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Los cuentistas / Al Sur

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Guillermo Ochoa-Montalvo

Querida Ana Karen, Para el estado más rico en recurso naturales como es Chiapas, y al mismo tiempo, el de mayor pobreza económica patrimonial y alimentaria, sumido en la violencia y el crimen; supeditado a la miseria humana de unos cuantos y a los más bajos niveles de educación, salud, vivienda y bienestar, sólo nos queda la cultura de su gente, su ingenio, su arte y sus intensas luchas por mantener la risa en medio de tantas vicisitudes tratando de crear sus propias leyendas, historias y cuentos.

Cuando leo a sus prodigiosos escritores y cuentistas de Tonalá, Comitán, Tapachula, Tuxtla Gutiérrez, San Cristóbal y otros municipios, añoro los domingos de antaño donde la gente podía pasear las mañanas en la Calzada de los Poetas o en la Casa del Lago en el Bosque de Chapultepec escuchando a los cuentistas cual juglares modernos. En los años sesenta, solía acudir a la Casa del Lago a escuchar a los viejos, quienes salían de su rutina semanal en el Café de la Habana para contarnos fabulosas historias y leyendas sobre la Ciudad de México a la orilla del lago de Chapultepec. Los niños llegábamos ávidos por escuchar a esos hombres de abrigo negro, bufanda y boina catalana. Eran los contadores de cuentos quienes narraban las historias o leían poemas entre bocanada y bocanada a sus enormes Habanos. Abrían sus termos y se servían café para acompañar las interminables charlas, rodeados de los escuincles quienes, en cuclillas, escuchábamos atentos.

Con esos españoles exiliados en México, conocí la obra del coahuilense don Artemio del Valle-Arizpe quien por cierto, llegó a ser Diputado de un Distrito del Estado de Chiapas en el Congreso de la Unión en 1911, sin conocer siquiera la región a la que representaba. Pero eso sí, como Diputado por Chiapas, asistió al derrocamiento de Porfirio Díaz.

Don Eduard Sert Puig, se decía pariente del anarquista Joaquín Puig Pidemunt fusilado durante la guerra civil. Y ese viejo catalán quien nos contaba historias, conocía bien a Don Artemio del Valle-Arizpe y al yucateco don Emilio Abreu Gómez de quien quedó fascinado con su obra “La Xtabay” basada en la leyenda maya del mismo nombre.

Cuando Don Eduard llegó a México, acababa de aparecer la obra más conocida de Don Emilio Abreu Gómez: Canek. Hasta la fecha nunca he abierto ese libro, pues preferí quedarme con el relato del viejo Eduard quien nos mantenía en suspenso al relatarnos las aventuras del joven guerrero quien en 1761 luchaba contra las injusticias que oprimían a su pueblo.

A Canek lo imaginaba tierno y fuerte, altivo y humilde, rebelde y amoroso. Un héroe digno en la batalla. A don Eduard le temblaba la voz cuando pronunciaba el nombre de Canek y su elevado espíritu de nobleza y justicia. Y nosotros, los niños, quedábamos trémulos de emoción con él al decirnos: “Ahora les diré a propósito de Canek, que el guerrero verdadero se mide por sus glorias, por su orgullo e inflexibilidad en la derrota honrada, como por su humildad y magnanimidad en la victoria”.

Esa parte nunca la comprendí hasta que un día, pasados muchos años, leí un cuento que inicia así: “Este no es un texto político. Es sobre los niños y niñas zapatistas, sobre los que estuvieron, sobre los que están y sobre los que vendrán. Es, por tanto, un texto de amor… y de guerra”. “Los niños pueden producir guerras y amores, encuentros y desencuentros; creanmagos impredecibles; los niños juegan y van creando el espejo que el mundo de los adultos evita y aborrece. Tienen el poder de modificar su entorno y convertir una hamaca vieja y deshilachada en un moderno avión, en un cayuco, en un carro para ir a San Cristóbal de Las Casas. Un simple garabato, trazado con el lapicero, les da batería para contar una complicada historia donde el “anoche” abarca horas o meses, y el “ahorita” puede querer decir “el siglo que viene”, donde ellos y ellas son héroes y heroínas. Y lo son, pero no sólo en sus historias ficticias, también y sobre todo en su esencia de niños y niñas indígenas en las montañas del sureste mexicano”.

