Juan Carlos Cal y Mayor
En 2016 publiqué un artículo en el que advertí sobre el primer triunfo de Donald Trump, que lo llevaría a la presidencia de los Estados Unidos. Era algo previsible, aunque pocos apostaban por ese resultado. De igual modo, he advertido sobre Javier Milei en Argentina, y ahora anticipo —aunque es temprano— que el derechista José Antonio Kast podría convertirse en presidente de Chile. Incluso, es posible que Santiago Abascal de Vox, que hoy representa la tercera fuerza en España, llegue a la presidencia, así como Marine Le Pen en Francia, apoyada por su carismático candidato Jordan Bardella. A todos ellos se les etiqueta como “ultra-mega-recontra-derecha súper-archi-conservadora”, una forma en que los populistas de izquierda demonizan a quienes no son progresistas, woke o socialistas.
Los han atacado tanto que parece que ya no engañan al electorado tan fácilmente como antes. Especialmente en un contexto de fracasos gubernamentales, en los que en lugar de dar resultados contra la pobreza, se han vuelto expertos en discursos vacíos que ya no convencen a nadie. Pero no se trata solo de eso. El avance de la izquierda está ligado al narcotráfico y a la violencia que éste acarrea, como si ambos fueran aliados en el poder. Otro fenómeno preocupante son las corrientes migratorias, que han alcanzado niveles de tsunamis humanos que inundan Europa y Estados Unidos en busca de mejores condiciones de vida, huyendo de la miseria en sus países de origen.
He insistido en que Occidente está bajo asedio, no solo por la creciente influencia de China y Rusia —hoy aliados—, sino también por millones de musulmanes en Europa y millones de latinoamericanos, chinos e hindúes en Estados Unidos. Esta migración afecta la identidad y los valores fundacionales de esos países, que han sido demasiado permisivos en aras de un humanismo mal entendido. La migración en sí misma no es el problema, ya que es un fenómeno histórico y natural, siempre que se realice legalmente y respetando las reglas de convivencia del país receptor. El problema surge cuando se hace de manera ilegal y en grandes cantidades, alterando las costumbres y tradiciones locales e incluso intentando imponer las propias. Lo más delicado —y no es una cuestión de racismo— es que las tasas de crecimiento poblacional de los países occidentales han disminuido drásticamente, mientras que entre los migrantes ocurre lo contrario. Así, las poblaciones nativas ven amenazada su supervivencia ante este fenómeno que afecta sus culturas.
Creo que esta situación es la que hizo ganar a Trump. Si bien es cierto que los estadounidenses recibieron a migrantes como mano de obra necesaria, lo que ven ahora es un proceso fuera de control. Incluso muchos migrantes ya nacionalizados votaron por Trump. ¿Cómo es eso posible? Sencillo… ya no desean ni necesitan que más personas lleguen a abaratar el mercado laboral que les permitió construir sus patrimonios y obtener su residencia legal en Estados Unidos.
El profesor Samuel Huntington ya lo advertía hace más de 20 años en su libro El choque de las civilizaciones. Era solo cuestión de tiempo. En otro de sus libros menos conocidos, ¿Quiénes somos? (2004), Huntington analiza la identidad nacional de Estados Unidos en un contexto de globalización y creciente inmigración. En esa obra, advierte que las tensiones internas ya representaban una amenaza para la cohesión cultural y social del país.
Entre los puntos clave del libro se encuentra el análisis de la Identidad Nacional, en el cual Huntington argumenta que la identidad estadounidense está basada en una combinación de cultura anglosajona y valores protestantes, que incluyen el trabajo arduo, el individualismo y una ética democrática. Según él, estos valores son esenciales para el carácter estadounidense y teme que se estén diluyendo. Respecto al Impacto de la Inmigración Latina, Huntington sostiene que la inmigración de países de habla hispana, especialmente de México, es distinta de las oleadas migratorias anteriores, ya que muchos inmigrantes latinos tienden a mantener su idioma y cultura, lo que podría fragmentar culturalmente a Estados Unidos.
Sobre la Globalización e Identidad Dual, Huntington señala que muchos estadounidenses tienen lealtades divididas o identidades transnacionales, lo cual, según él, debilita el patriotismo y el sentido de pertenencia cruciales para una nación unida. Respecto a la Cultura Anglosajona y el Sueño Americano, el autor considera que la cultura y los valores estadounidenses son producto de su herencia anglosajona, y que, de perderse, Estados Unidos podría dejar de ser la nación que ha sido hasta ahora. Para Huntington, el “sueño americano” es un ideal basado en estos valores y cultura. Finalmente, en Amenazas a la Soberanía, expone su preocupación sobre cómo las instituciones globales y la interdependencia económica están reduciendo la capacidad de Estados Unidos de actuar en su propio interés. En resumen, Huntington sugiere que, para mantener su identidad, EE.UU. debería reforzar sus valores fundacionales y limitar la influencia de culturas y lealtades externas que él considera amenazantes para la cohesión nacional.
No se trata de una cuestión de gustos o simpatías, sino de un fenómeno social que se está manifestando con la elección de Trump. El lema “Make America Great Again” resume precisamente ese sentimiento nacionalista que hoy resurge también en Europa, en una comunidad sin fronteras internas, donde los inmigrantes incluso eligen su lugar de residencia y reciben ayudas sociales ofrecidas por los gobiernos de izquierda. La población local en Europa ya no quiere seguir contribuyendo con sus impuestos a esta carga impuesta por sus gobiernos. De ahí que la derecha esté recobrando fuerza y preparando su retorno al poder.