Marisa G. Ruiz Trejo
Hace mucho tiempo que en América Latina no se reconocía públicamente a una mujer pensadora con la trayectoria, la valentía y la profundidad de pensamiento como Marta Elena Casaús Arzú. Por eso, el homenaje que se le rindió en la Feria Internacional del Libro de Guatemala (FILGUA), del 1 al 13 de julio de 2025, marca un parteaguas para el pensamiento crítico y el reconocimiento de las mujeres pensadoras críticas en Centroamérica.
Este homenaje no sólo resalta la figura de una investigadora pionera, sino que también abre un espacio público inusual para debatir temas que han sido históricamente relegados a círculos académicos cerrados: el racismo estructural, la discriminación, el genocidio y las múltiples formas de violencia de género en nuestras sociedades. Que estos temas se pusieran sobre la mesa en un evento abierto al público general, y en un espacio sorpresivamente organizado por la Asociación Gremial de Editores de Guatemala (AGEG), que promovió un coloquio coordinado por la propia Casaús, representa un gesto de valentía colectiva y una ruptura necesaria con las formas tradicionales de producción y circulación del conocimiento.
Marta Casaús ha sido una de las intelectuales centroamericanas que, desde los años ochenta, ha impulsado espacios de pensamiento libre, crítico y profundamente comprometido con la realidad social de la región. El “Diagnóstico del racismo en Guatemala: investigación interdisciplinaria y participativa para una política integral por la convivencia y la eliminación del racismo”, de seis volúmenes, es prueba de ello; un trabajo amplio y profundo acerca del tipo de políticas públicas que convendría impulsar a fin de desactivar los mecanismos del racismo y la discriminación imperantes en Guatemala y en otras partes de América Latina.
El reconocimiento a Marta Casaús tiene lugar en un contexto regional atravesado por conflictos armados, dictaduras, migraciones forzadas, desplazamientos internos, feminicidios, violencia sexual sistemática, neoliberalismo y precarización, narcotráfico, crimen organizado, y la creciente amenaza contra la libertad académica. En este escenario, muchas voces disidentes han sido silenciadas, perseguidas,torturadas, encarceladas, forzadas al exilio e incluso asesinadas.
El pensamiento crítico de las mujeres se convierte, entonces, en un acto de resistencia. Aún más cuando se enfrenta directamente a perpetradores de crímenes, como el dictador Efraín Ríos Montt, responsable de genocidio a los pueblos mayas, o los agentes de estado implicados en violencia sexual y esclavitud doméstica de mujeres q’eqchi’en el caso Sepur Zarco. Marta Casaús tuvo el coraje de encarar estas violencias desde la investigación histórica, participando como perita en juicios paradigmáticos por crímenes de odio y de lesa humanidad, abriendo así caminos para la verdad, la justicia y la reparación desde una voz profundamente comprometida con la dignidad de los pueblosoriginarios.
El homenaje a Marta Casaús no es sólo un acto simbólico. Es también una afirmación política: reconocer que las mujeres han sido, y siguen siendo, protagonistas fundamentales en la producción de conocimiento comprometido, en la denuncia del racismo, en los procesos de justicia y en la lucha contra todas las formas de violencia. Honrar su trabajo es también defender el derecho a pensar enla libertad académica, a disentir sin miedo y a construir colectivamente una Centroamérica más justa, más libre y más equitativa.
Para Chiapas, este homenaje deja una lección clara: el pensamiento crítico de las mujeres diversas debe salir de los márgenes, ocupar espacios públicos y ser reconocido como parte fundamental de la memoria y la transformación social. Reconocer a nuestras pensadoras no es sólo un gesto de justicia, sino también una vía para imaginar otro futuro posible en un territorio también marcado por el racismo, el despojo y la violencia de género*.
Proyecto de investigación CLACSO–CLAA: “Pensadoras críticas y las crisis de libertad académica en Chiapas y Centroamérica”, coordinado por Marisa Ruiz Trejo (UNACH), con la colaboración de Ana Lucía Ramazzini (FLACSO, Guatemala) y Tania Mata Parducci (Centro de las Artes para la Paz de El Salvador).