El Escudo de Chiapas: ¿Borrar la Historia o Construir el Futuro? / Políticamente Incorrecto
Javier Opón
En los últimos días, una iniciativa impulsada por el diputado Pepe del Valle ha puesto sobre la mesa una propuesta tan simbólica como controvertida: cambiar el escudo de armas del estado de Chiapas en nombre de la “descolonización”. Según este argumento, el blasón que nos ha representado por siglos es un vestigio de un pasado opresivo que debe ser erradicado para “liberar” nuestro pensamiento.
Ante esta postura, es necesario alzar la voz con serenidad pero con firmeza. La propuesta, aunque bien intencionada en su superficie, parte de un error histórico de fondo y, lejos de fomentar la unidad, promueve una peligrosa amnesia colectiva. Chiapas no nació ayer, nuestra identidad es el resultado de un proceso complejo y, sí, a menudo doloroso, de 500 años de mestizaje. Pretender “borrar” un segmento de esta historia —en este caso, la herencia hispana— no es descolonizar; es mutilar nuestra propia esencia.
El escudo actual, con su castillo y leones rampantes, no es solo un símbolo de dominación. Para las generaciones de chiapanecos que han nacido y vivido bajo su sombra, es un testigo silencioso de nuestra historia compartida. Representa el crisol de culturas que se fundieron aquí: las milenarias civilizaciones indígenas y la cultura hispana que, con todos sus claroscuros, se entrelazaron para dar a luz al Chiapas moderno. Esa mezcla, ese sincretismo, es nuestra identidad más profunda. Negar una parte de ella es como pretender narrar una historia comenzando por el capítulo tres.
Esta “descolonización mal entendida” parece más un ejercicio de activismo simbólico que una auténtica búsqueda de justicia. Bajo intereses aviesos, se busca ganar notoriedad rápida con un discurso que suena progresista, pero que en la práctica crea confusión y división. Cambiar un pedazo de tela o un sello oficial no combate la pobreza, no erradica la discriminación y no mitiga la apatía de la sociedad. Son las personas, no los símbolos, las que sufren las carencias materiales y sociales. ¿De qué le sirve a una familia en los Altos de Chiapas un nuevo escudo si sigue sin tener acceso al agua potable, a la salud o a una educación de calidad?
La verdadera descolonización no se logra reescribiendo el pasado a nuestra conveniencia, sino construyendo un futuro más justo en el presente. Necesitamos políticos que, en lugar de dedicar sus esfuerzos a borrar la historia, se apliquen a hacer el trabajo para el que fueron electos: aterrizar proyectos viables, gestionar recursos y generar las condiciones para una paz verdadera y un bienestar tangible para todos los chiapanecos.
Destruir un escudo es fácil y genera titulares. Gobernar con eficiencia, honradez y visión de Estado es el verdadero desafío. Mientras debates como este acaparan la atención, los problemas estructurales de Chiapas persisten. Tal vez sea más cómodo luchar contra símbolos centenarios que contra la corrupción endémica o la ineficiencia burocrática.
Hoy, el llamado es a la sensatez. Rechacemos esta iniciativa que, disfrazada de progreso, nos empobrece culturalmente. Defendamos nuestra historia completa, con sus luces y sus sombras, y exijamos a nuestra clase política que deje de lado las batallas simbólicas y se concentre en lo esencial: trabajar por un Chiapas donde la justicia, la prosperidad y la unidad sean, por fin, más que un simple lema en un escudo.