Herminia Hernández Morales
Todo texto es un pretexto (es lugar común, lo sé), pero lo es. Y bueno, aquí estoy, dando sorbos a mi café amargo y leyendo, más bien movida por la escena, pero sobre todo por la curiosidad.
Tus recuerdos me llevaron a los míos: esos libros viejos, con tapas despintadas y hojas que se doblaban al menor descuido. Libros humildes en apariencia, pero capaces de encender memorias y preguntas.
Resulta que, según algunos estudiosos de la literatura barroca —entre ellos David Mañero Lozano, que rastreó las distintas versiones en un artículo académico—, el poema de la flor nacida en la calavera no es de Quevedo, aunque así se le atribuyó por mucho tiempo. El verdadero autor parece haber sido Francisco de la Torre y Sevil, y apareció publicado en Valencia en 1680, dentro de una antología llamada Varias hermosas flores del Parnaso. Desde allí comenzó a recorrer caminos extraños: se aprendió de memoria, se transformó en cuartetas y acabó bajo la firma de Quevedo, Bécquer o incluso anónimos de la tradición popular.
Quizá el libro que llegó a tus manos en los setenta pertenecía a esa suerte de ediciones festivas y económicas que mezclaban lo auténtico con lo apócrifo. Y se confirma: Quevedo es el cajón de sastre del ingenio subversivo.
Aquí lo que vale es reconocer cómo un poema logra persistir: entre la fiebre, la lectura repetida y el tiempo, esa flor en la calavera encontró raíz en ti.
Y para muestra, aquí la página donde habita el poema. Esta es la versión original de la flor en la calavera, que como dicen los estudiosos, se transformó en cuarteta y siguió rodando en las buenas memorias:
Transcripción aproximada del poema (respetando la ortografía original):
Ese destrozo, que eriza,
dirá que naces, y no yerra;
tu descuello, de su tierra;
tu esplendor, de su ceniza:
Mas si bien se sutiliza,
hallo en miserable tez
de pálida candidez,
que todo es uno en rigor,
o tez, que parece flor,
o flor, que parece tez.
Oh flor bella, y desdichada,
junto a la afelada espantosa,
que cuanto tienes de hermosa
has de vivir de asustada.
Dónde irás, si ya cortada,
que escapes de infausta suerte?
Que arrancarte es golpe fuerte,
dejarte, muerte crecida,
pues dejarte con la vida,
es dejarte con la muerte.