Uno de esos domingos, Eduard nos condujo de la Casa del Lago a la orilla del lago para mostrarnos la danza de los cisnes al momento del cortejo. Macho y hembra se fundían en uno hasta formar un corazón con su cuello. “Observen, nos decía, -ese es el corazón del amor y la fidelidad de estos animales que permanecerán juntos toda su vida. ¡Lástima que la humanidad no sea un cisne fusionándose en uno para formar el mismo corazón!”.

Mientras observábamos el ritual de los cisnes, vimos cómo cinco jóvenes correteaban a otro. Lo rodearon, le cerraron el paso y entre todos le golpearon hasta que llegaron los vigilantes del bosque para separarlos, alertados por el viejo Eduard.

-Eso es barbarie entre los hombres, nos dijo entristecido. En cambio, esto es amor entre los animales, exclamó, refiriéndose a los cisnes. ¿Es que será más noble la esencia de los animales que la del hombre? Y guardó silencio, un largo silencio.

Eduard, nos puso a pensar en los cisnes. Y ese ejercicio de observación de la Naturaleza, le daba ocasión para relatarnos la leyenda de la Mulata de Córdova quien cobrara fama por su don de la ubicuidad y como abogada de lo imposible. Esa mujer de extraña hermosura, perennemente joven, incapaz de entregar el corazón a nadie.

Eduard conocía de amores y guerras en carne propia como la que vive Chiapas desde hace años; y cuando nos relataba algunas historias en torno al Árbol de Guernica, sus ojos se cristalizaban, tal como Marcos pronunciaba sus discursos en forma de poema.

De Don Artemio Valle-Arizpe guardaba una especial admiración. Cuando hablaba de él, lo hacía con solemnidad y respeto. –De seguro don Artemio fue ilustre hispano en la época colonia de México y nos trajo a este Siglo XX las antiguas leyendas e historias de la colonia y del México decimonónico con su peculiar acento y construcción gramatical. Si algún día ustedes, son invadidos por la envidia, destiérrenla de su espíritu y miren hacia los grandes hombres que con su talento han luchado por dejarle a México un acervo de cultura, arte e historia digno de preservarse para siempre.

En otra ocasión, nos llevó libros de Artemio Del Valle-Arizpe a un precio de risa. En verdad, le interesaba más, darnos la oportunidad de leer pues el precio de los libros no era para pensar en ningún tipo de negocio. Entre aquellas obras, recuerdo algunos títulos como “Andanzas de Hernán Cortés”; “Personajes de Historia y Leyenda” o la célebre biografía de una mujer de gran belleza y talento llamada María Ignacia Rodríguez de Velasco y Osorio Barba, admirada por Alexander Von Humboldt a quien el escritor noveló como “La Güera Rodríguez” para recobrar vida en la figura de Fany Cano en la cinta del mismo nombre dirigida por Felipe Casals quien naciera en Guatari, Francia pero registrado en Zapopan, Jalisco.

El viejo catalán conocía muchas historias de México y España con las cuales nutría nuestra inquieta imaginación y no en pocas ocasiones, nos metía en problemas al confrontar en la escuela sus versiones con la historia oficial de México. Cuando le reclamábamos, simplemente nos respondía: “La historia la escriben los vencedores, y no siempre coincide con la verdad. Esa es la Verdad que vosotros tenéis que buscar en sus vidas antes de emitir cualquier juicio precipitado”. Don Artemio Del Valle-Arizpe murió a los 77 años en 1961 en la ciudad de México.

Esos cuentos y leyendas aún los mantengo frescos en mi recuerdo al escuchar en Tapachula a Enrique Orozco Bajo el Mango donde su aglutinan poetas, escritores y cuentistas, y ahora los escucho en Comitán con Selene Argueta, con Yolotzin, o con Clara del Carmen Guillén y muchos más que contribuyen con su obra a crear luces de esperanza para el retorno a la armonía, la paz y la tranquilidad porque el Arte nos salvará.

Ana Karen, en esta tierra chiapaneca en donde sembramos sin cosechar, en donde vivimos con la satisfacción de brindar lo mejor de nosotros, en esta tierra donde naciste y en la cual esperamos morir. Hoy, como siempre, te dejo mi amor y en tu mente la libertad de actuar con el sentimiento de construir por México donde quiera que te encuentres, dondequiera que puedas, porque este país merece otro rostro, un rostro humano donde las voces de los cuenta cuentos vuelvan a deleitar a los niños porque despertar la imaginación infantil es una cuestión de amor.

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