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Impotencia y corrupción / La Feria

Impotencia y corrupción / La Feria
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Sr. López

Tío Lalo era no alto y sí gordo, simpático y muy bailador. Su esposa, tía Rami (Ramira, en serio, pero nadie la llamaba así por el grave peligro de no pronunciar bien la ‘i’), era una señora toluqueña que, cosa rara en la familia materna de este menda, tenía sentido del humor. En la fiesta por sus 50 años de matrimonio, tío Lalo bailó con todas las señoritas y señoras jóvenes. Un sobrino malora fue a decirle a tía Rami si no le daban celos y muy a su estilo, contestó: -¡No, hijito!, hace mucho que tu tío no puede… más que bailar -¡la tía!

Cuando decimos Estado, entendemos más o menosconfusamente lo mismo: la nación o el aparato de gobierno de una nación. Se escribe con ‘E’ mayúscula para no confundir con otras acepciones, por ejemplo, estado de Chiapas o estado de buena esperanza, como se llamaba antes a una feliz barriguita aliñando un bebé. Pero en rigor, el Estado no existe. No hay por ahí un señor caminando que sea don Estado.

Eso que llamamos Estado, en el caso de la nación, se dice de un territorio delimitado, reconocidos sus límites por sus vecinos, con gente y un gobierno. Si no tiene una extensión geográfica, si no está habitado o no está gobernado, no es una nación, no es un Estado, es un trozo de tierra con unos cuantos salvajes por ahío vacío.

En derecho romano llamaban ‘res nullius’, a la cosa de nadie. En tratándose de una región, en derecho internacional la llaman ‘terra nullius’, tierra de nadie. Y pasa, mire, entre Egipto y Sudán hay un territorio de poco más de dos mil kilómetros cuadrados, Bir Tawil se llama, que no reconoce como propio ninguno de los dos países y los dos lo consideran del otro, cosas veredes.

Cuando se dice Estado, en referencia al aparato de gobierno de una nación, nos referimos al grupo de personas que sobre la población de un territorio, tienenel monopolio de la fuerza y de la exacción (el robo, los impuestos), a cambio de gobernarla. Y eso es el poder político: poder usar en exclusiva la violencia; poder quitar a las personas parte de su dinero; poder gobernar, aplicando leyes, en el mejor caso, o arbitrariamente, que no es tan raro.

Románticamente (y para que la gente se lo trague sin muchos gestos), se le llama contrato social, ¡qué lindo!Ese contrato social, se supone que es el acuerdo de todos los pobladores que por voluntad propia, aceptan la autoridad de algunos, se someten a ella y se sujetan a las leyes. No es cierto.

En la realidad a nadie nos ha preguntado nadie, si estamos de acuerdo en nada; nace uno, crece, paga impuestos y como sabe que el gobierno le puede hacer la vida muy pesada, se atiene a las leyes de esos y a la autoridad de esos que se hacen con el poder, a las chuecas y a veces, hasta a las derechas.

Pero tiene su lógica el invento del contrato social, no solo porque el orden (algún orden), es mejor que el despelote, por lo que se acepta que la autoridad tenga el monopolio legal de la fuerza, para que imponga la ley a macanazos si hace falta, para seguridad de todos; y también se acepta que quiten a todos parte de su dinero o bienes, para que con eso hagan las obras que servirán a todos y den servicios a todos.

La puerca tuerce el rabo cuando resulta que la autoridad (el gobierno), no usa el poder para hacer lo que se supone justifica su existencia. No da seguridad, no asegura el cumplimiento de la ley, no proporciona las obras públicas y servicios a que está supuestamente obligado. Y la cosa es grave cuando a la ineficiencia se suma la corrupción: la fuerza se usa contra el ciudadano (multas, confiscaciones, cárcel), la ley se aplica desigualmente, y los dineros del erario acaban en sus bolsillos.

La pregunta es por qué sigue existiendo el estado cuando no cumple. Busque por su cuenta ‘Por qué el Estado no funciona’, de José Hernández Cabrera del inmenso Instituto Juan de Mariana.

El Estado para seguir existiendo, presta servicios, aunque sean malos y mantiene sus monopolios: militar, policial, legal, jurisdiccional, fiscal, monetario y hasta de medios de producción (si no todos como fue en la URSS, sí algunos, como es en México con la electricidad y las gasolinas). La falta de legitimidad del Estado se disimula con propaganda.

Así para mantener los privilegios de ser gobierno, el Estado combina el palo: legislación, cárceles, multa; con la zanahoria: servicios y dádivas, ‘programas sociales’; con mucha propaganda desde la educación, el control -pagado o impuesto-, de los medios de comunicación y el permanente “informar” (caso práctico, las mañaneras). El objetivo final es aparentar que funciona.

Acomoda comentar que el Estado aún en los países en que funciona (sí hay), es siempre ineficaz si se mete en la economía como probó Ludwig von Mises en 1920 (busque usted ‘El cálculo económico en el sistema socialista’): los medios de producción monopolizados por el Estado, al no estar sujetos a ninguna competencia, el gobierno les fijaarbitrariamente los precios (que cobrará por tener el monopolio), igual que los salarios de ellos y sus funcionarios, sujetos a intereses políticos, corporativos, sindicales. Ya usted reflexione por su lado en los casos de Pemex y CFE, que debieran dar precios de ganga y ser minas de oro y no los pozos insondables de deudas impagables, que son.

De regreso al asunto, hay algo peor que el Estado ineficaz: el Estado impotente, cuando la autoridad de plano no puede ejercer el poder. Es el caso nuestro del México de estos tiempos: el gobierno –es evidente-, no puede y eso es impotencia, falta de poder.

Pero siempre hay peor y en esto eso es cuando el Estado comparte sus monopolios de la fuerza y la exacción, con la delincuencia, por cobardía, complicidad o estupidez, da lo mismo. Eso es el poder podrido, corrompido. Nada funciona como debe.

Ya de salida: no se crea que el poder naturalmente corrompe, no, lo dijo George Bernard Shaw (no escita), hay los que llegan al poder y corrompen al poder.Tenemos un  problema doble con nuestro gobierno federal: impotencia y corrupción.

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