Dr. Darío Carrasco
Hace algunos días, Carlos Slim calificó de “imbéciles” a los premios nobel de economía Daron Acemoglu y James A. Robinson, por poner, en su libro “Por qué fracasan los países”, a Telmex como ejemplo del capitalismo de cuates tan bien documentado por cierto por Denisse Dresser en el libro “El capitalismo de Cuates”. Parafraseando al buen Monsivais, para documentar nuestro optimismo, habría que recordarle a Slim que su fortuna no sería lo que es de no haber sido beneficiario de las políticas privatizadoras de Salinas de Gortari. ¿Recordará que el valor en libros de Telmex era de alrededor de 7,000 millones de dólares y que se la remataron en alrededor de 3500 millones? ¿Recordará que le dieron, no recuerdo bien si 4 o 6 años, un periodo en el que no pagó impuestos? ¿Recordará que toda la década de los 90 y buena parte de la primera década de este siglo él fue el único que prestaba el servicio de telefonía fija y que, muchos años, él fue casi el único que prestaba el servicio de telefonía celular y que sus primeros competidores tronaron porque las llamadas de celulares sólo eran “gratuitas” entre los números de Telcel pero no con las otras compañías? ¿Recordará que, él incluido, en el sexenio de Salinas de Gortari, aparecieron por vez primera los primeros 10 mexicanos que fueron incluidos en la lista de Forbes cuyas fortunas rebasan los 1000 millones de dólares y que, por pura coincidencia, esos 10 nuevos multimillonarios fueron beneficiarios de las privatizaciones de Salinas? Denisse Dresser y los premios nobel de economía mencionados al principio tenían y tienen razón al decir que el capitalismo de cuates ha hecho mucho daño a los países y particularmente a México. Este modelo de “desarrollo” lo implementó Salinas de Gortari al mismo tiempo que insertó al país en la globalización económica y son esos 2 elementos la esencia del llamado “neoliberalismo”. Lo paradójico es que ese esquema lo apuntaló Lopez Obrador, el principal detractor del neoliberalismo y ahora lo continúa su sucesora, Sheinbaum. Para el discurso político resultaba y resulta muy conveniente cargar las culpas de la desigualdad a Salinas de Gortari y a sus expresiones partidarias, el PRIAN, pero, en los hechos, en la consolidación de este modelo participó activamente López Obrador, primero como Jefe de Gobierno del DF y luego como presidente (así con minúsculas) de México. ¿Recuerdan quién le regaló a Slim los terrenos adyacentes a la Basílica de Guadalupe y quién le permitió quedarse con inumerables predios abandonados en el centro histórico de la ciudad de México luego de los sismos del 85? Si, fue López Obrador y luego…¿olvidan quién le permitió duplicar su fortuna en sólo 6 años gracias a contratos de obra pública? Si, fue López Obrador. No es el único caso pero lo tomamos de ejemplo porque es el más ilustrativo de cómo el capitalismo de compadres, que tánto daño ha hecho al país, sigue tan campante en los gobiernos de “izquierda”, “antineoliberales” como desde sus inicios con Salinas de Gortari. Un dato más que refuerza esta afirmación lo es el hecho de que en el gobierno anterior el número de multimillonarios, esos que aparecen en la lista de Forbes, pasó de 12 a 22. El slogan político de “primeros los pobres” fue genial para fines demagógicos del líder pero en los hechos, en su gobierno, primero fueron los ricos. En ese modelo, por cierto, ¿será casual que el sexenio de López Obrador, haya sido catalogado por Transparencia Internacional como el más corrupto de la historia reciente?
