Antonio Cruz Coutiño
A reserva de reflexionar sobre la mexicanidad de Chiapas y sobre la historia de su incorporación al proyecto de Nación Mexicana, o sobre su decisión de sumarse al proceso de la federalización del estado mexicano, por lo pronto pensemos en la necesidad de restablecer formalmente esta celebración, la del Catorce de Septiembre, redescubrir la importancia artística, arquitectónica, histórica y sociocultural de este monumento a la bandera nacional ―aunque más bien Memorial de la Mexicanidad Chiapaneca―, y edificar pronto, en las otras trece cabeceras regionales de Chiapas, sendas plazas conmemorativas, para no olvidarnos jamás de esta decisión trascendental y en general de nuestros orígenes.Voy a referirme entonces, tantito, apresurado y algo a destiempo, al evento del catorce de septiembre de 1824, y luego especialmente al levantamiento de este monolito u obelisco, que nos recuerda y celebra el suceso, igual que algo sobre la organización de la empresa constructiva.
El monumento al lábaro patrio que se erige sobre la Lomita inmemorial, última estribación del Mactumatzá en Tuxtla Gutiérrez, frente al antiguo Parque Morelos, tiene originalmente dos finalidades patrióticas: 1. Exaltar el culto a la bandera nacional, la de los mexicanos todos, y 2. Perpetuar en la conciencia popular, la fecha de la incorporación de las Chiapas al proyecto de Nación Mexicana.
La razón histórica
Las guerras asociadas a la independencia nacional, iniciadas en 1810, provocan entusiasmo entre los habitantes de Chiapas, parte de Centroamérica, por lo que en su gente surge la idea de independizarse de Guatemala. El cuatro de junio de 1823, se instala la Junta General de Gobierno, también llamada Junta Provisional Gubernativa o “Congreso Chiapaneco”. Por lo que las nuevas autoridades emprenden acciones para lograr el cumplimiento del acuerdo, y entonces el treinta y uno de julio de ese año se decreta la separación de Chiapas, tanto de la Corona Española, como de México y Centroamérica.
En esa Junta residían los tres poderes del Estado: legislativo, ejecutivo y judicial, y a México no le agrada la separación que pretenden efectuar las y los chiapanecos de entonces. Disuelve la Junta y repone la Diputación Provisional, y ordena sean efectuadas elecciones para nombrar a los diputados que conformarían un segundo Congreso Constituyente.
El día veintitrés de enero de 1824, el Ayuntamiento de Ciudad Real ―Sxbal de Las Casas―, proclama formalmente su incorporación a México. Tiempo después, la ciudad de Comitán toma la misma resolución… lo que no ocurre con el Cabildo de Tuxtla Gutiérrez, pues sus ciudadanos prefieren unirse a la recién inaugurada República de Guatemala.
Ante la actitud de estos ayuntamientos, se determina realizar un proceso de votación o consulta. Para determinar el destino de la provincia, o para elegir a qué nación debían incorporarse. Por esa razón se efectúan elecciones, cuyos resultados fueron bien concretos: 96,829 votos a favor de México, contra 60,400 que prefieren incorporarse a las Provincias de Centroamérica. De ello deriva que el catorce de septiembre de 1824 se proclame formal y definitivamente la incorporación de Chiapas al estado mexicano.
La idea inicial y el proyecto
Los antecedentes de la edificación del Monumento a la Mexicanidad Chiapaneca, por su parte, aunque también llamado Monumento a la Incorporación de Chiapas, y Monumento a la Bandera Nacional, son los siguientes: la iniciativa corre a cargo del entonces gobernador del estado Rafael Pascasio Gamboa (1897-1979). Su erección es sufragada por el gobierno local y por el pueblo chiapaneco, aunque hay alguna cooperación por parte del presidente de la república Manuel Ávila Camacho (1897-1955).
