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Mundial 2026: el lujo que expulsó a la afición / Sarcasmo y café

Mundial 2026: el lujo que expulsó a la afición / Sarcasmo y café
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Corina Gutiérrez Wood

¡Atención, patriotas del balompié! Ya puedes dejar de ahorrar para la boda, para el terreno en las afueras de Tonalá o para ese techito de lámina en casa de tu mamá. Porque el evento del siglo está por llegar y hay que priorizar: el Mundial 2026 viene a México, y si quieres entrar a un partido, más vale que tengas tres cosas en orden: tarjeta de crédito, estado emocional fuerte, y la capacidad de reírte de la desgracia.

Sí, el Mundial. Ese que se supone es de todos, el deporte del pueblo, el que une clases sociales con goles y lágrimas. Bueno, olvídalo. Porque hoy el Mundial ya no es un evento deportivo, es un festival de élite con precios que harían llorar hasta a Carlos Slim si tuviera que pagarlo de su bolsillo.

Los boletos ya están disponibles, al menos los hospitality, porque lo de “popular” ya es tan anacrónico como decir “cancha de tierra”. Los precios van desde los 34 mil pesos. Eso si tienes suerte y decides asistir a un partido en Monterrey o Guadalajara, en zonas donde el futbol se ve con vino blanco, y el grito de “¡ehhh…!” fue reemplazado por un educado “¡bravo!” entre canapés de “foie gras”.

¿El motivo? La FIFA, en su intención por democratizar el fútbol, ha decidido que sólo quienes puedan pagar lo mismo que unos semestres en el ITAM tengan acceso a un asiento con vista al césped. Así es como se construye la igualdad en pleno siglo XXI, con boletos tan inclusivos que sólo excluyen a, digamos, el 95% del país.

¿Y creías que estos precios eran para ver la final en Nueva York o un clásico como Brasil vs. Alemania? Ingenuo. Estamos hablando de partidos en el Estadio BBVA, el Akron o el Azteca, y ni siquiera incluyen un refresco o una torta ahogada. Bueno, sí, en “hospitality”, que es la forma elegante de decir que vas a comer salmón cortado en cuadritos con cubiertos de plata mientras convives con gente que jamás ha pateado un balón, pero sabe detectar un sommelier a veinte metros de distancia.

¿Te suena caro? Espérate. Si quieres algo más “completo”, puedes comprar un VenueSeries, es decir, un paquete para varios partidos en el mismo estadio, desde unos módicos 344 mil pesos hasta los 965 mil. O sea, lo que cuesta el enganche de una casa o la renta de un depa en la exclusiva zona de mi adorado y muy “fifi” Zapopan por un año entero. Pero hay prioridades, no puedes vivir en una casa, pero sí puedes presumir que viste Costa de Marfil vs. Eslovaquia desde un lounge con aire acondicionado y meseros con guantes blancos.

Para ponerlo en perspectiva, una beca escolar completa para un niño en situación vulnerable en México, apoyada por UNICEF o programas similares, cuesta alrededor de 10,000 a 15,000 pesos al año. Esa beca incluye todo lo básico: útiles escolares, transporte, comida y hasta algún apoyo para material didáctico. Con lo que cuesta ese paquete VenueSeries, podrías financiar entre 23 y 96 becas escolares completas para niños que realmente lo necesitan. Pero no, mejor gastar ese dinero en un asiento VIP para ver a profesionales correr tras un balón mientras comes un canapé de un mordisco y usas cubiertos de plata. Porque educar a un niño es noble, pero gritar “¡GOOOOL!” con champán en mano es mucho más “nice”.

Y si eres más sentimental, de esos que aman a su selección a pesar de todo, tienes el FollowMy Team, sigue a tu país a donde sea que juegue, por solo 130 mil pesos. Claro, si apoyas a Francia, Alemania o Argentina puede ser una inversión. Pero si le vas a México, digamos que estás pagando por el privilegio de ilusionarte y romperte el corazón.

¿Y qué pasa con los boletos “regulares”? Esos que sueña el mexicano promedio que solo quiere llevar a su hijo a ver un partido del Mundial por primera, y probablemente únicavez. Esos aún no existen. Saldrán en septiembre y bajo sorteo. Porque ahora el fútbol no solo es caro, también es un juego de azar. Te puedes ganar el derecho a pagar. Es como si la Lotería Nacional te dijera: “¡Felicidades! Te sacaste el premio: ahora debes 50 mil pesos.”

Ah, y esos boletos “económicos” no tienen precio fijo. Tendrán precios dinámicos, como Uber en plena tormenta, si hay muchos queriendo ver un México vs. Túnez, pues el boleto se dispara. Total, ¿qué son 15 mil pesos por un partido sin estrellas, sin goles y con el riesgo de que el portero de tu equipo sea Ochoa en modo estatua?

Pero vamos a lo más doloroso, la traición emocional. Porque durante años nos vendieron la idea de que el futbol era un evento del pueblo. Que ver un partido en el Azteca era casi un rito patriótico. Hoy, eso se convirtió en un lujo que cuesta lo mismo que un viaje redondo a Europa con hotel incluido. Claro, podrías ir a París, pero mejor quédate en Tlalpan a ver Camerún vs. Corea del Sur con vino espumoso y aire acondicionado.

Todo esto confirma lo que ya sabíamos, pero no queríamos aceptar: el fútbol ya no es de nosotros. Es de los que invierten en criptomonedas, de los que pagan con relojes, de los que dicen “yo le voy al Barça desde antes de Messi” mientras abren una botella de tinto de 5mil pesos.

Entonces sí, el Mundial viene a México. Pero no para ti, clase-mediero, ni para la plebe que aún paga el Infonavit y se emociona con el álbum e intercambia estampitas. Viene para el que llega al estadio en Tesla blindado, pregunta si hay estación de carga VIP y cree que “fútbol de barrio” es un brunch temático en algún restaurante Michelin. Para el que dice “fan experience” con acento de MBA y piensa que un penal es un resort de retiro espiritual con vista al mar.

Así que sí, el Mundial lo verás, pero desde tu sala, con el uniforme pirata de la Selección que además compraste en abonos y una botana que sí te puedes permitir: papas de 20 pesos, salchichas con limón y unas caguamas bien frías. Porque el fútbol es del pueblo,hasta que la FIFA lo vendió al mejor postor.

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