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Cartas a Eduardo (01)

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Apología de la violencia

Estimado Eduardo:

Como tú bien sabes, el método epistolar es tan antiguo que tenemos testimonios de la correspondencia de personajes como Marco Tulio Cicerón, el gran abogado romano, así como del filósofo Séneca. Documentos que reflejan no solo las reflexiones de estos memorables personajes, sino también el retrato de una época. Así que el propósito que me anima es doble porque la comunicación entre gobernantes y gobernados no es sencilla.

Operamos en un sistema que absorbe la totalidad del tiempo de los políticos, y así se consume en un santiamén, de tal manera que cuando nos venimos a dar cuenta, lo que queda ya es historia y a las palabras se las lleva el viento. Ya me imagino la cantidad de ocurrencias que te toca escuchar. El provecho al que aspiran quienes proponen “geniales” ideas (en su beneficio personal). Lo digo porque lo he visto a lo largo de estos años en nuestro querido Chiapas, que tiene ya varios cementerios de elefantes blancos a consecuencia de ello.

Expresado lo anterior, paso a lo que me ocupa en el tema en cuestión. No sé si es lo suficientemente relevante o quizás sí. La gran mayoría de los chiapanecos valoramos enormemente tu coraje y valentía para reconstruir la paz y el tejido social destruido por la ausencia del estado de derecho. La violencia y las conductas delictivas han hecho metástasis en nuestra sociedad y requieren cirugía mayor. Así empezaste y parece que todo marcha bien, incluso mejor de lo que esperábamos. Se nota que, ante el poder del Estado, no hay fuerza que valga o se le pueda imponer. Se ve en la actividad económica, en el flujo vehicular de nuestras carreteras y en la recuperación de la afluencia a nuestros destinos turísticos. Muchísimos te felicitamos por ello.

Erradicar la cultura de la violencia, cuando se ha enquistado en la sociedad como una alternativa de vida, no es tarea fácil. Tenemos que modificar el lenguaje en la cultura social: que delinquir no sea opción ni un incentivo para mejorar económicamente o alcanzar “estatus” social. Eso pasa por la normalización de la violencia, como sucede, por ejemplo, en los llamados “narcocorridos”. Y sucede que no hay feria de pueblo en Chiapas donde, con cuantiosos recursos públicos, se contrate a las más famosas bandas del momento para alegrar al pueblo. Hemos llegado al grado de que, si no se contrata a este tipo de grupos musicales, el asunto se torna hasta en reclamo popular.

Llevamos poco más de un mes de tu gobierno, y eso no ha cambiado en lo absoluto, ni hay intención de hacerlo. Basta con ver la cartelera de las primeras ferias del año en Chiapas con las más conocidas bandas del género de los llamados “corridos pesados”, caracterizados por sus letras explícitas, con temáticas relacionadas con el crimen organizado, el narcotráfico, la violencia, el lujo y el poder.

Claro que esto ya tiene muchos años, no es de ahora. El entonces presidente López Obrador reconoció que los narcocorridos hacían apología del crimen. En junio de 2023, habló al respecto de los representantes de los corridos tumbados, como Peso Pluma y Natanael Cano, señalando “que no se puede enaltecer la figura de los narcotraficantes y mucho menos alentar el consumo de drogas”, por lo que pidió a los jóvenes razonar quién financia estas canciones. El mandatario federal pidió que se enalteciera la cultura mexicana y a los artistas que no hacen apología del crimen.

Por cierto, es bien sabido que la mayoría de los antros y cantinas donde se escucha este tipo de música, están copados por los famosos “dealers” (proveedores de todo tipo de drogas). Ya vimos que en los operativos han detenido a algunos narcomenudistas, pero a los que me refiero, entran como Juan por su casa y son de sobra conocidos en esos lugares. La pinta no se las quita nadie. Algunos son clientazos y hasta consumen Champán. Se ponen esplendidos porque es parte de su estrategia de cooptación con los chavos que acuden a esos lugares.

Jam Ach’ Ulel

Esto contrasta con tu exitosa iniciativa del Jam Ach’ Ulel, cuyo propósito es exaltar los valores de nuestra cultura e identidad chiapaneca, que, por cierto, nada tienen que ver con las bandas norteñas (con el perdón de Julión, que ahora habla como sinaloense). En Chiapas hay grandes músicos y compositores, comenzando por la marimba, nuestro instrumento de identidad. “Perfidia” y “Frenesí”, de los hermanos Domínguez, se dejaron escuchar en Casablanca (1942), con Humphrey Bogart, una de las 100 mejores películas de la historia.

Hoy tenemos a grandes intérpretes y compositores del romanticismo que tú conoces y aprecias, como el gran Arturo Aquino, el maestro Carlos Macías (reconocido por Manzanero) y el buenazo de Raúl Ornelas. Es una pena que les vaya mejor fuera de Chiapas y que aquí los alcaldes no los contraten para sus ferias.

La pregunta es: ¿cuándo, al menos desde el gobierno, se va a dejar de contratar con dinero público a este tipo de bandas que, además, cuestan una millonada? ¿Cuándo, en cambio, promoveremos contenidos verdaderamente culturales que no tienen por qué dejar de ser populares? Como muchas veces, se trata de voluntad política. De que les caiga el veinte a los munícipes. A ver si algo se pudiera hacer al respecto. Bastaría, creo, con una palabra tuya, un exhorto.

Hay muchos temas importantes como el desarrollo económico, la infraestructura, la cultura y el medio ambiente. Ya habrá oportunidad de desglosarlos. No sirve de mucho que solo mis lectores me den a veces la razón y que no haya manera de que las autoridades nos pongan como ciudadanos un poco de atención.

Te saludo con respeto y con afecto,

Juan Carlos Cal y Mayor

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