César Trujillo
Cada domingo, mientras mi padre limpiaba las bujías del rabón diez toneladas, color azul, bautizado como Centauro, y nosotros limpiábamos con Vel Rosita el caparazón de ese titán que transportaba café a Veracruz, el tocadiscos llenaba la casa con música de marimba. Era una costumbre que venía, incluso, de los abuelos: la marimba sonaba en las consolas para amenizar el día, la hora de comida, o bien, las fiestas familiares donde se comía sopa de pan, arroz con hígado y molleja de pollo, mole o estofado, y se bailaba sobre un piso con juncia al ritmo de Los Pastelitos, de los hermanos Mazariegos Maldonado, que acudían a los llamados del jolgorio.
Junto a la música de marimba, la música ranchera, los boleros de la llamada Época de oro de la canción romántica mexicana y el rock que llegaba al pueblo en casettes, se convirtieron en fieles acompañantes de mi infancia y juventud. Tras migrar de Yajalón, primero a San Cristóbal de Las Casas y, posteriormente, a la capital Tuxtla Gutiérrez, mi contacto con la música creció. Fue otro, y los fines de semana, cuando me absorbía la nostalgia por el terruño y refugiaba mi tiempo en la limpieza del cuarto, con las labores domésticas, regresaba a la radio local hasta sintonizar el canto de las maderas y el lenguaje tan maravilloso que me hacían sentir en casa.
De Yajalón extrañaba los fines de semana donde algunas marimbas o agrupaciones tocaban y amenizaban las tardes del parque central, mientras las parejas daban vueltas. Tuxtla no era tan diferente en el extinto kiosko del parque central y el Parque Jardín de La Marimba a donde llegué, en mi etapa de universitario, a bailar con amigos de la carrera. Ahí la nostalgia, de vez en vez, me sigue llevando. Pero este texto no pretende hablar de mí ni de mis gustos musicales, sino de una familia que es tradición en la música de marimba en Chiapa de Corzo y a la que llegué primero por casualidad y después por elección: los Nandayapa.
Historia familiar
La historia en sí muestra que esta familia se ha dedicado a tres oficios en uno, por decirlo de algún modo: la ejecución de los instrumentos musicales (en la actualidad tienen el grupo Raíces de los Hermanos Nandayapa, formada por los hijos y sobrinos de don Alejandrino y don Zeferino Nandayapa Ralda), la promoción cultural y la construcción de marimbas. Fue a través de Alejandra Nandayapa de la Rosa, actual directora del Exconvento de Santo Domingo de Guzmán de Chiapa de Corzo y promotora incansable de las diversas manifestaciones artísticas de su pueblo, que pude llegar a la historia de esta gran familia.
Por ella supe que la Familia Nandayapa tiene los primeros antecedentes registrados con don Tino Nandayapa. El profesor Ángel M. Corzo lo describe como agricultor de oficio. Es, pues, un hombre que labraba la tierra con las manos y que por las noches se transformaba en músico. Recorría las calles y avenidas de la heroica Chiapa de Corzo con un violonchelo y tocaba y cantaba los acontecimientos de la época. Tras las huellas de don Tino, de quien se sabe poco, surge Zeferino Nandayapa a mitad del siglo XIX. La historia local lo ubica también como músico.
Más, como cuenta Alejandra, es con don Manuel C. Nandayapa Pereira, allá por 1877, cuando se genera el primer testimonio fotográfico y archivístico de la familia en el quehacer de la música. Joven, talentoso y con gran hablidad para ejecutar los instrumentos musicales, contrajo matrimonio con doña Narcisa Interiano. De esta unión nacieron siete hijos y los dos primeros, Ataulfo y Norberto, de apellidos Nandayapa Interiano, encontraron en las maderas que cantan la pasión de mantener el legado artístico vivo.
