Ernesto Gómez Pananá
Los mexicanos, según nosotros mismos, tenemos la bandera más bonita del mundo, el himno más bello del mundo, incluso nosotros mismos afirmamos ser únicos, nos damos a conocer por -según nosotros- reírnos de la muerte o hacer estupideces de alcance internacional, apagar la llama del soldado desconocido o pretender introducir bebidas alcohólicas al aeropuerto de Doha, en Qatar.
Y si los mexicanos nos asumimos únicos y singulares, dicen los que dicen saber que los chiapanecos somos como el surrealismo de ese surrealismo: Chiapas es México pero bajo códigos y lógicas locales que lo hacen aún más complejo. Decía Laco Zepeda que Chiapas está tan lejos de todo que hasta la revolución nos llegó tarde.
Hoy, año 2024, también estamos llegando tarde a la violencia, el trasiego de estupefacientes, el asentamiento de los cárteles y la guerra contra el narco ciertamente no son cosa desconocida en Chiapas, pero una cosa es saber que esto existe en Honduras de La Sierra o Motozintla, que vivir esta violencia en el corazón Tuxtla Gutiérrez. No es que una cosa sea menos importante que la otra. Es más bien que no tenemos antecedentes y está colombianización-michoacanización o guanajuatización- nos toma completamente por sorpresa.
La entidad no es ajena a ciertos tipos de violencia. A partir de 1994, posterior al surgimiento del EZLN, grupos paramilitares se asentaron en el estado y de entonces a la fecha controlan regiones como Chalchihuitán, Chenalhó o Aldama. Pero incluso eso, no dejaba de verse remoto y lejano. Lo que vivimos hoy es distinto, es grave y es preocupante y no es la intención de la columna de hoy hacer un recuento puntual de candidatos o colaboradores asesinados en la actual temporada político electoral, quisiera más bien, estimados quince lectores, centrarme en el hecho de que al actual presidente de nuestro país le hacen llegar otros datos respecto de lo que sucede en Chiapas, unos muy diferentes de los que podemos atestiguar cotidianamente. El presidente no solo merece saber la verdad, el presidente está obligado a conocer lo que realmente sucede y pareciera que le mienten. ¿Por qué? Lo desconozco solo sé que los atentados en Suchiate, San Juan Cancuc, Amatenango del Valle, Benemérito de Las Americas, La Concordia, Villacorzo y Mapastepec son una realidad estremecedora no solo para las familias de las victimas sino para toda la sociedad y no imagino a un presidente que juegue con lo crudo de esta realidad. No lo imagino. No imagino a un presidente que ama a Chiapas, uno que vivió aquí muchos años y quien vendrá acá mismo a vivir la última etapa de su vida, reaccionando de forma indolente ante esta realidad que hoy padecemos.
A Chiapas la violencia le llega tarde aunque ya nos pusimos al día: hoy Chiapas es el infierno. Nuestro infierno.
Oximoronas 1. Lo que si imagino -y de lo que hay evidencia- es que en la ola ganadora que encabezó AMLO en 2018, una serie de políticos incapaces, grises y pusilánimes, accedieron a cargos ejecutivos en los que seis años más tarde entregan pésimas cuentas, personajes cuyo único mérito político fue el de disciplinadamente haberse formado en la fila correcta y no haber hecho -ni para mal ni tampoco para bien- olas que perjudicaran su objetivo. Querían el poder, aunque después no supieran para qué.
Oximoronas 2. Noche de tercer debate, el tema central es el de la seguridad pública. Veamos qué nos proponen.
Oximoronas 3. Agradezco a quienes preguntaron por la ausencia temporal de esta columna. La causa fue una alta carga de compromisos académicos y laborales pero estamos de vuelta. Gracias por el interés.