Juan Carlos Cal y Mayor
Ante el desgaste de los partidos tradicionales de oposición, su incapacidad de renovación y la desconexión de sus burocracias con una sociedad civil cansada de lo mismo y de los mismos, sin una oferta renovada, Xóchitl Gálvez ha anunciado la creación de un nuevo partido. Quiere aprovechar el capital acumulado durante su campaña, aunque habría que analizar si encontrará la misma coyuntura que la hizo candidata presidencial.
En la misma tarea se encuentra el Frente Cívico Nacional, que en su primera convocatoria no tuvo el éxito esperado. Pensaron que la marea rosa traería consigo un caudal de ciudadanos dispuestos a sumarse, pero no fue así. Esos millones de personas que no votaron por la continuidad del régimen morenista, hartos de sus falacias, no están clamando por un nuevo partido, sino decepcionados de la política y sus políticos.
La cuestión es que no han sido capaces de ofrecer y constituirse como una nueva alternativa con un proyecto de país que tenga rumbo y genere certidumbre. No basta el descontento acumulado por la falta de seguridad, la connivencia con la delincuencia organizada, los crímenes de terror, la inmigración desbordada a lo largo y ancho del país y un sistema de salud indigno, inhumano y totalmente precario.
Tampoco basta con señalar la corrupción tolerada, instrumentada e incluso auspiciada que cobija el régimen. La falta de transparencia, el derroche de dinero en obras faraónicas mientras padecemos enormes carencias en la infraestructura ya existente —hospitales, carreteras, edificios públicos, con cero mantenimiento—, y la política asistencialista para mantener clientelas que los sostienen en el poder, son problemas graves. A esto se suma el endeudamiento público desbordado y el déficit presupuestal, que ahora los obliga a recortar el presupuesto para no llevar a la quiebra las finanzas públicas y así no desmoronar nuestra capacidad crediticia. El cinturón apretado, la dieta forzada por la borrachera presupuestal.
No basta. El gobierno lleva la delantera en el manejo de la narrativa. Miente sin pudor, adoctrina, controla las masas y pone el dedo en la llaga contra una oposición a la que achaca con eficacia todos los males del país. Apuesta a perpetuarse como un partido de Estado con una oposición que incomoda lo mismo que una garrapata. Gobierna por el pueblo, para el pueblo y encarna sus sentimientos, odios, rencores, pero también sus necesidades inmediatas, que solventa redistribuyendo la riqueza que otros producen y a los que persigue para sangrar sus ganancias.
Ese conjunto de enojos que capitaliza la oposición y que ahora pretenden atraer los nuevos partidos es un chirmol, un revoltijo de ideas sin una clara definición de principios fundacionales. Quieren reunir a la sociedad civil, a experredistas, panistas y a los que se dejen. A mí no me convencen porque, en el fondo, quieren clonar las mismas políticas asistencialistas (a ver quién da más) y las mismas ideas progresistas que están destruyendo a la familia como base de la sociedad y legado de la cultura occidental. Se alinean en la comodidad del centro ideológico, la democracia social y con inclinación a la izquierda.
Otra opción es la franquicia de Movimiento Ciudadano, a la que Dante Delgado alineó con las tendencias progresistas de moda en la sociedad. A favor del consumo de marihuana, de los derechos impuestos a otros de todas esas modalidades distorsionadas de la identidad de género, el feminismo radical y un libertinaje que no sería nocivo si no fuese porque no les basta con que se respeten sus derechos y su libertad individual. Quieren ademas inducir y socializar estas ideas, adoctrinando incluso desde las escuelas a los niños sin consentimiento de los padres. Por lo demás, qué bueno que sea ciudadano. Tal vez el joven Colosio no necesariamente coincida con esas tendencias —no le he visto hacerlo— y pueda ser ese outsider que la ciudadanía mexicana está esperando. Hay que observarlo de cerca porque, en una de esas, da la sorpresa.
Tampoco convence esa derecha confesional que ahora quiere ser un partido encabezado por el exactor Eduardo Verástegui. La vuelta de los cristeros, una derecha moralizante que no sabe separar la iglesia del Estado, que profesa credos y habla como curas y no como estadistas. Lejos está Verástegui de tener una formación intelectual para ser esa derecha liberal y promercado que México realmente necesita.
Y es que mejorar las condiciones de vida de los mexicanos, abatir la desigualdad regional y su pobreza no es una cuestión ideológica, sino pragmática. México necesita una política económica de Estado alineada a nuestros tratados comerciales, la misma que ha detonado el desarrollo en distintos países del mundo. Achicar el Estado, reducir el gasto público acorde a los ingresos, desregular la economía, incentivar a la libre empresa, premiar sus ganancias en vez de castigarlas, respetar la propiedad privada, el libre comercio y la integración comercial global. Entender por qué países como China, la India e incluso Rusia dieron un viraje radical hacia el capitalismo.
En 2017, durante el Foro Económico Mundial que se celebra en Davos, el líder chino Xi Jinping instó a los líderes mundiales a “decir no al proteccionismo” y a permanecer comprometidos con el desarrollo, la promoción del libre comercio, la inversión, la liberalización y la facilitación del comercio a través de la apertura. Quién lo hubiera dicho.
Lo mismo está haciendo Javier Milei en Argentina, quien, en tan solo un año, acabó con la hiperinflación en su país. De acuerdo con estimaciones del FMI, se prevé que Argentina crezca hasta un 8.5 % para el próximo año. Un auténtico milagro en tiempo récord, algo que tiene muy preocupada a la izquierda, que no da una en materia económica y mantiene en la miseria a Cuba y Venezuela. Y es que el socialismo, en la práctica, no ha resultado en otra cosa que repartir la riqueza y multiplicar la pobreza para poder controlarla y mantenerse en el poder.
México necesita un partido liberal, con una democracia de contrapesos, con un poder judicial independiente, con más sociedad y menos gobierno, que saque más provecho de su posición geoestratégica, con un sistema tributario justo que estimule la productividad, con más y mejores empresas, con un liderazgo carismático capaz de entusiasmar a las masas, liberarlas de sus yugos y hacerles entender que México está llamado a ser un país próspero que mejore las condiciones de vida de todos sus habitantes. Seguiremos esperando…