Guillermo Ochoa-Montalvo
Querida ana Karen,
Quisiera ser como Amanda, la mujer más formal y puntual que conozco en todo el país cuyo margen de tolerancia al esperar a alguien es de 5 minutos. Así se los advierte y lo cumple sin ninguna contemplación. Jamás acepta excusas porque para ella, la impuntualidad es la mayor falta de respeto al tiempo ajeno. Para Amanda cualquier excusa, razón, pretexto o justificación son vanas.
—Mira, me dice Amanda. Te salen con mil cosas: “me quedé dormido”; “el despertador no sonó”; “había un tráfico terrible”; “no encontraba taxi”; “no sabía qué ponerme”; “me detuvo una marcha” y mil pretextos imperdonables, porque todo ello reflejan falta de previsión, informalidad, falta de organización; pero sobre todo, el mal hábito de la impuntualidad que en México es deporte nacional.
—En efecto, Amanda, la informalidad y la impuntualidad son costumbres nefastas arraigadas desde pequeños y a ello, se suma el vicio de la procrastinación. “Lo que no es oportuno, aunque sea magnífico, no sirve”, decía mi abuela. La procrastinación en México es un “hábito” mientras a la puntualidad se le juzga como un vicio. ¡Qué afán de llegar siempre puntual!, ni siquiera me he arreglado”, se quejan del novio puntual.
El tema viene al caso porque Amanda y yo, llegamos al restaurante cinco minutos antes de la hora fijada; a las 9 con cinco minutos, Amanda me dice: “¡Vámonos a otro sitio! Ya pasaron 5 minutos y no espero a nadie”.
— La informalidad es otra costumbre nacional que provoca graves daños personales como a otros quienes confían en el cumplimiento cabal de los compromisos. El carpintero, el plomero, el electricista o el del taller de autos, quedan muy “formales” de entregarte el trabajo en tal fecha cando ellos mismos saben que no lo cumplirán. Todos encontrará a quien culpar: “no me entregaron la madera; la refacción estaba defectuosa; no llegó mi ayudante”, en fin somos bastante creativos para inventar pretextos.
—Amanda, la informalidad llega a extremos trágicos como sucedió en el accidente de la pipa el pasado 10 de septiembre cuando estalló cargada de grandes cantidades de combustible. El chofer comentó que a tiempo, advirtió de las fallas que provocaban fugas. Le dijeron que se repararía, pero nada. Ese acto de procrastinación, informalidad e impuntualidad tuvo desastrosas consecuencias; sólo por poner un ejemplo.
—Aunque en las escuelas se imponen horarios estrictos en entrada, recreos y salidas que deberíamos cumplir, los padres de familia alternan las normas poniéndoles el mal ejemplo a sus hijos. Esa tolerancia del “déjame dormir cinco minutos más”; “no hice la tarea, dile a la maestra que estuve enfermo”; termina por hacerse una mala costumbre que se repite por el resto de la vida escolar, laboral, social y profesional.
—Ni siquiera los contratos se cumplen, Amanda. Acuerdas los pagos para civetas fechas ateniéndote a ellas, programando tus gastos con tiempo, prometiéndole a tus deudores pagarles al día siguiente de recibir esos pagos convenidos. ¡Y nada!. Al administrador se le olvidó transferirte; omitió pedirte algún papel necesario para cubrir tu pago porque lo dejó para después y al final, se olvidó de avisaste. Así que uno queda mal porque el efecto dominó termina afectando a otros.
—Sí. A nadie le extraña que las bodas empiecen media hora o hasta una hora después de lo que menciona la invitación. Así que todos llegan tarde, porque los novios deliberadamente anticiparon la hora sabiendo que nadie llega puntual. ¡Vaya!, hasta el sacerdote sabe que la boda iniciará tarde.
—Como sea, Amanda, yo no aprendo y siempre llego puntual sabiendo que cualquier actividad se retrasará, pero ahí, me quedo muy paciente tragándome el coraje al ver las caras de “aquí no pasa nada”. Y esa normalización de la informalidad y la impuntualidad es transversal en todos los sentidos; y uno imaginamos todo lo que afectamos con esos adverbios de tiempo: “Mañana”, “al rato”, “ahorita”, sonfrases comunes que marcan una conducta para toda la vida.
—La gente ni siquiera es consciente de esta situación, se ha normalizado tanto que forma parte de nuestra cultura nacional difícil de comprender por los extranjeros. Ante ellos, perdemos credibilidad, la imagen del impuntual se deteriora, y mucos de ellos, pierden oportunidades brillantes. Para los extranjeros, la impuntualidad la asocian con la baja autoestima de los mexicanos. Por eso, en sus empresas son muy selectivos y es en lo primero que se fijan porque ara ellos, es un indicador de buen entendimiento, responsabilidad y compromiso.
—La gente impuntual no sabe trabajar en equipo. Son informales para entregar trabajos a tiempo; retrasan a otros y se pierden oportunidades de triunfo al quedar mal. Encima, propician pérdidas económicas que afectan proyectos, pequeños negocios hasta grandes empresas nacionales. Una de las causas más frecuentes en la rotación de personal es justamente la informalidad y la impuntualidad de los trabajadores.
—¡Qué te digo!, seguiremos siendo los raros, los mamones, los intolerantes e impacientes. Seguiremos perteneciendo al 10% de la población que no toleran la impuntualidad. Pero no pienso conceder en eso. Cuando aprendamos que las virtudes de la formalidad y la puntualidad son el motor de los países desarrollados podremos avanzar en muchos sentidos. No es cosa menor.
—Por supuesto que no es cosa menor, Amanda. Es todo un tema y ayudar a transformar los malos hábitos por comportamientos responsables y respetuosos.
Como sea, Ana Karen, sé que Amanda es una mujer insoportable a la vista de muchos, pero sin duda, la puntualidad y la formalidad siempre serán una cuestión de amor.
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