Guillermo Ochoa-Montalvo
Querida Ana Karen,
Enciendo la lámpara fabricada en China; me sirvo café en el termo hecho en China. Le pido a Alexa, elaborada en China, que encienda la pantalla producida en China aunque la marca corresponda a una conocida de Estados Unidos; los productos chinos entraron a casa como penetra la humedad. La ropa, los enseres domésticos, los dispositivos de alta tecnología, los automóviles, todo, lleva el sello de los chinos.
Allá por el año de 1936, los norteamericanos escucharon la voz del locutor anunciar: “Damas y caballeros, interrumpimos nuestro programa musical para dar un boletín especial”, se escuchó la voz un tanto desesperada y asustada del locutor. “¡LOS MARCIANOS HAN ATERRIZADO EN NUEVA JERSEY!”.
La reacción de la gente parecía refrendar la teoría de la aguja hipodérmica, la cual sostiene que los medios de comunicación masivos (el cine y, sobre todo, la radio) inoculan sus mensajes en la mente del destinatario, logrando que los acepte ciegamente y reaccione en la dirección deseada.
Hoy podemos anunciar con plena certeza: DAMAS Y CABALLEROS: LOS CHINOS YA INVADIERON ESTE MUNDO.
REFERENCIA A 1995.
En 1995, al celebrarse el Foro Económico Mundial en Davos, publiqué en el periódico un artículo donde advertía que el único país que crecía con 2 dígitos, era China a un 12%, y que pronto dominaría el mundo, el texto decía así: <<… En todo caso ¿Qué es Davos? ¿Quién es Soros?, ¿Qué trascendencia tiene el Foro Económico Mundial? ¿Quiénes son los dueños del mundo?>>
Enseguida, agregué hace 30 años: << Los Dioses del Olimpo, dueños del mundo, se reúnen en Davos adonde invitan a uno que otro gobernante. Ellos son quienes presionan a las naciones, pero sus ejércitos son invisibles y no tienen bandera. Sin pasión, indiferentes, destruyen empresas y vidas que ni siquiera sabían en qué lugar de la Tierra se encontraban antes de aparecer en las pantallas de sus computadoras. Para unos, son los nuevos amos del mundo. Para otros, los nuevos bárbaros. Son versiones cibernéticas de Atila. Algunos son admirados y envidiados; otros, están proscritos y operan, muchas veces, en la clandestinidad. Pero todos son temidos, todos ellos son la nueva clase, la GRAN FUSIÓN DEL CAPITAL.>>
La duda aceptable en aquel tiempo era si sería el FEM o los chinos quienes dominaría el mundo, así lo escribí: <<Ahora, todos vuelan alrededor de China y de su crecimiento, tan impresionante como preocupante>>.
¿DAVOS?
Aquél artículo de 1995, decía:
Davos tiene su origen en la teoría de Marshall Mc. Luhan que sostiene que la economía mundial se ha convertido en una “Aldea Universal”. Bajo esa idea Jean Jacques Servan Schreiber publica “El reto norteamericano”, y es un profesor suizo llamado Klaus Swabb quien retoma la idea de reunir una vez al año a los dirigentes de la economía mundial en Davos.
El Foro Económico Mundial (World Economic Forum) se crea en 1971 reuniendo a una treintena de jefes de Estado de cuello de cisne. Al poco tiempo se transformó en la sede de la élite mundial. Naturalmente, el Foro Económico Mundial no tiene ninguna función oficial. Ahí reside justamente su interés. En esas alturas, el racionalismo capitalista se libera del discurso ampuloso de los diplomáticos. Entre una reunión y otra, que se inician ya a las siete y cuarto de la mañana, los participantes estrechan filas e intercambian sus tarjetas de visita.
Las opiniones que oye desde 1971, le dicen que los negocios salvarán la paz en el mundo y viceversa. Y que, por lo tanto, nada debe poner trabas a la “globalización de la economía”. Un mercado, un pueblo, un Dios Todopoderoso (el dinero), los Dioses (ellos mismos) el nuevo paraíso: la Gran Fusión.
Visto desde Davos, el mundo es sencillo. Los países aplicados que registran 9% de crecimientos; China crece con el 12% y los rezagados no logran consolidar sus economías; son incapaces de reducir el déficit público; se mantienen apegados a una protección social y un derecho del trabajo obsoleto que está frenando la flexibilidad.
La punta del iceberg pertenece al dominio público, a las estadísticas, a las fluctuaciones en la bolsa de valores y más aún, a los acuerdos sostenidos entre jefes de Estado y algunas corporaciones. Sin embargo, detrás del escenario, siempre hay alguien que mueve los hilos de las marionetas; manos que no siempre son fáciles de identificar, son quienes crean el guión para los actores políticos y empresariales, que habrán de representarlo en el escenario mundial.
Estas son las figuras de la economía mundial que se reúnen cada año en Davos; son las figuras quienes, desde una torre de hierro y cristal, deciden el futuro del mundo; quienes a través de una llamada telefónica ponen en marcha nuevas reformas de ley o inhiben la creación de las mismas; son quienes a través de la corrupción, la presión o el terror imponen su propia ley, apoyan o desestabilizan gobiernos de acuerdo a sus intereses particulares. No se trata de un drama de película, es la narración cotidiana de la prensa, es la realidad superando a la ficción.
Soros, el mayor especulador del mundo asegura que las instituciones tradicionales, como el Fondo Monetario Internacional (FMI) o el Banco Mundial (BM), ya no se dan abasto para efectuar esa tarea de regulación e insiste, en contra de la opinión de Kofi Annan, Secretario General de la ONU, que las instituciones internacionales que conocemos “no pueden más con los problemas en los mercados financieros”.
¿QUIÉN ES SOROS?
En los años 70, desde el piso 35 de Central Park, en los altos de Manhattan, un hombre con el pelo ligeramente ondulado llamado George Soros acaba de colgar el teléfono. Su mirada parece perderse más allá de la inmensa mancha verde que se extiende a sus pies. El financiero acababa de poner en marcha el asalto final para destrozar la moneda más fuerte en aquel momento: la libra esterlina.
Soros dirige uno de esos fondos de inversión que pueden determinar la evolución de la economía mundial. Se ha arriesgado en otra de sus jugadas que le definen como un depredador financiero sin compasión. En el punto de mira de este especulador está una divisa europea, aparentemente fuerte: la peseta.
Tras su ataque, el resultado no se hará esperar: el Gobierno español se verá obligado a devaluar tres veces consecutivas su moneda, en una operación que costará a los españoles miles de millones de pesetas y cuantiosos beneficios a Soros que ponía en evidencia el “milagro”, a la vez que producía la más desagradable de las resacas tras el rimbombante “año olímpico” de 1992.
El pasaje hace alusión al toque final de una maniobra que el financiero había iniciado un año antes, en 1992. Entonces, Soros puso en marcha la apuesta más fuerte de su carrera. Movilizó 10 mil millones de dólares para lanzarse al asalto de la moneda más arrogante del mundo: la libra esterlina. Después de analizar la evolución del sistema monetario europeo, descubrió que tenía un talón de Aquiles: los bancos nacionales solían sostener artificialmente sus monedas en operación de intercambio de divisas. Ello permitía intervenir a los apostadores, jugar con ellas.
¿Que sucedió entonces? Mañana continuaré con este artículo del pasado, porque analizar las tendencias hacia el futuro es una cuestión de amor.
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