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¡Eureka! / La Feria

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Sr. López

Ignora este menda cómo era en su familia pero en la de este junta palabras, en cada casa había un viejo, a veces dos, el abuelo, la tía solterona, los papás ya ancianitos, el que fuera, pero cada casa tenía su viejo, hasta que moría, claro. También cada casa tenía su tonto, su vago o su desafortunado, que nomás no podía, no quería o por mala pata, no podía ganarse la vida; y los ‘acomodaban’; a querer o no, les conseguían trabajo con el tío rico, el compadre ranchero, el vecino tendero o con el cura párroco que los ponía a barrer el atrio y la iglesia, a sacudir santos y bancas, ¡ah! y ayudar a misa. Nadie quedaba en la vagancia ni desamparado. Bueno, no sé en su familia.

No es tan sencillo definir a partir de cuánto se es pobre. Con los criterios de ogaño (si quiere póngale ‘h’, es al gusto), antes todos eran pobres, hasta los reyes que no tenían servicio de agua potable, electricidad, drenaje, teléfono, internet, comían fatal yencima todos empiojados en sus castillos helados.

Pero, dando por buenos los datos de la ONU y el Banco Mundial, resulta que nunca ha habido en el mundo menos pobreza: a principios del siglo XX los pobres en el mundo, eran el 83% de la población; afines de ese siglo, eran el 36%; en el año 2010, el 16%; en el 2015, ya eran el 10%; en el año 2023, solo el 8.7% de todos los que habitamos nuestro acogedor planeta.

Sí: nunca ha habido menos pobres, pero no se dice, porque se quedan sin discurso y sin bandera algunos gobiernos, en especial esos siniestros de esa izquierda mal intencionada, porque hay de otra, que hacen botín de los pobres. Y se le recuerda que siniestro sigue siendo sinónimo de izquierda (y para mala suerte de esos, lo derecho es diestro y diestro eshábil).

Por eso, por no perder su fuente de poder (y mucho dinero), o quedarse sin empleo, algunos gobiernos y organismos internacionales, machacan con el problema de la pobreza y su supuesto aumento, cambiando los criterios para calificar esa condición o sus parámetros, amañando porcentajes y cantidades.

Y acomoda aclarar que este su texto servidor no babea el teclado: no niega que hay pobreza (en particular en nuestro país), no se opone a que seatienda el asunto, pero no acepta dos cosas: que la humanidad seamos un atajo de imbéciles que vamos para atrás, ni que los gobiernos sean la solución; no lo son. Nunca en la historia han mejorado las condiciones de vida de la población por obra y gracia de ningún político, de ningún gobierno. Nunca.

Lo que deben hacer los gobiernos es respetar la ley y no estorbar el desarrollo económico de su población. Los gobiernos no producen de riqueza, los gobiernos gastan lo que hurtan a la gente (los impuestos son un robo legal, necesario, no se discute, pero es expolio, despojo bajo amenaza de cárcel); y a veces, se robanlo robado.

Piense usted en un caso, uno solo, en que la riqueza de una nación sea mérito de su gobierno. No hay.

Por contra, revise los países pobres, sin excepción gobernados por élites que organizan a la sociedad, la economía y los recursos de sus países, en su beneficio, a costillas de su población. Sobran ejemplos de dictadores y regímenes autocráticos que han depauperado a sus países. Ninguno lo ha enriquecido.

Eso de que los gobernantes procuren disminuir la pobreza de su gente y establecer programas de apoyo, no es nuevo. Ya en la antigua Roma, tenían la ‘Cura Annonae’ del emperador Augusto, que era el reparto gratuito de grano para los que no podían comprarlo; y en China por ahí del año 1000 d.C. tenían orfanatos, hospitales, farmacias y cementerios, todo gratuito para los pobres.

Acá en Occidente, en la Edad Media, del siglo V al XV, mil años, la iglesia católica sostuvo un verdadero “sistema de asistencia social de gran alcance y exhaustivo para los pobres”, dice el economista Robert Henry Nelson (Economía como religión; capítulo I. “Caridad y bienestar”, por si quiere revisarlo); y en Inglaterra, por cierto, con la reforma protestante, cerraron conventos y monasterios y de repente se encontraron con muchos mendigos en las calles; en 1495, el Parlamento aprobó una ley para poner a los “vagabundos” (los pobres), en cepos tres días y tres noches; y Enrique VIII, autorizó la mendicidad de ancianos, enfermos y niños, pero a los “mendigosrobustos”, en vez de cepo, les recetó azotes. Chulada de tiempos.

Luego vinieron revoluciones y guerras y finalmente en Alemania (tenía que ser), Otto von Bismarck, hace unos 140 años, implantó por primera vez en el mundo, la seguridad social que incluía seguro por vejez, enfermedad, de ingresos e indemnizaciones a los trabajadores, no (NO) para resolver la pobreza sino para que la economía alemana funcionara con eficiencia máxima; don Bismarck no era tonto.

Falta espacio para dar detalles pero en 1948, la ONU en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, estableció que “Toda persona, como miembro de la sociedad, tiene derecho a la seguridad social” (artículo 22). No dice que sea obligación de los gobiernos.

Pero igual, se empezó a extraviar el rumbo; los gobiernos acapararon la atención del bienestar de la población, lo que no suena mal, a condición de que no se instrumentalice por puro interés político. Pasa… siempre, es mucha tentación.

En México, mientras educación y salud están en ruinas, el gobierno gasta cataratas de dinero enprogramas sociales que sirven bien al discurso oficial… pero algo anda mal.

Mire, mensualmente, si en el campo un matrimonio ($6,250 mensuales porque siembran vida), con cuatro hijos ($30,128 por construir el futuro); se meten $36,378 mensuales.

Pero con los cuatro abuelos ($12 mil), un sobrino paralítico ($1,550), la prima madre soltera ($1,500) consus dos hijos ($950 más $1,400), y dos tías vejanconas ($3,000); son otros 20,400 pesitos. Súmele, en esa casa entran $56,778 pesos mensuales, libres de impuestos, claro. Y sigue la pobreza.

No es así, señores gobernantes. No hay que combatir la pobreza, hay que fomentar la riqueza. Ustedes nomás no se metan. ¡Eureka!

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