Guillermo Ochoa-Montalvo
Querida Ana Karen,
Con el tiempo, pasamos rápidamente de los libros en casa, las librerías y las bibliotecas, para realizar tareas escolares, ensayos, columnas y tesis, a la Era del Yahoo, AltaVista, Wikipedia y Google hasta llegar a la Inteligencia Artificial donde el copy past lo facilita todo, menos el aprendizaje ni la comprensión de la lectura cuando no se lee la información obtenida.
Recuerdo las famosas bibliotecas del Distrito Federal atestadas de gente buscando información como quien trata de encontrar a agua en el granero o el santo Grial. En realidad, era toda una aventura. De entrada uno le preguntaba al bibliotecario o a su archivista si tenía idea de donde obtener información sobre el tema que uno precisaba. De tener suerte, te mencionaban algunos libros y con tu credencial dela biblioteca en la mano, te los prestaban para consultarlos en absoluto silencio monacal.
De no tener suerte, acudías a los ficheros esperando el milagro de encontrar los libros adecuados. Ya que los tenías en la mano, sacabas tus tarjetas para anotar bibliografía, notas, información, citas y frases convenientes a tu tarea. Era necesario leer bastante para encontrar lo más conveniente y escribirlo. Escribir fijaba en la memoria de mejor manera lo leído. Así aprendíamos a contrastar la información porque algunos autores contradecían a otros y uno debía elegir.
Ese procedimiento podría llevarnos horas, días o meses buscando la información y así, uno se convertía en ratón de biblioteca, en su mejor acepción, no como aquella del Siglo XVI la cual, en 1580, se asociaba con el vicio y ociosidad. Si el libro estaba en manos de otro, corrías de inmediato a la librería a comprar los libros requeridos o en mi caso, el administrador de la librería de El Sótano, me permitía leerlos teniendo cuidado de no maltratarlos.
Al final, con las fichas en la mano, empezabas a redactar en la máquina portátil deseando que no se acabará la tinta de la cinta a medianoche. Escribir una y otra vez confirmaba la frase de las abuelas: “lo que bien se aprende, nuca se olvida”. Ese cúmulo de conocimientos automatizado en nuestros cerebros formaba parte de la cultura personal.
Las Tarjetas de catálogo o fichas eran un registro de los documentos que había en la biblioteca antes de que existieran los catálogos electrónicos. Existían catálogos por autor, por título y materia, clasificadas conforme al Sistema de Clasificación Decimal Dewey o el de Clasificación Decimal Universal, lo cuáles facilitaban la localización del libro en sus respectivos estantes. Una labor bastante laboriosa de los profesionales de la ARCHIVONOMÍA y la BIBLIOTECONOMÍA que se estudian en la UNAM.
Los catálogos de fichas eran la forma física tradicional; hoy en día, la mayoría de las bibliotecas usan Catálogos de Acceso Público en Línea (OPAC) para una búsqueda más fácil de libros, grabaciones, materiales electrónicos, etc. que reducen tiempos.
Mi biblioteca favorita era la BIBLIOTECA MÉXICO, inaugurada en 1946 en la Ciudadela. Su primer director fue José Vasconcelos. Ese edificio perteneció en 1776 a la Real Fábrica de Tabacos y después, en 1810 fue cárcel militar en la Independencia. 34 años después de inaugurada el arquitecto Abraham Zabludovsky, la remodeló en 1980 y empezó a operar como el Centro Cultural Ciudadela. En 1988 la biblioteca fue reinaugurada. Ahí, acudían periodistas, profesionales, estudiantes y amantes de la lectura.
Otra emblemática era la BIBLIOTECA BENJAMÍN FRANKLIN perteneciente a la Embajada de los Estados Unidos en donde además se proporcionaban clases de inglés y algunas actividades culturales. Esa se fundó en 1942. Hoy cuenta con múltiples servicios electrónicos y becas de estudio.
