Sr. López
No se supo cómo pero tía Queta supo que su marido, tío Quique, no había ido a su oficina sino a la azotea, específicamente a las habitaciones (el cuarto, pues), de la “muchacha”, en donde lo sorprendió (lo demás usted imagínelo). Pero tío Quique era capaz de subirse por un chorro de agua y fue él quien increpó a la tía, muy airado: -¡Así te quería cachar, espiando!… ¡es que estás enferma!… –y le dejó de hablar, bueno, claro, porque la tía lo dejó.
Usted lo sabe pero se lo recuerdo, hay una cosa llamada Ley Campoamor, a la que se alude para decir educadamente a alguien, que interpreta la verdad a su conveniencia, aunque sería mejor decir ‘se aludía’ porque lo de hoy es decir vulgaridades y la sabiduría instantánea, como la versión en tres párrafos y cuatro ilustraciones, de la Guerra de los Cien Años, ese agarrón entre Francia e Inglaterra que duró 116 años, de 1337 a 1453 (antes hasta los pleitos eran en serio).
De regreso al asunto. “Usa usted la Ley Campoamor”, se decía particularmente a las autoridades, cuando interpretaban la realidad o aplicaban leyes a su antojo, siempre a su favor, desdeñando el rigor de la verdad y la interpretación general y comúnmente aceptada de algo de la cosa pública. Por si le interesa, se llama así por el poeta madrileño Ramón de Campoamor (1817-1901), que en su obra Doloras (sic), escribió en el poema ‘Las dos linternas’: “Y es que en el mundo traidor / nada hay verdad ni mentira: / todo es según el color / del cristal con que se mira” (verso LIX, 59, para que no batalle).
No lo sabe nuestro Presidente, porque su fuerte no son la reflexión, las lecturas, la cultura ni la verdad, pero él aplica diario la Ley Campoamor. Mire si no:
El pasado viernes en su gustado programa matutino de variedades, insistió en que el 5 de febrero enviará iniciativa de reformas a la Constitución para desaparecer órganos constitucionales autónomos, aclarando: “No, la CNDH no. Estoy hablando de los organismos que se crearon para legalizar la corrupción que imperaba. Son como diez (…)”.
No son ‘como diez’, son diez sin contar la CNDH: 1. Instituto Nacional Electoral (INE); 2. Banco de México (BM); 3. Inegi; 4. Coneval; 5. Fiscalía General de la República (FGR); 6. Comisión Federal de Competencia Económica; 7. Instituto Federal de Telecomunicaciones; 8. Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales; 9. Comisión Reguladora de Energía; y 10. Comisión Nacional de Hidrocarburos.
No va a demoler al INE (ya no pudo), ni la CNDH, ya lo dijo; ni el BM, no puede, ni el Inegi, ni el Coneval, no le interesa, ni la FGR (imposible).
Como el Presidente está en todo y nada se le pasa, explicó que piensa fumigar los órganos autónomos para generar ahorros que permitan fondear las jubilaciones al 100% que también va a proponer, así lo dijo: “(…) imagínense, el Instituto de la Transparencia, mil millones cuesta mantenerlo. ¿Por qué esos mil millones no se van al fondo de pensiones?”
Ojalá alguien de sus cercanos se apiade de él y le haga saber que en su presupuesto para este año, la partida de gasto en pensiones y jubilaciones, suma la bonita cantidad de 1 billón 990 mil millones de pesos. Y ya en esas que le hagan la cuenta, conforme a su Decreto de Egresos para el 2024, de lo que se va a ahorrar si esfuma a los órganos que trae entre ojos: 3,998.3 millones… digamos 4 mil millones de pesos, el 0.2% de la partida de pensiones y jubilaciones. Ese falso ahorro frente a ese gasto es como hacer pipí junto a las Cataratas del Niágara.
Si no lo sabe el Presidente, debería saberlo. Y como sí lo sabe, se entiende como su aplicación de la Ley Campoamor: su interpretación personalísima y politiquera de las muy importantes razones de ser de esos órganos, y de las cifras, con intención puramente electorera, pues como lo van a mandar a volar en el Congreso, podrá decir que es decisión de los enemigos del pueblo, esos condenados oposicionistas que nada más quieren entorpecer la nobleza de sus decisiones.
Pero es tal su insistencia en ahorrar y en profundizar la austeridad franciscana, que ya va siendo hora de que alguien se atreva a refrescarle la memoria sobre algunos de sus gastos, de él, ordenados por él, aprobados por él:
Refinería de Dos Bocas, casi 300 mil millones de pesos, el doble del presupuesto original según el secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O. Don Presidente, ahí hay 150 mil millones de pesos por aclarar (que son más que 4 mil, no se distraiga); el Tren Maya, 500 mil millones de pesos, 380 mil millones más que el presupuesto original, que sería muy bueno revisar, no es del diario una obra que cuesta el 416% de su monto inicial. Pero que nos quede claro, en estas dos obras de sobre costo, hay 530 mil millones de pesos (que son 132 años de gasto de órganos autónomos).
Para no empacharnos de números, ahí dejemos lo de sus extraños presupuestos disparados y clasificados de seguridad nacional para que no se auditen, detallito… y esperemos que tal vez después, digamos en 2025, se pueda revisar la extraordinaria nómina de sus ocho programas sociales prioritarios en los que este año se está gastando poquito menos de 647 mil millones de pesos, porque parece (parece), dicen (dicen), que hay harto muerto cobrando y mucho ciudadano inexistente. No vaya siendo cierto.
Y todo este aplicar a machete la Ley Campoamor, sirve al gobierno para no hablar de otras cosas que parece tienen alguna importancia, como el informe de Miguel Ángel Lara Otaola, “Desafíos del crimen y la violencia en las elecciones mexicanas”, patrocinado por las universidades de Harvard, Sydney, East Anglia de Reino Unido y Royal Military de Canadá, en el que se afirma que “México es el cuarto país con más asesinatos, sólo detrás de Nigeria, India y Brasil” y que el 2024 puede ser el año más violento del sexenio, por las elecciones, pues el crimen organizado tiene una cobertura de hasta el 81% del país.
… pero estemos atentos a los órganos autónomos, no seamos morbosos.