Juan Carlos Cal y Mayor
El gobernador de Chiapas, Eduardo Ramírez Aguilar, emitió un mensaje contundente ante las versiones de familias que habrían abandonado Frontera Comalapa rumbo a Guatemala. Más que una reacción coyuntural, puso sobre la mesa el reto histórico: recuperar la seguridad en la frontera sur, territorio donde por años el Estado fue rebasado.
CONTEXTO EN LA FRONTERA SUR
Reconoció que, en tiempos pasados, organizaciones como El Maíz, encabezada por “El Colocho”, operaron desde Guatemala con extorsión, desapariciones y miedo. Ese gesto de honestidad importa: señalar el daño es condición para repararlo.
RECONOCER EL PASADO PARA CAMBIARLO
La diferencia que subraya su gestión es clara: ley, transparencia y firmeza en la aplicación de la justicia. Sin complicidades ni simulación. La autoridad que admite fallas previas adquiere margen moral para corregir.
SIN DESPLAZAMIENTOS FORZADOS, CON PRESENCIA DEL ESTADO
Ramírez Aguilar rechazó que existan desplazamientos forzados provocados por el crimen organizado. Afirmó que hay mesas de paz permanentes y atención caso por caso. Según su diagnóstico, parte de las críticas proviene de intereses criminales del vecino país que buscan desacreditar la estrategia.
APERTURA Y RENDICIÓN DE CUENTAS
Pidió que cualquier prueba en contra sea presentada y sujeta a investigación. Esa puerta abierta envía un mensaje: no hay nada que ocultar y sí voluntad de esclarecer.
SEGURIDAD Y DESARROLLO: DOS RIELES
La seguridad no se sostiene solo con patrullas. Requiere un Estado que acompañe a la ciudadanía, impulse proyectos productivos y reconstruya la confianza institucional. Sin desarrollo, la frontera se vuelve a contaminar; sin ley, el desarrollo no prende.
DIMENSIÓN REGIONAL DEL PROBLEMA
Chiapas y Guatemala comparten más que una línea en el mapa: hay familias, comercio y cultura entrelazados. Por eso la política de seguridad debe entenderse en clave regional, con cooperación transfronteriza y visión de largo plazo.
HACIA UNA PAZ DURADERA
El mensaje del gobernador marca ruta: cortar complicidades, restituir la autoridad del Estado y dejar claro que en Chiapas manda la ley. El reto es convertir la firmeza en resultados palpables. Si esa ecuación se cumple, la frontera sur dejará de ser tierra de nadie para convertirse en frontera de paz.