Manuel Zepeda Ramos
La magia resolutiva de las seis cuerdas
-hacia una apología de la transcripción-
II
Habla el doctor Laguna, académico de la música en la UNAM y autor del prólogo en el libro de Alfredo Sánchez::
“El Ilusionismo Guitarrístico es una edición estructurada por transcripciones, arreglos, versiones y adaptaciones que suman al repertorio para guitarra, música de altísima calidad. En ellos no solo se aprecia el manejo pulcro y refinado de la polifonía, sino minuciosas digitaciones que revelan un respeto absoluto por la música. Evidentemente, esta depurada selección de obras de carácter serio y expresivo, son un reflejo de la gran experiencia y madurez que, como maestro, transcriptor e intérprete ha conseguido Alfredo Sánchez, quien no deja de sorprendernos por su gran capacidad para adaptar a nuestro instrumento obras que parecerían irrealizables”.
“Asumiendo que la partitura es una imagen conceptual de la música donde se plasma el lenguaje creativo de un compositor, es preciso seguir puntualmente las digitaciones e indicaciones marcadas, no solo por un indudable sentido práctico, sino para compenetrarse en el arte de la interpretación desde la perspectiva del autor. Habrá que sumergirse en las profundidades de la música para transmitir con emotividad el reflejo de las impresiones que están inmersas en ella y, como dice Hopkinson Smith: buscar nuestra propia voz en el instrumento”.
Habla Alfredo Sánchez:
“Una sucinta inmersión en la historia de nuestro instrumento nos permite constatar que los guitarristas son proclives a la práctica de la transcripción. Un análisis superficial puede llevarnos a concluir que esta situación surge del prurito febril por experimentar con nuestras propias manos parte del gran repertorio que proverbialmente ha distinguido a los pianistas y violinistas de todo el mundo. Y, aunque podamos constatar que las transcripciones son, en general, de gran aceptación para el auditorio, es frecuente encontrarnos con personas que no dudan en mostrar su rechazo por esta actividad. El argumento habitual de quienes muestran tal rechazo, es que hoy día existe al alcance de cualquier guitarrista un gran número de composiciones originales. No obstante, este argumento es insostenible si consideramos que, desde sus inicios, la práctica de la transcripción está mayormente relacionada con las cualidades inherentes a un instrumento que no deja de sorprender por sus cualidades polifónicas, tímbricas y resolutivas, mismas que han incitado a guitarristas de toda época y latitud a la búsqueda exhaustiva de más y mejores alternativas de expresión. Sin embargo, la posibilidad de escuchar la interpretación de una obra célebre en una tesitura, timbre y/o sonoridad diferentes a la de su concepción , es algo que a todos podrá despertar su interés o, cuando menos, su curiosidad. Es por ello que esta investigación pretende ser una apología, es decir, tanto en defensa como a la vez una alabanza de la transcripción. Misma práctica que, en su debido contexto, sería habitual entre laudistas y vihuelistas del Renacimiento”.
“Como intérpretes, todos hemos vivido la expectación de tener ante nuestro atril una partitura que anhelamos tocar. Experiencia que puede tornarse en desilusión cuando notamos que la partitura no tiene resolución musical: Nos hemos topado con una transcripción fraudulenta. Esta es una de las razones por las que me decidí a realizar esta investigación para resguardarnos de la frustración que produce toda mala transcripción, por ello la pertinencia de una apología de la transcripción. Es sabido que toda defensa que se avenga como tal, habrá de edificar sus argumentos sobre evidencias que le den sustento. Es por eso que, más allá de lo apologético, el corpus principal de mi libro consiste en su dimensión demostrativa -partituras-, donde incluyo algunos ejemplos de transcripciones con el deseo de que esta práctica continúe siendo una actividad honesta y de primer orden dentro del mundo de la guitarra clásica. Este libro simboliza la materialización de mi deseo”.
“Espero que esta investigación presentada en forma de libro, ayude a arrojar luz sobre una confusión que ha persistido a lo largo de siglos. No hace falta interiorizar a profundidad para advertir una duda generalizada entre intérpretes y editores en general, sobre no saber diferenciar con precisión cuándo es que se trata de una transcripción y cuando de una adaptación, de un arreglo o de una versión. Quizá pueda considerarse que este punto no es de extrema relevancia ya que, tras siglos de no haber llegado a un consenso, no parece haber afectado, pero lo cierto es que nadie podrá negar que un acuerdo de criterios a todos podrá beneficiar. Asimismo, mi libro pretende resaltar esa parte no tan explorada de nuestro oficio como intérpretes, con la esperanza de allanar los caminos que llevan a trascender los límites de lo meramente guitarrístico hacia lo expresamente musical”.
En esta jornada de tres días de la música clásica alrededor del libro de Alfredo Sánchez celebrada en la facultad de música de la Universidad Veracruzana, asistieron participantes, nacionales y extranjeros, respetados en el mundo de la interpretación de este instrumento maravilloso.
En una de las mesas redondas celebradas, surgió el comentario del virtuosismo de don Andrés Segovia, que llenaba teatros de tres mil espectadores, a los que enloquecía con su sola guitarra clásica, acústica, sin ningún apoyo sonoro que todavía no hacía su aparición en el mundo moderno. La gran sorpresa se la llevaban después los interpretes de las adaptaciones de Andrés Segovia al ver que no reproducían las florituras musicales del gran intérprete, porque no estaban plasmadas en la partitura: eran producto del talento interpretativo del gran guitarrista y no del compositor al que el maestro había adaptado para guitarra.
Es la gran tesis de Alfredo Sánchez: no basta realizar solo una transcripción, sino ésta deberá estar apegada, estrictamente, a lo que quiso expresar el compositor. El libro cuenta con transcripciones respetuosas de los grandes músicos, hechas por su autor.
Nos vemos en el siguiente capítulo.