Por Manuel Ruiseñor Liévano
En su concepción y en su ejercicio, la política es fundamental para la sociedad y los cambios que se propongan y logren desde su trinchera, necesariamente fortalezcan la democracia y el desarrollo. Así, el mes de marzo mexicano, cuando arranca el inicio formal de las campañas políticas, especialmente la relacionada con la elección presidencial y luego el de las gubernaturas, cobra un simbolismo de relieve histórico el cual vale la pena considerar. El signo y el significado de una contienda electoral en donde cada coalición o partido busca convertir a su candidato en ganador. Esto es, la semántica de la victoria.
En este orden de ideas, es menester evocar los conocidos IDUS DE MARZO, cuya data proviene de la advertencia que tuvo Julio César de la Roma clásica, sobre su asesinato y, sobre todo, lo que se llevaba con ello. Más allá de lo trágico y lo funesto, que no es el caso de este México de hoy, igual los IDUS pueden ser entendidos como el augurio de una nueva era. El advenimiento de etapa de proyección de un orden vigoroso de crecimiento y consolidación, largamente anhelado por una sociedad nacional aún insatisfecha.
LOS IDUS DE MARZO actuales, permítaseme decir, pueden ser leídos al igual que en la Roma antigua, como un punto de inflexión en la historia, marcando, en este caso, la continuidad de un período conocido como la Cuarta Transformación.
Si bien es cierto que William Shakespeare fraseaba en su célebre obra Julio Cesar (1599), “¡Cuídate de los idus de marzo!”, este dictado debe entenderse ahora como la defensa de lo construido en los últimos cinco de gestión de gobierno en el país. La importancia de refrendar en las urnas un proyecto social en favor de los mexicanos más vulnerados y abandonados históricamente.
Ayer, primero de marzo del 2024, tanto en la oposición como en la coalición política gobernante, comenzó la etapa final de un proceso que busca el renuevo de la presidencia de la república, de nueve gubernaturas y de miles de cargos de elección popular, entre el Congreso de la Unión y sus dos cámaras, así como en los congresos locales y los ayuntamientos municipales.
Los Idus de Marzo, augurio de vientos para un nuevo día mexicano, ya comenzaron. Lo que los electores demandan son campañas de propuesta y no de descalificaciones y juego sucio. Marzo ha llegado para ser la esperanza de una democracia mexicana fortalecida, gane el partido que sea y el candidato más votado.
No estamos en este país, con una agenda de pendientes y de acciones y programas a consolidar, como para permitir que el desaliento ciudadano impulse el abstencionismo; corresponde a todos, institutos políticos, candidatos, ciudadanos, autoridades electorales y de seguridad pública y de procuración y administración de la justicia, cumplir con un proceso comicial a la altura de la dignidad del pueblo mexicano, acreditada con hechos en la historia nacional.
En Chiapas, en particular, se avecina la última fase del proceso local con grandes retos para todos los actores económicos, políticos y sociales. La victoria en las urnas debe estructurarse, ordenarse legal y democráticamente, para que no se entregue a los poderes fácticos el control que manipule a su antojo los resultados. Hay que cerrar las puertas a quienes están al margen de la legalidad. Las campañas están para generar propuestas y fomentar la participación ciudadana como una responsabilidad compartida. Tales son los cauces a seguir de hoy en adelante, pasando por la última fase de proselitismo, por el día de los comicios y hasta la calificación de las elecciones. Cierto es que no estamos aún en condiciones plenas, pero se trata de una construcción continua y responsable, por la cual no debemos darnos por vencidos. Chiapas merece una elección ejemplar.