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Panismo en crisis / A Estribor

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Juan Carlos Cal y Mayor

Por mera casualidad, me topé con un debate entre Adriana Dávila y Jorge Romero en El Financiero TV. Ambos se disputan la dirigencia nacional del Partido Acción Nacional, que se elegirá próximamente mediante el voto de su militancia. Una membresía diezmada, reducida a su burocracia, que se conserva en la medida en que les permite acceso a los espacios políticos. Con pena, pero más por afán de conseguir un cargo que por un verdadero deseo de servir y transformar, aunque siempre hay excepciones.

TRISTEZA

Sentí tristeza y nostalgia por lo que alguna vez fue mi partido. Tristeza porque no los veo a la altura del reto que enfrenta el país ante la consolidación de una “dictablanda” en México, es decir, una dictadura disfrazada de democracia, como recientemente expresó la parlamentaria española Cayetana Álvarez de Toledo y, en su momento, Mario Vargas Llosa, cuando aún gobernaba el PRI en los años 80. Nostalgia porque ahí conocí verdaderos liderazgos con visión de estadistas: instruidos, cultos, asertivos, carismáticos y convincentes. Hombres y mujeres que lucharon por la construcción y consolidación de la democracia, y que dieron ejemplo de honestidad y buenos gobiernos. Un partido basado en principios humanistas, con tesis claras de gobierno, defensor de las libertades económicas, de los valores éticos, de la honestidad. Tesis que ya no se defienden como antes y que han sucumbido a la tentación de un centrismo ideológico que ha desfigurado su propia identidad.

DESFIGURADOS

La izquierda, que a veces tiene tintes fascistas, ha demonizado cualquier otra forma de pensamiento que no sea el credo populista de la 4T. Los llaman conservadores, neoliberales o de ultraderecha, además de racistas, clasistas, homofóbicos, hispanófilos y traidores a la patria, sin más. La derecha, que ya no es derecha, ya no sabe cómo defender sus postulados y se arrincona, derrotada por la batalla cultural que ha impuesto las más ridículas ideologías progresistas. Se ha creado un vacío entre quienes defienden su fe, sus costumbres, sus tradiciones y sus creencias, y ya no encuentran en el PAN a quien las defienda.

SIN DEMÓCRATAS

Llama la atención que, mientras hoy surgen en el mundo occidental —en Europa y América Latina— expresiones políticas con verdaderos liderazgos en defensa de la democracia liberal, los estados democráticos, la economía de mercado, la identidad nacional y el estado de derecho, en países como el nuestro, los demócratas liberales brillan por su ausencia. No hay una defensa firme de nuestros valores. Se reacciona, pero no se acciona. Mientras la derecha hace cuentas, la izquierda cuenta cuentos, y los votantes prefieren los cuentos a las cuentas.

¿QUIÉN PODRÁ DEFENDERNOS?

“Tanta sociedad como sea posible, tanto gobierno como sea necesario”. ¿Dónde quedó ese postulado? ¿Quién defiende el libre comercio? ¿Quién defiende la propiedad? ¿Quién critica aberraciones como el lenguaje inclusivo? ¿Quién debate contra ocurrencias como la autopercepción o la identidad de género? ¿Quién critica la inmigración ilegal y descontrolada? ¿Quién cuestiona el estatismo, el control de precios o los salarios por decreto? ¿Quién defiende con claridad el T-MEC? ¿Quién defiende el vilipendiado neoliberalismo y la prosperidad que ha traído? En México, casi nadie. El PAN está callado, los empresarios amilanados y los economistas obnubilados. Así estamos.

MILEI Y BUKELE

Los mexicanos observamos a distancia a personajes como Javier Milei, que está transformando Argentina a pasos agigantados, y que critica sin tapujos ni medias tintas a la izquierda empobrecedora y sus políticas populistas. “Zurdos de mierda”, así los llama, y los argentinos lo aclaman. Ha asistido al foro de Davos —a donde México no mandó ni representantes— y su discurso se ha convertido en uno de los más virales de que se tenga memoria. Amigo de Elon Musk y aliado de Nayib Bukele, el presidente salvadoreño, otro al que muchos mexicanos ven con la añoranza de quienes queremos vivir en paz en nuestro país, y no a merced de los grupos delictivos. Con una política de mano dura, Bukele ha erradicado literalmente la delincuencia en apenas tres años, encarcelando de por vida a más de 50 mil pandilleros que asolaban su país. Mientras tanto, en México seguimos con la payasada de “abrazos, no balazos”.

SACRIFICANDO EL FUTURO

Próximos a renegociar el T-MEC, estamos viendo cómo Morena destruye el sistema judicial. Por más que la presidenta intente convencer a los inversionistas nacionales y extranjeros, los hechos hablan más que las palabras. Dejaremos en manos de la turba la elección de jueces, ministros y magistrados, subyugando el sistema legal al poder del morenato. No se puede confiar en eso. Sin certidumbre legal, no habrá manera de atraer capitales extranjeros a México. Estamos pateando nuestra propia suerte, dejando escapar las oportunidades que nos ofrece el nearshoring, es decir, la instalación de empresas que preferirían establecerse en México por su cercanía al mercado norteamericano, pero que, bajo estas condiciones, terminaremos por espantar. Estamos sacrificando un futuro prometedor por la necedad de una política asistencialista y estatista, que atenta contra la libre competencia y carga la mano a quienes de verdad trabajan, generan empleos y pagan impuestos para mantener el dispendio de los populistas.

QUIZÁS COLOSIO

No hay en el PAN, y menos en el PRI, alguien que levante la cabeza y empodere a la sociedad. Nadie a la altura de la historia y de las graves circunstancias que sepultan la democracia y atentan contra el desarrollo económico. Un panorama triste. Si acaso, un outsider, alguien que realmente emocione, podría ser el joven Colosio, quien poco a poco va destacando y podría surgir como el ave Fénix. La oposición se encuentra moralmente derrotada, no por Morena, sino por sus propios liderazgos mezquinos. Solo queda la esperanza de que algo bueno suceda de repente.

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