Gilberto Ozuna
Decía que el cambio de régimen que López Obrador busca es llevar al país de una condición medianamente democrática a una situación en la que la voluntad de un sólo hombre, o mujer, sea la ley suprema. Su gobierno se caracterizó, además de por su mediocridad en los resultados de sus políticas públicas, por su afán autoritario. A la sumisión total del poder legislativo al que en sus iniciativas les ordenaba no cambiarles ni una coma, como ocurrió y salvo algunas derrotas qué le propició el bloque opositor en la Cámara de Senadores, siguió su intención de tener el control absoluto del Poder Judicial, incluyendo, por supuesto, al estratégico Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. A esos apétitos autoritarios no escaparon la desaparición de los órganos autónomos como el INE, el INEGI o el CONEVAL, entre otros a quienes no pudo engullir precisamente porque no pudo doblar al bloque de contención que se construyó en el Senado. La SCJN por su parte, ya sin la presidencia de su servil Saldivar, tampoco le permitió avanzar en algunos de sus pretendidos cambios a la Constitución, dando origen a su lapidaria frase de que…” no me vengan conque la Ley es la Ley” y que pintó de cuerpo entero no sólo su estilo personal de gobernar sino su afán autocratico.
Tanto sus derrotas en la Cámara de Senadores como el SCJN dieron origen a su llamado Plan C y se aplicó a fondo para conseguirlo; no otra cosa significaron sus acciones en todos los frentes: usó sus mañaneras y sus giras al interior para apuntalar a Claudia al mismo tiempo que defenestraba a Xochitl; utilizó los órganos de gobierno, principalmente la Secretaría del Bienestar, para que sus Servidores de la Nación, peinaran el país con la amenaza de que si no se votaba por Claudia les iban a quitar los programas sociales; los 23 gobernadores miembros de morena o alineados con él, se encargaron de llenar las plazas en los mítines de Sheinbaum,; se abrieron aún más las válvulas para que fluyeran miles de millones de pesos a la campaña oficial; se coptaron a los priistas, panistas o perredistas que fueran necesarios para sumar votos, sin importar si eran corruptos, prófugos de la justicia o delicuentes (la operación del narco a favor Claudia también operó en estados como Sinaloa, Guerrero o Chiapas). A estas alturas López Obrador ya había coptado al INE y a la mayoría de los magistrados electorales, controlando a 3 de 5 de ellos.
No bastó que, en los hechos, López Obrador había sido un autocráta, no, quería que su legado a este país fuera la autocracia, que se modificará la Constitución para que ello ocurriera. Ese es el fondo de sus intenciones con la sobrerrepresentación en el Legislativo y su deseo de desaparecer al Poder Judicial tal como lo conocemos y a los órganos autónomos para que no haya contrapeso alguno a las decisiones que pueda tomar el presidente en turno. Asume que México es homogéneo y que no debe haber más poder y gobiernos que los que emanen de morena. Tal vez está pensando que no sólo su legado sino su descendencia permanezcan en el poder por varias décadas más y por eso hoy ha promovido que su hijo, el Andy, sea el próximo secretario general de morena y lo que venga. Olvida que, con todo y las marranadas de su parte que vimos en la elección pasada, sólo el 54% de los votos fueron para los legisladores de morena y no el 74% como pretenden hacernos creer. Las mayorías espurías no se podrán sostener eternamente, menos aún cuando lo que se tiene es un proyecto para conservar el poder y no un proyecto para resolver de fondo los graves problemas que nos aquejan como mexicanos y que tienen que ver con educación, salud o seguridad.
PD: la autocracia en cualquier país sólo es posible porque un sector de su población lo permite ya sea por interés, conveniencia o ignorancia pero, por fortuna, ninguna autocracia es eterna.