A veces divido el mundo en dos. Ayer lo dividí en: mujeres que se comunican en clave, y mujeres que se clavan en la comunicación.
La mujer que se clava en la comunicación se le llama mujer comunicativa, sobrina de Pepe Origel, hija putativa de Paty Chapoy. En Comitán la llamamos hoja de chismógrafo.
Ella viene de la tradición. Cuando fue niña jugó todas las tardes “teléfono descompuesto”, era una señal: su vida estaría regida por el celular, porque ahora este chunche es su principal aliado. Siempre que llega navidad pide un celular al Viejito de la Noche Buena, porque en el chat envía los chismes del día, se entera de ellos y se divierte haciendo videos en el Tik Tok.
Lejos quedaron los días donde andaba pegada al teléfono fijo, esperando que las amigas le pasaran las noticias recién salidas del comal. Era común escuchar: “te marqué, pero sonaba ocupado”, y es que cuando el chisme es calientito la brasa no se apaga.
Su vocación podría ser algo banal. No es así. En realidad, es una mujer que, como hormiguita, construye edificios cada día. Debido a que no es una constructora con cimientos, sus edificios se destruyen ante el mínimo soplido del lobo. Pero ella es persistente, el chisme es su alimento, es la savia de la que se alimenta.
No es una pasión sencilla; al contrario, es compleja. Basta preguntarle a la mamá cuál era su juego favorito de niña, para saber que ella jugaba, como todas las niñas, a las muñecas, pero nunca el juego tocó la historia de la doctora que cura, o de la enfermera que va a la guerra y salva a los soldados, o de la maestra que enseña a leer y escribir, ¡no!, la historia que repetía cada día, a todas horas, fue la de la comadre que llegaba al mercado, a la oficina, al parque o a la casa y contaba historias del pueblo, las que oía todas las tardes en la sala en las reuniones de la mamá con las amigas. Ella pepenó la tradición, fue una continuadora de la comunicación que, como cascada, se desparramaba todos los días frente a sus ojos y sus oídos.
Bendito el amante de la mujer que se clava en la comunicación, porque si reconoce el don de ella llegará a ser un hombre (o mujer) muy poderoso, porque, se sabe, la información es poder. Ella, al poseer tanta información, es poderosa. Además (ah, qué envidia) si el amante es escritor tendrá a su lado el mejor archivo de historias para escribir mil cuentos y mil novelas.
Por lo regular se escucha a muchos hombres y mujeres que se quejan de sus parejas, dicen que sus parejas son tan herméticas como cajas de seguridad. Por el contrario, quien tiene como pareja a la mujer que se clava en la comunicación, que habla todo el día como radio, que tiende redes en toda la comunidad, que compite con Joaquín López Dóriga y con Chumel Torres, es una persona que alimenta la tradición de siglos. Ella pertenece al linaje de los Marconi, de los Graham Bell.
El bulbo no le es ajeno, tampoco el chip. Supera años luz a la Inteligencia Artificial. Ella es el prototipo de aquellos sistemas donde los niños se comunicaban a través de vasos e hilos. A ella le sobran hilos donde construye puentes sólidos, que resisten las bombas que colocan los soldados, porque, así como sus construcciones son endebles, frágiles en el rumbo de la verdad, son nubes que vuelan a la menor provocación en el terreno de la ficción. Ella bien podría ganar el Nobel de Literatura si escribiera todo lo que cuenta. Sus historias son fantásticas. Lo que la gente aborrece es que ella cuenta las historias con nombres que coinciden con la realidad del pueblo. Si ella tuviera la modestia de bautizar con otros nombres a sus personajes y decir que cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia sería la fabuladora más exquisita, pero ella conoce el cebo de su ganado, sabe que el morbo de la sociedad exige nombres reales, cercanos.
A veces divido el mundo en dos. Mañana lo dividiré en: mujeres que no tienen idea del caos y mujeres que con el caos formulan sus ideas.
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