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Carter, Bernstein y Copland

Carter, Bernstein y Copland
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Juan Manuel Herrera

Obviamente no conocí al presidente Jimmy Carter, pero su reciente partida, con 100 años de edad cumplidos, me hizo recordar una breve anécdota que merece la pena ser contada. 

En febrero de 1979 el presidente norteamericano y su esposa Rosalynn visitaron México. Una visita de Estado con el presidente José López Portillo y su esposa doña Carmen Romano como anfitriones.  Para mí el principal acontecimiento de esa importante visita fue la presencia de Leonard Bernstein, quien dirigió un concierto en honor de los mandatarios. Logré colarme al ensayo del gran director de orquesta con la Filarmónica de la Ciudad de México en el antiguo Teatro Esperanza Iris (Teatro de la Ciudad).

Hay que recordar que la orquesta misma era una realidad emocionante en el panorama musical de México. La Filarmónica fue una iniciativa de la propia primera dama de México, doña Carmen Romano de López Portillo, y no tenía ni un año de haber sido creada bajo la batuta del gran director mexicano Fernando Lozano, a quien muchos años después tuve el gusto de conocer.  Fundada en 1978, formó parte de una época de esplendor para la música en nuestro país, basta recordar los maravillosos festivales cervantinos de esos años, que retomaron los entremeses cervantinos y que desde 1972 formalizó su carácter internacional. 

No era la primera vez que Leonard Bernstein dirigía en México. Se tenía memoria de sus grandes conciertos en 1951 y la mítica gira con la filarmónica de Nueva York en 1958.  

Por eso llegué desde temprano a las puertas del Teatro Esperanza Iris en las calles de Donceles y cuando los integrantes de la orquesta fueron ingresando por la puerta lateral, a la izquierda de la fachada, entré con ellos y con plena confianza, como si yo fuera el mismísimo concertino.  

El ensayo de una orquesta sinfónica es una experiencia conmovedora y desde los ensayos de Eduardo Mata con la Filarmónica de la UNAM, me hice habitual en sus ensayos;más tarde con Héctor Quintanar, Jorge Velasco o con alguno de sus más célebres directores invitados, digamos Lukas Foss; de Luis Herrera de la Fuente con la Filarmónica de las Américas, con el recordado maestro Armando Zayas o con Francisco Savin, entre otros, con la Sinfónica Nacional. 

Pero regreso a Bernstein, a la sazón de 61 años.  Dirigía Salón México de Aarón Copland, como si él la hubiera compuesto, su conocimiento de la obra iba más allá de la partitura. La energía y la maestría como director inspiró a la orquesta que, estoy seguro, tenía a varios músicos cautivados, pero muertos de miedo. Un dato la mar de curioso, un asistente le llevó a Bernstein dos complementos al podio: una botella de whisky y una bombona con su mascarilla de oxígeno.  Al avanzar el ensayo el maestro se detenía alternadamente a tomar una y otra. Salí del Esperanza Iris exultante. 

Hago mías algunas de las emocionadas palabras del propio presidente López Portillo después del concierto: “hace muchos, muchos años estuve presente en el estreno de Salón México de Copland… desde entonces la he escuchado muchas veces. Pero quiero decir que esta noche es que realmente he descubierto esta gran obra: toda la ternura, toda la violencia, toda la fuerza, toda la gracia y todo lo que refleja lo que solía pasar en el Salón Mexico, el Salón México que algunas veces visité en mi juventud”. 

30 de diciembre de 2024

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