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A 200 años del Chiapas mexicano

A 200 años del Chiapas mexicano
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Manuel Ruiseñor Liévano

La construcción del sentido de identidad y pertenencia a una comunidad, se alimenta y fortalece a partir del saber de su historia, sus conmemoraciones y por medio de las obras del patrimonio cultural y artístico que legaron sus pueblos y comunidades, así como sus visionarias mujeres y hombres.
Ejemplos para enorgullecernos y llenarnos de alicientes para andar el tiempo que sigue en mejores condiciones de bienestar y crecimiento como entidad federativa, por supuesto que existen; son pilares que deben orientarnos hacia la construcción social de un Chiapas más justo, equitativo e incluyente.
A lo largo de su trayecto, esta noble tierra que se apresta a cumplir 200 años de ser parte esencial de los Estados Unidos Mexicanos –cuya data se remonta al 14 de septiembre de 1824–, ha celebrado esa memorable fecha como factor de cohesión social; la ha retomado de vez en vez como combustible de unidad y reconciliación. Unas veces, el gobierno del estado libre y soberano de Chiapas, desde el poder Ejecutivo, lo ha hecho en tono aclamatorio y otras en tono de reproche, pero siempre ha tenido algo que decir. La sociedad por su parte, también ha hecho sonar su voz. La alzó hace tres décadas la insurgencia del EZLN, aunque fuera de un escenario celebratorio, pero lo hizo de manera determinante.
Este año de 2024, ha surgido una nueva convocatoria tras un proceso electoral que está marcando un cambio de régimen. Con motivo de ese trascendental acontecimiento, el colectivo chiapaneco tiene ante sí la imperdible oportunidad de mirarse en el espejo de los tiempos; reflexionar sobre lo que mira en el ahora, sin perder de vista el ayer, para situarse en el camino por venir y decidir cuál será su forma de participar en un nuevo ciclo.
Se dice fácil, pero no faltan los motivos. La ciudadanía salió de sus casas y acudió a las urnas en una proporción sin precedente, a efecto de elegir a quien desde el gobierno encabezará lo que ha dado en nombrarse NUEVA ERA DE CHIAPAS.
Ocho de cada diez electores se manifestaron a favor de un personaje llamado Eduardo Ramírez Aguilar. Un político de nueva generación, aunque con una larga trayectoria de lucha y servicio, cuyo mensaje en torno a la unidad y reconciliación, la seguridad, el bienestar colectivo y el crecimiento económico, así como el respeto a los derechos humanos y el impulso a los pueblos y comunidades indígenas, convenció a 1 millón 866 mil chiapanecas y chiapanecos.
Enorme capital político, se dice fácil, pero hay bastante obra de respaldo en torno a un proyecto que, significativamente en una celebración como la del 14 de septiembre, envía un mensaje claro al pueblo de Chiapas en estrecho vínculo con el hoy y el mañana de una tierra que, por decisión democrática, unió su destino a México. Eduardo Ramírez le ha dicho a cada chiapaneco Jam ach ulel, expresión en lengua tsotsil que significa “abre tu conciencia”.
Un hecho hasta antes inédito y extraordinario en la vida política del estado, toda vez que ningún candidato al gobierno, fuere del partido que fuere, había tomado como base de su convocatoria una expresión inmemorial de los pueblos originarios. Sobre todo, si consideramos que 1 de cada 3 chiapanecos es indígena.
Tuvo que pasar un enorme caudal de tiempo, para que se visibilizara una realidad innegable en Chiapas: el olvido y abandono en que se había tenido a los pueblos y comunidades indígenas; y más aún, para considerarlos factores del desarrollo. El camino de su inclusión ha tenido diversos esquemas de atención, algunos exitosos y efectivos y otros no tanto. Sin embargo, ha habido avances significativos en la defensa de sus derechos y en la promoción de su bienestar colectivo.

La ruta por andar es larga, pero la convocatoria política y social de la Nueva Era, haciendo uso de la ancestral voz de los pueblos indios, es ya un nuevo paradigma en este Chiapas que se apresta a ser Bicentenario. Sin hipérbole, puede advertirse con claridad la puesta en marcha de una nueva forma de hacer política y gobierno, cuya base ha sido la democracia participativa, la planeación del desarrollo con ejes transversales nuevos como la chiapanequidad, además de la equidad, la perspectiva de género, los derechos humanos y la inclusión social. Enhorabuena, porque todo indica que no faltan motivos para celebrar en lo más alto del ánimo colectivo, nuestro primer Bicentenario como Chiapas mexicano.

Sin duda, la trascendental fecha que se aproxima podría igualmente leerse como un llamado a ponernos los prismáticos de la emoción, responsabilidad y participación, para mirar con atención y respeto que en la fuerza de nuestra historia y diversidad cultural, se encuentra un futuro mejor.

Todo ello, sin dejar de considerar que por sí mismo, nadie, nunca, ningún esfuerzo individual o interés particular, basta por sí mismo para cambiar la historia. El destino se escribe con las decisiones de la gente. Los chiapanecos estamos llamados a convertir nuestras ideas y anhelos en acciones. Este 14 de septiembre próximo, acaso es un momento inmejorable para ser mayormente participativos y con propuestas. Jum ach ulel, tracemos juntos nuestro destino.

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