Durante la preparatoria, mi favorita fue la BIBLIOTECA DE EL COLEGIO DE MÉXICO “DANIEL COSIO VILLEGAS”. Esa fue creada en 1940. Rodeado de tantos intelectuales, te sentías como uno de ellos. Al ingresar a la UNAM, la BIBLIOTECA CENTRAL DE LA UNAM se convirtió, por su cercanía y accesibilidad, en la predilecta. La arquitectura de 10 pisos y los murales de Juan O´Gorman y Carlos Lazo la convirtieron en Patrimonio de la Humanidad, declarada así por la UNESCO. Después de su inauguración en 1956, se ha transformado en un ícono al ser pionera en el acceso directo a estanterías y en la automatización de su amplio catálogo al poseer una de las colecciones bibliográficas más grandes del país, con millones de volúmenes de libros, revistas y tesis, incluyendo colecciones de publicaciones mexicanas y extranjeras, así como obras antiguas y raras.
La BIBLIOTECA VASCONCELOS, abierta al público en el año 2003, cuenta con una moderna estanterías de acero colgantes, que crean un espacio único visualmente impactante. Fue diseñada por Alberto Kalach. Su escultura la Mátrix Móvil de Gabriel Orozco acompaña la lectura en sus jardines, invernadero y su librería.
Entre las notables BIBLIOTECAS PARTICULARES destacan por su legado la de Sor Juana Inés de la Cruz; José Luis Martínez; la del diseñador Karl Lagerfeld con más de 300 mil libros; también se encontraba la de Walter O. Evans hasta que fue adquirida por la Universidad de Yale. Otras icónicas son las del Centro de Creación Literaria Xavier Villaurrutia; la de Miguel Alemán Valdez y Salvador Novo.
Entre las BIBLIOTECAS DE CHIAPAS, destacan la Biblioteca Pública Central del Estado “Carlos Maciel Espinosa” en Tuxtla Gutiérrez, conocida por su Hemeroteca “Fernando Castañón Gamboa”. En San Cristóbal de las Casas son importantes la Biblioteca Fray Bartolomé de Las Casas y la Biblioteca Jan de Vos. En Tapachula, la Biblioteca de Ecosur se especializa en libros y tesis de investigación. Otras de especialización son las Bibliotecas de Casas de la Cultura Jurídica en Tuxtla Gutiérrez y San Cristóbal. A ellas, se suman las bibliotecas de la Universidad Nacional Pedagógica (UPN) y el Instituto de Ciencias y Artes de Chiapas (ICACH), fundamentales para la comunidad académica.
Durante el gobierno del General Absalón Castellanos Domínguez las BIBLIOTECAS EN COMITÁN cobraron un singular impulso. En 1987, se inauguró la Biblioteca Pública Regional Rosario Castellanos en el edificio del Museo Arqueológico de Comitán. Esta biblioteca ofrece préstamo de material bibliográfico, una Biblioteca Virtual, y talleres como “La hora del cuento”, biblio-manualidades y computación, de forma gratuita.
Otra Bibioteca importante es la de Casa Museo Dr. Belisario Domínguez con colecciones que el prócer adquirió en París. A estas, se suman otras de Colegios particulares y escuelas de la UNACH.
Con el desarrollo de las tecnologías de la información es bastante fácil y rápida la localización de cualquier tema. Los mas grandes repositorios de información digital pertenecen al Internet Archive, toda una biblioteca digital de sitios web, libros, música, videos y software. Wikimedia es otro repositorio muy socorrido por el público y se suman los de Google, Amazon que en cuestión de segundos resuelven lo que antes significaba muchas horas de búsqueda.
Como sea, Ana Karen, en las bibliotecas debemos reconocer a los archivonomistas y bibliotecarios cuyo trabajo es arduo, pues debe estar apegado a normas técnicas y disposiciones legales. Ellos, como cualquier profesional de la archivonomía, velan por el correcto manejo de los archivos para que la información que contienen esté debidamente gestionada, protegida y disponible, contribuyendo a la eficiencia, la memoria institucional y la transparencia como una cuestión de amor.
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