La normalización del consumo de alcohol, entre el vicio y la enfermedad / Salud en la red
Vanesa Traconis Quevedo
Hace unos años, platicando con un amigo sobre temas de trabajo relacionados con la salud, surgió el tema de las personas con alcoholismo, en ese momento mi comentario fue –por mi inexperiencia en la materia o podría decir mejor, ignorancia al respecto– interrogarle en relación con, lo que llamé, el grado de inconsciencia en un alcohólico para poner en riesgo su salud física y mental, al grado de llegar a arriesgar su vida, sin pensar en su familia, afectándoles también a ellos; a lo que él me contestó “amiga, yo soy alcohólico”; lo anterior, me dejó atónita y apenada; jamás pude imaginar que un hombre con sus características, puesto, reconocimiento a nivel social y público, energía y claridad mental, pudiera haber llegado al nivel de perder todo, hasta la dignidad, como el mismo me lo narró más adelante.
Conforme fue narrándome su historia, con un café tras otro, fui comprendiendo que es muy fácil dar una opinión cuando no se tiene el contexto, su historia cambio por completo mi visión de esta problemática social de dimensión mundial y con trascendencia generacional; una enfermedad crónica progresiva, incurable y fatal, caracterizada por tolerancia, dependencia física, psicológica y por cambios orgánicos patológicos, que causa una profunda agresión a la calidad de vida del paciente y a todos los miembros de su entorno: familiar, laboral y social.
Dentro de los grandes azotes de la humanidad y los considerados problemas sociales de la época en la que vivimos, se encuentran las guerras, la falta de alimentos, la pobreza extrema y las catástrofes naturales, pero además también debemos considerar a las drogas,que cobran miles de vidas cada día y que son consideradas una problemática social y de salud pública. Según reportes del Programa de Naciones Unidas (ONU) para la Fiscalización Internacional de Drogas, más del 50 % de los delitos y muertes violentas a nivel mundial están relacionados de una u otra forma con toxicomanías, y en referencia a las adicciones, se aborda en especial el alcoholismo ya que su consumo indebido e irresponsable constituye no solamente un factor de riesgo en la aparición de enfermedades crónicas sino que trae consigo nefastas consecuencias, individuales, económicas y sociales.
El consumo del alcohol es un acto tan normalizado y arraigado en nuestra sociedad, que surgen frases habituales como: “Que pruebe tantito, que le puede pasar”, “Por una vez al año no hace daño”, “De vez en cuando…”, “Una copita al día…”, “La última y nos vamos”.Ante esta normalización, el consumo de alcohol ha trascendido por décadas, llevándonos a aceptar situaciones sociales graves, y como el concepto social incentiva estos problemas se les tolera, llegando a tal grado que la sociedad no los considera un problema de salud integral, que, según expertos e investigadores: “No sólo no es un problema de salud física, si no también mental y con repercusión en la vida social, por ello, en cualquier cantidad constituye un riesgo, aun de forma “moderada”.
En la sociedad actual, el consumo de alcohol y otras sustancias está siendo cada vez más normalizado; esto, debido a su estado legal –que aunque instituciones internacionales saben que se consideran perjudiciales a la salud han cedido a presiones empresariales o sociales para gestionar su legalidad, más que elementos clínicos aprobados–, distribución abierta y adquisición sencilla. De esta manera el alcohol ha ido perdiendo la percepción del mismo como una droga –que también se vuelve la entrada a otros sustancias adictivas y perjudiciales para la salud–, además, la población general tiene las vías abiertas para consumirlo desmedidamente y sin ningún tipo de restricción, ignorando los problemas sociales importantes generados por este consumo desmedido; a pesar de los daños físicos yemocionales generados, las personas dependientes de este no buscan ayuda; dado que para ellos, estos comportamientos son normales y la sociedad los acepta; mitos como una copita al día es buena para la salud, hasta las propiedades y beneficios a la salud del consumo que se promocionan en redes o espacios públicos– han generado que cada vez más personas cambien la percepción que tienen acerca del consumo de alcohol, por lo cual ha constituido una forma de entrada al consumo de los más jóvenes, e incluso de los niños –encontrando en los jóvenes el eslabón más vulnerable– generando que tengan más probabilidades de adquirir un trastorno de abuso de sustancias en la adultez.
Además de lo expuesto anteriormente en relación con la afectación mental, el alcoholismo es la punta del iceberg de otros trastornos y de conductas asociadas a otras sustancias adictivas pero socialmente aceptada, la sociedad ha construido una idea conveniente de lo que se considera bueno al consumir y lo que no lo es; en ocasiones llegando a la hipocresía, de la cual derivan situaciones que nos llevan a ver una persona intoxicada con alcohol y percibirlo como algo completamente normal y en ocasiones es bien visto como símbolo de masculinidad o de igualdad en el caso de las mujeres.
El alcoholismo y su aceptación en la sociedad nos conducen a un problema grave de salud pública que incrementa los índices de morbilidad y mortalidad, además de demandar un mayor gasto público en la atención de la misma enfermedad y sus consecuencias, por consiguiente, ya lo marca la Organización Mundial de la Salud (OMS) que este consumo puede atraer consecuencias sanitarias y sociales negativas relacionadas con las propiedades tóxicas del alcohol y la dependencia que este puede producir, haciendo evidente que 22 millones de personas consumen alcohol en una gran parte del mundo, además que cada año se producen 3 millones de muertes en el mundo debido al consumo nocivo de alcohol. Todas estas situaciones se ven expuestas debido a la normalización del consumo de esta sustancia en la sociedad y por consecuente las generaciones más actuales verán con menos importancia estas cifras.
De tal manera, podemos concluir que la influencia del alcohol en la sociedad y el concepto social del mismo se está convirtiendo en un problema social mundial donde la doble moral y la ignorancia juegan un papel importante. La situación actual de este problema de salud pública y social demanda un trabajo interdisciplinario e interinstitucional. El llamado es a la prevención mancomunada de este flagelo.
Una manera de tratar con este problema es la idea de cambiar la perspectiva social sobre lo que se consume y de esta manera se reduzcan las cifras alarmantes, la concientización y sensibilización en el tema a edades tempranas y el trabajar en la restricción del acceso a este tipo de productos puede marcar la diferencia; por lo cual se debe considerar, en primer lugar, abordar el alcoholismo como una enfermedad crónica y una adicción, para más tarde, tratar las patologías y consecuencias orgánicas y psiquiátricas derivadas de este trastorno, no solo del paciente, si no de su entorno familiar y social.
El trabajo para disminuir los índices de morbilidad y mortalidad a consecuencia de esta enfermedad, así como los índices del crecimiento de familias disfuncionales o la repetición de conductas repetitivas por generaciones pude ir descendiendo con un trabajo colaborativo entre el sector público y privado, donde le apuesten más a la prevención que al seguimiento sobre indicadores de consumo, además de temas de concientización, sensibilización y educación, se deben generar políticas públicas con el propósito de desincentivar el consumo explosivo del alcohol; principalmente, en menores de edad; que ayudara a disminuir las muertes y enfermedades asociadas al consumo nocivo.
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