Esto es, que “por suscripción popular” los habitantes de Chiapas aportan $57,378.95 pesos. El presidente mexicano “en mérito a la significación patriótica del monumento” dona las esculturas cuyo precio es de $25,000.00, mientras que el gobierno del estado aporta $ 89,290.50. Lo que redunda en la suma de $ 171,669.45 pesos.
La “primera piedra” del memorial se instala el catorce de septiembre de 1941, se inician los trabajos el dieciocho de diciembre del mismo año, se concluye la obra el veintiocho de septiembre de 1942 y es “solemnemente inaugurada por el presidente Ávila Camacho el cinco de febrero de 1943”.
El monumento expresa dos grandes ideales: uno, la unión y fe de las y los ciudadanos locales en la patria grande, y dos, el recuerdo y reverencia eterna a nuestros refundadores. Para la patria y la nación mexicana, el par de esculturas representa a una joven chiapaneca que da la mano a otra igual, aunque mexicana… ambas con los emblemas de Chiapas y de México, respectivamente. Para la gente de la tierra nuestra, sobre el basamento se eleva una estela de ascendencia maya, provista de atributos y gráficos asociados a la región.
Características del monolito
El monumento se yergue sobre la cúspide de la colina mencionada, y su altura total asciende a 25.15 metros. Los cimientos se profundizaron a 4.50 metros provistos de una base de 9.30 metros por 10.50 metros, a prueba de sismos; integrada con viguetas en T, ángulos y concreto, lo mismo que de un sistema estructural para toda la escultura. La estela de rasgos mayas, que se eleva sobre el basamento, mide cuatro por seis metros y 12.70 metros de alto, modelada toda por el entonces joven escultor y arquitecto Daniel D’amico Andrade.
El grupo escultórico en la parte frontal y a guisa de basamento sobre una peña, mide seis metros de alto, y todo el colorido es uniforme e imita la piedra chiluca, material de las estatuas. Efigies que son confeccionadas en la ciudad de México por el escultor Juan Fernando Olaguibel (1896-1976), mientras la astabandera corona el monolito, cuya altura de diez metros, unida a los 25.15 previos, hacen el total de 35.15 metros.
Por lo demás y como todos saben, ante la monumentalidad de la obra, fue aprovechada la configuración física del terreno ―hondonada en donde posteriormente se construye el Parque Morelos― para acondicionar el entonces llamado “Estadio Olímpico”, cuya gradería completa lograba acomodar a seis mil espectadores, mientras que, al fondo, abajo, se acondiciona esa magnífica planada, planicie de noventa metros de ancho por 250 metros de largo, ideal para efectuar eventos cívicos y deportivos.
Hacia atrás del bloque monumental, parte trasera, una escalera de caracol conduce al remate de la estatua, en donde sobrepuesta y hasta la fecha, luce una placa memorial de bronce, misma que exhibe los nombres de las personas que formaron el Comité encargado de las gestiones del edificio, las aportaciones oficiales y la cooperación del público. En ella se lee:
Honor a organizadores
“Monumento a la bandera y Estadio olímpico, inaugurado por el presidente de los Estados Unidos Mexicanos Gral. Manuel Ávila Camacho y por el gobernador del estado Dr. Rafael Pascasio Gamboa. Por el Comité Central: Dr. y mayor Miguel Pavía Espinosa, Esteban Figueroa Jr., Tomás Martínez, Ciro Farrera, Lic. B. Daniel Robles, Profa. Isolina V. de Aguilar, Prof. Arturo Mota, J. Pantaleón Domínguez, Arturo Lara, Fernando Castañón, Rafael Moreno, Mayor Alberto Gallegos D., Dr. José Esquinca A., Lic. Modesto A. Cano, Rosario Coutiño, Adrián Jiménez, Prof. Joaquín Cruz y Julio Farías. El cinco de febrero de 1943”.
Vale la pena resaltar, finalmente que, quienes encabezan el Comité Central son: Miguel Pavía Espinosa (presidente), Esteban Figueroa (vicepresidente), Tomás Martínez (secretario) y Ciro Farrera (tesorero).
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