Juan Carlos Cal y Mayor
Se dice que los indígenas hicieron la conquista y los españoles, la independencia. Fueron los tlaxcaltecas, y no los españoles, quienes hicieron posible la conquista de la gran Tenochtitlan. La realidad es que los indígenas podrían haber logrado la victoria sin los españoles, pero los españoles nunca lo habrían conseguido sin el apoyo de los tlaxcaltecas. Es cierto que otros pueblos, como los totonacas, texcocanos, huejotzingas, e incluso los cholultecas (que en parte fueron reacios a apoyar), participaron en el ataque definitivo. Los tlaxcaltecas no solo brindaron apoyo militar a los españoles, sino también refugio, provisiones y conocimientos locales. El conflicto con los mexicas culminó en un asedio devastador que llevó a la rendición de Tenochtitlan el 13 de agosto de 1521. Todos estos pueblos eran enemigos declarados del imperio azteca debido a la opresión a la que eran sometidos. Estaban obligados a rendir tributos, entregar parte de sus cosechas, eran esclavizados, canibalizados y sacrificados por decenas de miles en los rituales sacerdotales de los aztecas.
En la religión mexica, varios dioses requerían sacrificios humanos, siendo el culto a Huitzilopochtli el más sangriento en esta práctica. Huitzilopochtli era el dios de la guerra, del sol y el dios principal de Tenochtitlan. Se creía que necesitaba ofrendas de sangre para fortalecerse y continuar su viaje diario por el cielo, luchando contra la oscuridad. Los sacrificios humanos eran, en este sentido, una forma de asegurar que el sol continuara saliendo cada día y que el mundo siguiera existiendo.
Otros dioses también demandaban sacrificios humanos en distintas festividades y momentos: Tezcatlipoca, dios de la noche, los hechiceros y el destino, asociado también con las guerras y la muerte, recibía sacrificios en festivales como el Tóxcatl. Tlaloc, dios de la lluvia y de la fertilidad, requería sacrificios de niños, ya que se creía que sus lágrimas ayudarían a producir las lluvias necesarias para los cultivos. Xipe Tótec, dios de la fertilidad, la primavera y la regeneración, recibía sacrificios que involucraban el desollamiento de los sacrificados, en un ritual de renovación de la vida. Estos sacrificios tenían un papel crucial en la cosmovisión mexica, pues creían que el universo dependía del equilibrio entre los dioses y los humanos, y los sacrificios eran una forma de devolver a los dioses parte de la energía vital que ellos les otorgaban.
Cortés y sus aliados tlaxcaltecas llegaron a Tenochtitlan en noviembre de 1519, donde el emperador Moctezuma los recibió pacíficamente, interpretando la llegada de Cortés y sus hombres como el cumplimiento de la profecía de Quetzalcóatl. Cortés, siendo un extranjero de piel clara y cabello distinto, encajaba en el perfil del dios según la interpretación de los sacerdotes mexicas. Los españoles permanecieron hospedados por Moctezuma durante siete largos meses antes de la Noche Triste, que ocurrió el 30 de junio de 1520. Un poco antes, Cortés se vio obligado a salir de la ciudad porque recibió noticias de la llegada de una expedición dirigida por Pánfilo de Narváez, enviada por el gobernador de Cuba, Diego de Velázquez, para arrestarlo por actuar sin autorización del rey.
En ese lapso ocurrió la matanza del Templo Mayor. Cortés dejó al mando a Pedro de Alvarado, un hombre de temperamento impulsivo. El 20 de mayo de 1520, se inició una ceremonia en honor a Huitzilopochtli, cuyos rituales incluían sacrificios humanos, lo cual horrorizó a los españoles. En respuesta, desataron una matanza en la que murieron muchos nobles y sacerdotes, lo que provocó una reacción inmediata y furiosa de los mexicas. Para protegerse, los españoles tomaron a Moctezuma como rehén. Cuando Cortés regresó a Tenochtitlan después de vencer a Narváez, se encontró con una situación fuera de control, en la que los mexicas estaban sitiando a los españoles en sus cuarteles. Se dice que Cortés pidió a Moctezuma calmar los ánimos de los mexicas, y de ahí proviene la versión de que los mexicas se rebelaron contra el propio emperador, agrediéndolo a pedradas, lo cual derivó en su posterior muerte.
