Rodrigo Ramón Aquino
Al ganar la elección presidencial estadounidense de 1932, Franklin Delano Roosevelt prácticamente desapareció. No habló de planes de gobierno, ni de designaciones en su gabinete, ni se reunió con el presidente en ejercicio, Herbert Hoover, para resolver la transición. Su estrategia fue la sana distancia, la ausencia para incrementar la expectativa. Las cosas no iban bien, el país sufría una profunda crisis económica y el ánimo nacional estaba crispado y con mucha ansiedad.
Pero ya en su discurso inaugural, Roosevelt dejó en claro que haría las cosas distintas y tomaría distancia de sus antecesores. Aquella aparente calma tras el triunfo se volvió en una intempestiva carrera contra el tiempo. El ritmo cambió y las decisiones se volvieron audaces: nombramientos, medidas legislativas, dichos dramáticos y memorables. Él puso de moda los famosos 100 días de gobierno y con ello cambió el ánimo y el rumbo de toda una nación.
A la política, se sabe, hay que dotarla de narrativa. Definir la historia y el mito que se va a contar. En el caso de Chiapas, en la elección de 2024, a diferencia de la elección norteamericana de 1932, no hay un cambio de rumbo, pues el pueblo decidió por la continuidad de la cuarta transformación de la vida pública y se volcó en un 80% en apoyo a Eduardo Ramírez Aguilar. A diferencia de Roosevelt, que se fue al retiro antes de empezar, ERA está más presente que nunca y no es para menos.
Con 1 millón 866 mil 190 votos, Eduardo Ramírez Aguilar es ya un histórico en muchos sentidos. Es el gobernador electo más votado en la historia de Chiapas, superó con medió millón de votos a Manuel Velasco Coello, quien presumía con mucha vanidad blanca ser el fenómeno electoral más importante del estado, pues ganó la gubernatura en 2012 con 1 millón 343 mil 980 sufragios. Es, además, el gobernador electo con la alianza de partidos más grande, superando la histórica de Pablo Salazar y en su elección hubo carro completo para Morena: gubernatura, senadurías de mayoría, todas las diputaciones federales, mayoría en el congreso local y 107 de 121 alcaldías.
No mintió Eduardo cuando dijo que a partir del 2 de junio iniciaba la nueva era. Ya celebró el triunfo en la capital del estado con su equipo, familia y simpatizantes. Ya celebró en Comitán, la tierra que lo vio nacer e iniciarse en la política y tener aquel sueño de convertirse en el guardián de Chiapas. Y como parte del Pacto de la Fraternidad Política y Social, ya reunió con su contrincante Olga Luz Espinosa, con los dirigentes de los partidos de oposición. Además, estuvo presente y acompañó al gobernador Rutilio Escandón en su dolor por la pérdida de su esposa.
Inició la nueva era, incluso 100 días antes, y con todo, Eduardo Ramírez asegura que este triunfo no le pertenece a él, sino a todo el pueblo de Chiapas. Pues ya rugiste, Jaguar.
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