Joaquín Gutiérrez Culebro cantando tangos en la cantina Casa Blanca . Foto cortesía de la familia Gutiérrez Sarmiento.
Roberto Chanona
Hace poco tuve la alegría de releer Los aguajes de ayer y hoy, del escritor Alfredo Palacios Espinosa, originario de La Concordia. Este libro, a mi juicio, es el más completo acerca de las cantinas en Tuxtla con 250 páginas llenas de anécdotas chuscas, personas que frecuentaban los centros espirituosos, la botana que servían, los propietarios y algunos, como eran “El Marro” o “La Pelona”, personajes sacados de algún cuento de ficción.
Personalmente, escribí sobre el tema en una guía cultural de la ciudad en 1996 que se llama Tuchtlán. Entonces traje a la memoria la famosa cantina Casa Blanca, aguaje muy socorrido en los años 1973-80, sobre el boulevard Belisario Domínguez, y su propietario Joaquín Gutiérrez Culebro, quien, además de ser amigo, deleitaba a los clientes cantandotangos como “Caminito”, de Juan de Dios Filiberto, “A media luz” y “Cuesta abajo”, muy solicitados para esa época en Tuxtla.
Por esos años su servidor venía de una estancia en la ciudad de Comitán, donde tuve la fortuna de visitar otra cantinamuy socorrida qué se llamó Tono Gallo. Recuerdo que cuando llegabas al lugar en el centro de la ciudad podías verlos gallos en sus jaulas porque el propietario era gallero yorganizaba peleas para deleite de los clientes. De ahí el nombre de esa cantina que se especializaba en una variedad de platitos que llenaban la mesa con carne deshebrada, chicharrón, butifarra, queso, palmito, entre muchos.Posteriormente abrieron una sucursal en Tuxtla llamada Los Gallos, que estaba sobre el boulevard Belisario Domínguez,a la altura donde está actualmente el club de padel Match Point, pero no funcionó. La última vez que visité Tono Galloo Los Gallos estaba a la salida de Comitán sobre el boulevard para ir a los Lagos de Montebello.
Regresando a La Casa Blanca, este aguaje tenía en su arte culinario: platón de carne asada con chorizo, longaniza, cebolla frita y tortillas pasadas en manteca, menudencia ycarne tártara, pero la especialidad era el conejo a las brasas,el cual era todo un espectáculo su elaboración a “la hora del amigo”. El rito iniciaba como a la 1:30 pm con el acarreo dela leña a un lugar construido estratégicamente a la vista de todos los comensales. Luego encendían el fuego y la persona encargada ensartaba en barras de acero una cebolla grande y luego un conejo, otra cebolla y otro conejo, hasta llenar los fierros mientras todos observaban. Cuando las brasas estaban listas, ya había ensartados de ocho a 12 animalitos.Entonces, mientras todos estaban saboreándose, les untabacon una brocha un aderezo que Joaquín hacía secretamente;después los colgaba de unos ganchos y les daba vuelta, al tiempo que les untaba la receta mágica para que poco a poco se fueran dorando. Este rito se prolongaba hasta las 4:30 o 5de la tarde, hora en que salían aquellos conejos hechos una delicia.
A veces llegaban algunos ingenuos con la idea de probar el conejo a las brasas y se tomaban dos que tres “cerbatanas”pensando que les iban a servir el plato especial, pero nunca salía antes de la hora mencionada y se iban por falta de paga o compromisos de trabajo, mientras que todos al unísono pensábamos: “¡Entre menos burros, más olotes!”
También no podían faltar dos personajes que eran la variedad musical del lugar. Uno era “El Negro” Pedroso, Raúl Díaz Pedroso, un beisbolista que había llegado de Cubaen el tiempo de don Samuel León Brindis, nos dice Alfredo Palacios, a promover el beisbol. Cuando terminó el sexenio de don Samuel, este personaje se quedó con nosotros y abrió una cantina llamada La Cueva del Oso. Cuando conocí a Pedroso allá por el 79, llegaba a La Casa Blanca con unas muñecas muy grandes para rifar y la gente le pagaba para que cantara “Falsaria” (“Oye Salomé”) de Pepe Arévalo, entre otras. Alfredo nos dice que cuando lo conoció rifaba unpollo y gritaba “¡Sale la rifa del pollo!” y lo ponía en tu mesa. Para el 79 rifaba esas muñecotas que les digo y nunca entendí por qué en una cantina. Ahora imagino que era para calmar la furia de las esposas cuando el bolo llegara a sucasa con regalos. Nosotros le llegamos a ofrecer al “Negro”Pedroso hasta 100 pesos de aquellos sagrados tiempos paraque nos cantara “Cuando salí de Cuba” y siempre se negó.Una tarde, entrada la noche y entrado “El Negro” en copas,lo escuché cantar esa canción y me partió el alma verlo hecho un mar de lágrimas cuando terminó de cantarla.
El otro personaje que amenizaba La Casa Blanca con sumúsica era un trompetista con el apodo de “Cacalote”, perono pude conseguir su nombre. Era buenísimo para tocar “Teléfono a larga distancia”, en la cual hay un solo con trompetas. Regularmente lo acompañaba en la música el maestro Polo de los Hermanos Rodríguez, pero este acto quese realiza con dos trompetas nuestro personaje lo hacía solo. Tocaba primero con la trompeta normal y cuando venía la contestación le colocaba una sordina a su instrumento y contestaba con un sonido diferente. Déjenme decirles que este acto siempre lo realizaba avanzada la tarde cuando yatenía varios alipuses atravesados entre pecho y espalda.
Así pues, corría el éxito de este aguaje hasta que un día de 1983, mejor dicho, una noche, al calor de los tragos, un personaje conocido como “El Chato” se hizo de palabras y encabronado fue al auto a sacar su pistola. Desgraciadamente disparó, y una bala perdida rebotó en pisoy fue a dar en la humanidad de un futbolista muy querido de Tuxtla, “La Chorcha”, matándolo ipso facto.
Las autoridades entonces cerraron La Casa Blanca y Joaquín Gutiérrez abrió otro aguaje llamado La Casa de Campo. Estuvo en la calle central a la altura donde está el taller delos autobuses OCC, pero nunca frecuenté el lugar porque yame había exiliado del país.