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Ausencia / La Feria

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Sr. López

Ayer fue Navidad. Día bonito o día tristón, según se pase, según sean los recuerdos, las ausencias o el estado que guarde la cartera de cada tenochca decembrino que no es lo mismo cenarse una lata de atún que un bacalao, una pieza de pollo frito en lugar de pavo o pasto con chile en vez de romeritos, no es lo mismo.

El asunto se agrava por la avasalladora publicidad-melcocha, toda con música yanqui, que sacrifica en el altar de la mercadotecnia el sentido religioso que otrora tenía la celebración del nacimiento del Niño Dios, sustituyendo el templo por el centro comercial… ni quién se acuerde de la corona de Adviento, la misa de gallo, los villancicos, viejas costumbres que reconfortaban aun a los sin fe y unían a la familia en torno de un recién nacido que se ponía en el pesebre hasta la Nochebuena, sí, el Niño, hoy en desventajosa competencia con el panzón de rojo personificado según dictado de la Coca Cola (el Santa que conocemos es diseño del ilustrador Haddon Sundblom, para la publicidad navideña de la Coca, de 1931 a 1964).

Y también, así, de a poquitos, el árbol de Navidad va desplazando al nacimiento con sus figuritas de barro, sin saber o sin que a nadie importe que es tradición de las antiguas tribus escandinavas y germanas, que en estas fechas adornaban un fresno para celebrar el nacimiento de Frey, que en su mitología era el dios de la fertilidad y el sol naciente.

¡Qué importa!, sí hasta el Vaticano pone árbol. No seamos aguafiestas que son días de alegría, de suyo tan huidiza. ¡Nada!, ¡feliz Navidad!, y que el Niño Dios les conceda sus deseos a todos, porque los que le escribieron su carta a Santa Claus (Santo Clós, decía el abuelo Armando), se andan arriesgando, porque ni de lejos es tan bondadoso.

Por si duda eso último, le cuento que según fuentes que pidieron el anonimato (frase que se estila escribir cuando se está uno inventando el chisme), en Palacio Nacional hubo regalos para unos y para otros no.

El personal  de servicio y vigilancia, recibió el regalazo de un plato de tamales de chipilín, porque según el señor que ahí se hospeda y todos le sirven, el pavo es tradición yanqui, los romeritos son cocina mexicana fifí, el bacalao a la vizcaína es tradición de España y sigue trompudo porque no se han disculpado por habernos invadido, como él llama a la caída del CANG (Cartel Azteca Nueva Generación), a manos de los tlaxcaltecas, algunos vecinos y un puñado de súbditos de los reinos de Castilla y Aragón (que España ni existía, fue hasta el siglo XVIII con Felipe V que nació ese país ya formalito). Total, tamalitos que encima, corresponden con la austeridad franciscana al uso (o sea, para los pobres, que en eso sí son primero).

Aseguran que no recibieron regalo los muy cercanos al Señor de Palacio, pero ni un cuerno retorcido, porque en la respuesta a sus cartitas, don Claus les dijo que se regalaron a ellos mismos desde antes, desde hace unos cinco años y bien, que no se andan con chiquitas (según el dueño del trineo, vaya usted a saber).

Don Nicolás tampoco le trajo presentes a doña Claudita, porque a ella de plano se le olvidó escribirle, loca de contento con el regalazo que tanto ansiaba y se le hizo… no, no el bastón de mando de Morena, no sea ingenuo, Morena le importa menos que la temperatura promedio de un iglú: la candidatura a la presidencia que según todos los que la rodean la pone con un pie dentro de Palacio, mapaches mediante. Ni echó en falta los regalos.

Con excepción de una o dos casas encuestadoras, a las demás tampoco les tocó recibir regalos, pero no se pusieron tristes, con lo que están ganando en esta temporada de campaña oficial de promoción de la favorita del Presidente, les alcanza para llegar sin apuros hasta las campañas intermedias del próximo sexenio, allá por el 2027. Ya le hallaron el modo, bueno, desde antes venían dedicándose a la renta de conciencias y venta de estudios demoscópicos que en México no son estudios de opinión, sino estrategias de inducción de la opinión pública.

Con los que el Claus se portó muy grosero fue con los expriistas a los que el oriundo de Macuspana, hoy líder nacional y guía de la patria, obsequió con embajadas e impunidad, agradeciendo que ellos le hayan obsequiado antes sus estados. No le digo qué les dijo el santo panzón, pero nadie sospechaba lo bien informado que está y la cantidad de groserías que se sabe. ¡Ah!, y también puso pinto a un tal Arturo Zaldívar. Jo jo jo…

Esas mismas fuentes anónimas aseguran que a Ignacio Ovalle, Santa nada más le contestó a su cartita con una frase: no tienes llenadera, Segalmex no se olvida.

En cambio, dicen que a los generales que están metidos a constructores y empresarios, les respondió sin malos modos (no come lumbre Santa Claus, nomás imagine a nuestra Fuerza Aérea ametrallándole el trineo), y que les dijo que él comprende que hagan lo que hacen porque el que manda, manda, recomendándoles que algo salpiquen a sus compañeros militares a los que toca andar arriesgando el pellejo. Seguro le hacen caso. Ni dudar de su conocida generosidad.

Por otro lado, es fuerte la versión de que la carta más larga fue la del niño Epigmenio Ibarra, que resultó no ser tan niño. A él, don Claus le mandó recado de que no fuera tan abusivo y que espera sí pague el peculiar crédito de 150 millones de pesos que se consiguió, vía ‘fast track’ en Bancomext y no vaya a salir con que se los paga con las chistosas garantías que dio. Y sí lo va a pagar, nomás que el comprobante lo va a reservar por muchos años su amiguito, ya sabe quién.

Manuel Bartlett no le escribió cartita al Claus, él no cree en esas cosas, él cree en el abuso de poder y en los réditos que da su experiencia tirando sistemas de cómputo de votos que espera sean de utilidad próximamente… con la buena suerte que tiene, ni dudar.

Y nosotros todos, muy agradecidos con el Niño Dios porque este sexenio termina en septiembre próximo. Cantemos aunque no sea villancico: septiembre me gustó pa’que te vayas… urge su ausencia.

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