Ataulfo fue músico, compositor, director de bandas y maestro de capilla. Norberto fue músico clarinetista, marimbista, director y fundador de bandas. Pero a ello sumó una labor enigmática: era ebanista. Fue, dice Alejandra, quien creó el primer taller de construcción de marimbas de la familia Nandayapa en Chiapa de Corzo. Con él comienza el legado que es ahora un jardín con múltiples vertientes: la construcción, promoción y ejecución de la marimba. Tras contraer matrimonio con María de Jesús Ralda Vargas, nacieron Alejandrino, Flor de María y Zeferino, de apellido Nandayapa Ralda. Alejandrino y Zeferino son y serán por siempre los músicos destacados y los hacedores de un legado que se mantiene vigente. Son y serán referentes obligatorios de la música en Chiapas y el mundo.
Evocación familiar
Cuando Alejandra habla de su familia toma aire y los ojos le brillan de emoción. Me cuenta que Alejandrino y Zeferino Nandayapa Ralda empezaron a trabajar con su padre a los 12 años. A esa edad comenzaron a ser parte de las actividades del taller de construcción de marimbas y fueron descifrando los secretos de la madera, la interpretación de la música en marimba y aprendieron a desarrollar la habilidad de la música escrita: eran compositores.
Tras la muerte de su padre, los hermanos Nandayapa Ralda tomaron caminos diferentes. Alejandrino suspendió el trabajo con su grupo musical y volcó su vida entera a la construcción de marimbas, al tallado de la madera y a la perfección de la misma. Cuando unió su vida a la de la señorita Margoth Vargas Fonseca nacieron sus cinco hijos: Alejandro, Marité, Alberto, Francisco Javier y Carlos. Los cinco hermanos Nandayapa Vargas.
Alejandrino Nandayapa Ralda fue el gran hacedor de marimbas y estaba dotado, cuentan, de un oído absoluto. Su excelso trabajo y su enorme capacidad lo llevaron a dialogar con diferentes personajes que acudían, de diferentes latitudes, para tratar de comprender y descifrar el arte de construir y dar voz propia a la madera. Por radio, televisión, revistas y periódicos impresos se hablaba del talento del hombre chiapacorceño que forjó entre sus manos el canto de las maderas.
Alejandra me cuenta que tras la muerte de su abuelo, el 9 de agosto de 1994, el doctor Andrés Fábregas Puig, entonces director del Instituto Chiapaneco de Cultura, en homenaje póstumo y como reconocimiento al legado, nombró la sala de exposiciones temporales, del Centro Cultural del Exconvento de Santo Domingo, como Sala de Usos múltiples “Alejandrino Nandayapa Ralda”. Un año después fue incluido en la Enciclopedia de la Música de la Universidad de Kansas City, Estados Unidos, por el Dr. Lawrence Kaptain, y el 21 de octubre de 2009 el Cabildo de Chiapa de Corzo nombró Día de la Marimba, en ese municipio, el 9 de febrero (fecha de su nacimiento) en honor a este gran artista.
Linaje
Don Alejandrino Nandayapa y doña Margoth Vargas deben sentirse sumamente orgullosos de su legado. Se lo digo a Alejandra, mientras escuchamos las campanas de la iglesia. Los hermanos Nandayapa Vargas han dedicado su vida a la música, a ser hacedores de marimbas y a la promoción cultural. Tras la trascendencia de sus padres decidieron, también, dedicar su vida a la tradición de la familia y crearon el grupo musical Raíces de los Hermanos Nandayapa.
El amor que ponen en lo que hacen, me dice Alejandra, mientras da un sorbo al café, los ha llevado a trascender fronteras y su propio tiempo. Ahí, revela que el ingeniero Carlos Nandayapa Vargas diseñó la Marimbanda, instrumento que fue adecuado con la aportación de ideas de todos los hermanos hasta conseguir esa joya artística que muchos hemos podido disfrutar. La creación de los hermanos Nandayapa fue presentada en 2010 y se conoce como “la Marimbanda, la marimba que anda”, un invento que los ha llevado a ser entevistados y solicitados en diferentes latitudes.
