Portilla— rara vez fue contada por los vencidos. Por eso, revisarla y reinterpretarla no es un acto de negación, sino un gesto de justicia y lucidez.
Actualizar nuestros símbolos no implica renunciar a lo que fuimos, sino reafirmar quiénes somos y hacia dónde queremos caminar.
Este debate se inscribe en la ruta del humanismo transformador, una visión que busca reconciliar nuestras identidades, sanar las narrativas impuestas y revalorar el orgullo de ser chiapanecos desde una mirada más humana, más libre y más nuestra.
Descolonizar no significa borrar ni destruir, sino abrir un proceso de conciencia crítica: comprender, replantear e innovar desde el respeto a nuestras raíces y la pluralidad de nuestras voces.
El diálogo público debe servir para construir acuerdos, no para sembrar divisiones.
Disentir es parte de una sociedad viva y pensante. Se vale debatir, pero no descalificar.
Las visiones unilaterales no ayudan a la reflexión ni al entendimiento. Mejor abramos el diálogo, escuchemos con respeto y argumentemos con fundamento.
Porque Chiapas y los chiapanecos tenemos la madurez y la sensibilidad para debatir con altura los temas que tocan lo más profundo de nuestra identidad.
Renovar no es romper, es volver a mirar con conciencia historica lo que queremos seguir siendo.