Manuel Ruiseñor Liévano
Pensar en la elección al Gobierno de Chiapas es pensar en el tamaño que puede alcanzar la oposición, en relación con la alianza más grande en la historia electoral del estado; acaso significa considerar una cosecha de votos que, en el mejor de los casos, se aproxime al 20 por ciento o menos de los sufragios totales a emitirse el próximo 2 de junio de este 2024. Sin embargo, lo más relevante, políticamente hablando, casi hasta llegar al morbo, es el vaticinar la cifra millonaria de sufragios que Eduardo Ramírez Aguilar –con la Coalición #Juntos Seguiremos Haciendo Historia por Chiapas–, pueda sumar a la causa de MORENA y aliados en la elección presidencial, porque, en la contienda local, seguro es que romperá la marca de todos los tiempos.
Sin intentar competir con los profetas electorales, puede afirmarse que la cosecha de votos a favor de la candidata presidencial de la coalición MORENA/PVEM/PT, Claudia Sheinbaum Pardo, será menor a la de Ramírez Aguilar, aunque sí determinante en el haber de la ex jefa de Gobierno de la CDMX. No sólo en razón de la sumatoria de fuerzas políticas a su favor, que no es lineal, sino por causa de las alianzas que ha imantado el Jaguar Negro con un significativo por cuanto numeroso grupo de organizaciones de la sociedad. Hablamos de uniones empresariales, del sector productivo, comerciales, sociales, grupos ecologistas y toda una cadena de gremios profesionales, que anticipan la progresión del voto a su favor.
Luego entonces, la cuestión en la elección al gobierno de Chiapas, no radica en responder la pregunta ¿quién va a ganar, sino la de por cuántos sufragios lo hará? No se puede soslayar el efecto que el voto en lo local pueda arrastrar a favor del objetivo del partido oficial y aliados, camino a garantizar la mayoría calificada en el Congreso de la Unión; es decir, en las cámaras alta y baja, senadores de la república y diputados federales, quienes así podrían decidir las reformas constitucionales sin vuelta de hoja.
El reto a vencer es, como no se logró en las elecciones intermedias del 2021, cuando el partido oficial y aliados, no alcanzaron la mayoría calificada en la cámara federal de diputados, reponer esa pérdida. De ahí la importancia de lo que pueda suceder en estados como Chiapas, cuyo aporte al caudal de sufragios en la arena federal, es relevante y acaso podría ayudar a marcar diferencia, para lograr la meta anhelada que garantice la consolidación en el cambio de régimen, marcado por el aún presidente de la república.
Queda claro, pues, que Chiapas será factor y que en esta frontera sur, el proyecto incluyente de unidad, reconciliación, paz, crecimiento y bienestar, propuesto por el aguzado político Eduardo Ramírez Aguilar, arroje como resultado positivo el que Chiapas tenga un respaldo histórico del gobierno federal, a efecto –ahora sí–, de mover los indicadores de pobreza y rezago, para que esta tierra orgullosa y democráticamente mexicana, vea por fin luz en su camino.
Los retos son enormes, lo sabe el candidato que está movilizando a todo Chiapas con propuestas sensatas, Eduardo Ramírez Aguilar, un político que en su aprendizaje en el Senado de la República, entendió a cabalidad que es mejor la unidad con base en las mínimas coincidencias políticas, que en la confrontación de las diferencias, para aspirar a la reconciliación y el acuerdo.
No hay duda en torno a que pase lo que pase, ya es sabido, Chiapas tendrá al frente de su destino a un hombre preparado política y profesionalmente en las canchas más competitivas. Un ex senador de la república; un servidor público con trayectoria. Pero, especialmente, un demócrata que llegará al poder –él mismo lo ha suscrito–, con respeto, atención y puertas abiertas al pueblo de Chiapas; sin compromisos con los poderes fácticos o las cúpulas políticas o con los oficiantes de la simulación y los oportunistas que, al final del viaje, se lograron trepar a la defensa de su Jaguarmóvil.
Decimos esto último, porque en los corrillos de la comentocracia y en el animado coloquio social, se especula respecto a qué tanto podría tener atadas las manos el próximo gobernador de Chiapas. Al respecto, Ramírez Aguilar, ha sido claro. Su compromiso es con el pueblo de Chiapas. Nada más pero nada menos. No agrega consideración o valor a quienes, acaso alevosos, se tomaron y exhibieron la foto al lado suyo. Es mera cortesía política.
Luego entonces, pensar en la elección para el gobierno de Chiapas, a cumplirse el próximo domingo 2 de junio de este agitado 2024, resulta sencillo: respaldar al único proyecto derivado de un amplio proceso de consulta y deliberación ciudadana, consensuado con todos los sectores de Chiapas, para dar certeza a esta tierra, en materia de crecimiento y bienestar. Sin duda, los Diálogos para la Transformación, sostenidos en todo el estado, hacen sentido en pro de la corresponsabilidad necesaria en la tarea de gobierno, desplantada desde los valores de la honestidad, la planeación democrática y la vocación de servicio.
Chiapas no admite, perdónese la expresión, ningún desperdicio. Todo lo que se haga por esta tierra con dos siglos en su haber de ser mexicana, cuenta. Esa es la consigna que la política, así como la sociedad, no pueden perder de vista de cara a la jornada en las urnas, el próximo domingo 2 de junio de este 2024. Voto informado y responsable con la mira puesta en un Chiapas sostenible y sustentable ¿O no?