Adolfo Ruiseñor
A propósito de cumplir más de cuatro décadas en el trabajo creativo como escultor, el maestro Robertoni Gómez Morales se ha consolidado como una figura emblemática de las artes plásticas, dentro y fuera de Chiapas.
Su obra pública (piezas monumentales o performance estacionados permanentemente en nuestra mirada); o bien, aquella realizada en murales de arcilla con tablillas que se integran como un maravilloso rompecabezas, es el espacio en donde se resuelven y completan los hitos de la vida.
En ella, los temas de la historia antigua o reciente de estas latitudes como la educación y la política; el surgimiento de las artes (la música, la escritura, el teatro o la danza); la naturaleza femenina o la madre o el padre generador (pienso en El hombre de Maíz); o todo lo que nos acerca a la más íntima condición del ser humano, están armónica y estéticamente presentes.
Sus manos prodigiosas moldean el barro a detalle como lo hicieran aquellos prístinos creadores (Dioses y Hombres), insuflando vida con su poderoso arte a esas adámicas figuras, que parecen fugarse del espacio que las contiene y dar cuenta de su destino o dejarnos su testimonio, a coro o en voces solitarias, según sea…
En el mural de carácter histórico, en el que igualmente emplea el barro generativo y oriundo de la tierra, destaca una visión crítica y aguda, una sinceridad y desparpajo que nos muestra la realidad tal cual es (plausible o abominable), donde cada personaje tiene el lugar que se merece empezando por los propios espectadores, que nos asomamos a un espejo de cuerpo entero donde se reflejan las preguntas que agobian nuestra existencia…
“Barro soy y Omar me llaman…” decía en un injustamente olvidado poema el bardo tuxtleco que fue Omar Gordillo Moreno, que bien cabe aplicar a nuestro Maestro de Villaflores, porque en este material es en el que desenvuelve sus creaciones (Barro soy y Robertoni me llaman).
Un elemento terrestre tan antiguo y tan eterno como las sucesivas generaciones, que desde las arquetípicas tablillas del Gilgamesh, viene convirtiéndose en la memoria más antigua, tangible y perdurable de la humanidad, cuerpos y rostros surgidos del talento creativo del Maestro de Villaflores…
En su más reciente trabajo “La Universidad y el Pueblo”, a encargo de la comunidad de la Universidad Autónoma de Chiapas, el Maestro Robertoni Gómez Morales despliega una narrativa visual en la que se refunda la misión y visión de esa institución de educación superior, en cuyo crisol se forja la inteligencia y el saber de la juventud estudiosa.
Se delinea en las piezas que conforman la obra mural (relieve en cerámica en gran formato, con arcilla de diferentes partes del estado, 2.40 x 5.80 metros), una expresión que tiene bastante de la exigencia sintética del poema, pero también de la volumetría del arte plástico. Felices nupcias que en un espacio contenido se desbordan de sentido…
Cómo educar, para qué educar, por qué educar, a quiénes educar, se despliega generosamente el alcance conceptual de su propuesta.
Es arte y no artificio; es enseñanza y no retórica hueca. Quien contemple y aprecie “La Universidad y el Pueblo”, podrá entenderlo desde la primera impresión.
José Vasconcelos fue uno de los más grandes promotores y generadores de la necesidad de acercar el arte y las grandes creaciones del pensamiento al pueblo. Promovió la edición de las obras literarias clásicas, históricas y sociales accesibles a todo público.
Colecciones literarias, murales, obras de teatro y un largo etcétera, educador y filósofo como lo fue. Qué bueno que en Chiapas este gesto permanezca vivo y dinámico. La prueba más reciente es este mural que corona la trayectoria del maestro Gómez Morales.
Robertoni tiene un lugar seguro y preponderante entre los protagonistas del arte en Chiapas, al lado de Corzo, Velázquez, Suasnàvar y muchos otros más, viene construyendo la narrativa plástica en la que nuestra memoria nos recuerda qué fuimos, quiénes somos y hacia dónde nos dirigimos. El arte es, en esencia, además de una expresión estética, una oportunidad de contemplarnos en el entramado de formas, texturas y colores que nos proponen nuestros grandes artistas.
Por todo ello, alguien o algo, desde las paredes de la Universidad, su propuesta nos guiña el ojo y llama la atención para que fijemos la mirada en la obra. No cabe duda, hay Robertoni para mucho rato todavía.