En su agonía, Moctezuma pidió a Cortés proteger a sus hijos, quienes fueron llevados bajo el cuidado de los españoles. Su hija Isabel, ya con su nombre castellanizado, recibió un trato privilegiado, llegando a casarse con nobles y conquistadores españoles, lo que la integró en la élite novohispana. En el caso de doña Isabel fueron Alonso de Grado, Pedro Gallego de Andrada y Juan Cano, pues esta hija de Moctezuma enviudó en dos ocasiones; en el caso de doña Leonor, Juan Páez y Cristóbal de Valderrama, ya que ella sólo enviudó una vez. Cortés cuidó de ellas, lo que les permitió obtener títulos, herencias y roles significativos en la sociedad novohispana. Recibieron tierras y propiedades que habían pertenecido a sus ancestros, y con el tiempo, se convirtieron en importantes terratenientes, lo que les permitió mantener y aumentar su influencia económica.
La revuelta contra el emperador y los españoles concluyó con la captura y sacrificio de estos últimos y sus aliados en lo que se conoce como la Noche Triste. Tras reorganizarse y recibir refuerzos en Tlaxcala, Cortés decidió sitiar Tenochtitlan. Los españoles bloquearon el acceso a la ciudad, cortando el suministro de alimentos y agua durante tres meses. La población sufrió de hambre, sed y enfermedades como la viruela, una epidemia traída por los europeos ya inmunizados que diezmó a los mexicas y debilitó gravemente su capacidad de resistencia. Aunque los datos sobre el número de muertos por la viruela son inciertos, el historiador Alfonso Viesca indica que, centrándose en Tenochtitlan y Tlatelolco, y conforme cálculos de diversos autores sobre una estimación de 120 mil casas, cada una ocupada por tres y siete miembros, en promedio, ambas ciudades concentrarían aproximadamente a 300 mil habitantes. Se calcula que más de la mitad falleció por esta enfermedad, es decir, más de 150 mil mexicas.
La ciudad fue asaltada en numerosos frentes, con brutales combates cuerpo a cuerpo en las calles y templos de Tenochtitlan. Finalmente, el 13 de agosto de 1521, Cuauhtémoc, el nuevo emperador, fue capturado mientras intentaba escapar, marcando el fin de la resistencia y la caída de Tenochtitlan, un evento que simbolizó la derrota de la civilización mexica y el comienzo de la colonización española en América.
La gran alianza entre españoles y tlaxcaltecas perduró incluso después de la toma de Tenochtitlan y a lo largo de todo el periodo colonial. Esta colaboración fue clave no solo para la conquista de Tenochtitlan, sino también para la expansión del dominio español en otras regiones de Mesoamérica. Los tlaxcaltecas fueron fundamentales en las campañas hacia el sur y sureste de México, así como en otras expediciones en América del Sur, incluida la región andina. A finales del siglo XVI y durante el XVII, el Imperio español consolidó su presencia en el archipiélago filipino, llevando a indígenas mexicanos que ya tenían experiencia en la colonización y pacificación de territorios indígenas en América. Además de su papel en la colonización, los tlaxcaltecas participaron en misiones religiosas y culturales en Filipinas. Familiarizados con la religión y costumbres españolas, fueron útiles en la transmisión de la cultura y el cristianismo, actuando como intermediarios culturales. Los indígenas mexicanos colaboraron en la construcción de iglesias, edificios públicos y defensas, y también participaron en tareas agrícolas y otros oficios necesarios para el desarrollo colonial.
Hoy, que se revive el debate sobre la llamada leyenda negra en contra de España, la izquierda en América Latina no podía quedarse atrás. El clasismo, el racismo, los privilegios, son parte de la narrativa con la que lucran diariamente para polarizar a la sociedad. De ello se nutren para victimizarse. Por eso, tras cinco siglos de historia, los españoles siguen siendo considerados los causantes de la desigualdad que pretenden erradicar. Ahora resulta que deben pedirnos perdón, como si ese simple acto sanara un resentimiento incubado con fines ideológicos.
Fue la propia reina Isabel quien promovió las Leyes de Indias para garantizar los derechos y un trato digno a los indígenas. En su testamento, Isabel la Católica incluyó un codicilo en el que pedía que los indígenas fueran tratados de manera justa y no recibieran agravios en sus personas o bienes. Siempre se esforzó en hacer respetar los derechos y la libertad de los indígenas, y conden