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Reforma espuria / A Estribor

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Juan Carlos Cal y Mayor

Fue desaseado, por decir lo menos, el espectáculo montado por la cámara de senadores en la discusión de la reforma al poder judicial. Fue además patético ver a los defensores turiferarios del régimen esbozar argumentos desde el ejercicio monopólico de la voluntad popular expresada en esa entelequia que denominan pueblo. Esa mayoría -expresada en las urnas- producto de la compra en abonos chiquitos con tarjetas débito, del voto mayoritario a través de los programas sociales. Con ello ejercen el poder como patente de corso para transgredir la ley con el mayor cinismo.

Una oposición en modo chairo que a gritos y sombrerazos pretendía dejar evidencia la demagógica oferta de que el pueblo elija a sus juzgadores, previo eso sí, palomeo de la grey cuatroteísta y un presidente que prefiere 90% lealtad y 10% capacidad. No es el pueblo libre y soberano sino la feligresía morenista a propuesta de la nomenclatura morenista que controla el poder ejecutivo, legislativo y muy pronto el judicial, quienes van a aprovechar la reforma para trepar sin escalas a cargos y salarios de la mayor responsabilidad con cero experiencia.

Una reforma que tira por la borda años de formación en un oficio profesional especializado y la deja en manos de aprendices que ejercerán la determinación de la justicia como si se tratara de un servicio social al que llegan a aprender teniendo como conejillos de indias a los propios ciudadanos. Se trata de barrer como todas las instituciones y las estructuras de poder para hacerlas un convite al que la turbamulta está convocada. De hacer justicia por aclamación haciendo que se juzgue con el hígado a cambio de popularidad.

Leales al pueblo y no a la Constitución. Un experimento único en el mundo en que los juzgadores se deberán al pueblo y no a la ley. Juzgadores hipnotizados por la doctrina del resentimiento que tan bien enarbola Morena que buscarán congraciarse con la audiencia haciendo justicia por aclamación de la euforia popular como en la edad media y la santa inquisición. Esa misma justicia que justifica los linchamientos populares tan arraigados en nuestra cultura popular. Nos recuerda el saqueo con el que el cura Hidalgo incitó a las masas empobrecidas para cobrarse a la mala en un aquelarre siniestro que culminó con el genocidio, las violaciones y el robo a criollos y peninsulares en la Alhóndiga de Granaditas. Eso que luego llamaron el movimiento insurgente que no era otra cosa que una turba de esas que roban televisores y microondas en las tiendas de conveniencia cuando hay desastres naturales.

A un bandolero asesino despiadado como Pancho Villa ascendido a héroe revolucionario sin importar la innecesaria maldad con que ajusticiaba a quien le venía en gana. Tiene su lógica. La 4t encarna como nadie el odio, los resentimientos y la venganza popular que nada construye, pero sí destruye con alta eficacia.

No hay personajes a la altura de la debacle histórica. Un discurso que haga retumbar en sus centros la tierra. Todos y cada uno de los debates por parte de nuestros representantes populares muy distantes al de verdaderos estadistas. Es en lo que se ha convertido la clase política. Una horda de verduleras que mascullan los textos maltrechos de sus asesores que les hacen la tarea. Nada que pueda trascender para la posteridad. Una casta política mefítica sin asomo de virtudes.

LO QUE VIENE

Me preguntan qué es lo que viene. Será el desacato a los amparos y cualquier ordenamiento legal que derive de la Corte. Legisladores que siguen a pie juntillas al líder fascista que será la sombra de Sheinbaum en el poder. Un paquetote que obligará políticamente a proteger los intereses de ciertos grupos de inversores extranjeros, los que convenga al régimen. Un reinado con las instituciones y pueblo acuclillado. Noroña como faro de la moral cuatroteísta. El desencanto y la demolición de una oposición mediocre para dar cauce a un partido de estado.

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