Pero los hermanos Nandayapa Vargas no sólo se avocaron a la música y a la construcción de marimbas, sino que decidieron abrir las puertas de su taller, ubicado a orillas del Grijalva, a los turistas y visitantes. Con gran profesionalismo consolidaron la conferencia didáctica: “Origen y evolución de la Marimba”, donde Alejandra explica que es ya un producto turístico permanente que es muy solicitado por el turismo local, nacional y extranjero.
Cuando le pregunto por la estructura del grupo, sonríe y cuenta que don Alejandro Nandayapa Vargas, su padre, es el director musical del grupo, el bajista y un destacado compositor chiapaneco que escribe y le canta a las tradiciones y virtudes Chiapa de Corzo. Yo mismo he podido escuchar sus letras y disfrutar su música. Del mismo modo, habla con amor de sus tíos Carlos, Javier, Alberto y de su tía Marité, quien no se dedica a la música en sí, pero que es una escritora admirable, una gran promotora cultural y una investigadora de tiempo completo, a quien considero especialista en los orígenes y la evolución del traje de chiapaneca, mismo que se encuentra en su libro Nárima nilú (Coneculta, 2008).
Alejandra no quiere hablar de ella misma. Pero afirma que las generaciones han trascendido al paso del tiempo. Menciona a sus primos Alejandrina y Gustavo Grajales Nandayapa, nietos del maestro Alejandrino, y quienes se han destacado por sus aptitudes musicales. Son los fundadores del grupo Na’rimbo, que dirige el doctor Israel Moreno Vázquez, y con quien han viajado alrededor del mundo llevando su amor por la marimba a muchas latitudes. Lo mismo con su primo Alberto Carlos, Beto, como le dicen de cariño, y que forma parte de la Marimbanda Nandayapa. Cuando pregunto por los más chicos, los más jóvenes, brotan los nombres de los herederos musicales de los hermanos Nandayapa Vargas: Itzam Alejandrino y Darío Itzaé, ambos hermanos de apellidos Moreno Grajales; Alena Camacho Nandayapa; y Miguel Sebastián Nandayapa de Paz. Todos tocan, desde muy niños, pero también bailan y practican deportes, aunado que son estudiantes destacados.
Río Verde
Alejandra me explica que su apellido significa, en lengua chiapa, río verde. Y mientras me muestra imágenes de su familia, fotografías que son el vestigio de un pasado y un presente desde donde se desgajan el arte y la cultura, algo de mí piensa en el taller de los hermanos Nandayapa, en las manos que tallan la madera, en las miradas que van dejando el eco de este tiempo, en la música del agua del Grijalva que corre y baña a uno de los pueblos más longevos de la entidad.
Río verde es el significado del apellido de esta gran familia que tiene 200 años de legado artístico. Río es el Grijalva. Verde la tierra de donde vengo. Siempre las palabras y sus significados evocan, nombran lo que somos. Río verde es Nandayapa y viceversa. Alejandra muestra una foto donde su padre y su tío Carlos sonríen. Ese instante es irrepetible. Hay otro instante donde, separados, juntos al gobernador, también ríen. Pero esta es otra historia: la de una medalla con el nombre de un pintor y grabador chiapacorceño. La de un reconocimiento merecido a la enorme trayectoria. La de una medalla que reafirma que uno cosecha lo que siembra.
Río verde, pienso, y el río Grijalva extiende su majestuoso cuerpo, y empieza a cantar justo a esta hora cuando el cielo se ha tornado nublado y las primeras gotas anuncian la lluvia, el arribo del agua que es siempre la esperanza de los árboles, del verde que es vida, del río verde que somos.
Barrio San Roque, septiembre de 2024.César Trujillo. Escritor y politólogo. Ha publicado siete libros de poesía. Su obra ha merecido el Premio Nacional de Poesía Timón de Plata 2014, el Premio Nacional de Poesía Rodulfo Figueroa 2017, el Premio Juegos Florales de San Marcos Tuxtla 2019 y el Premio Nacional de Poesía Ydalio Huerta Escalante 2019.