Sr. López
Pues ya pasó, como desde hace años pasa: ¡2 de octubre no se olvida!… bueno, sí pero poquito, nada más los otros 364 días del año.
No pretende este menda explicar con cuatro teclazos ese movimiento estudiantil de 1968. Lo vivió su texto servidor aunque de lejecitos porque así como que arrojado y dispuesto a dar la vida por la causa, tampoco, además, la verdad, ¿cuál causa?… porque si la causa era el pliego petitorio del 4 de agosto de 1968, causa, causa, no era, más bien parecían peticiones de hijo adolescente greñudo a papá mandón de casquete corto.
Para causa la del Mayo Francés, también de 68, con protestas estudiantiles pidiendo cosas en serio: combatir la sociedad de consumo, acabar con el capitalismo, el imperialismo, los partidos políticos, los sindicatos, las universidades y la disolución de la Asamblea (su Congreso)… ¡Eso sí es pedir!
El movimiento en México se parece al de Francia en su duración: dos meses, en México, agosto y septiembre; en Francia mayo y junio.
En lo que no se parece el movimiento estudiantil tenochca con el francés, es que allá murió un estudiante de Secundaria (por una puñalada, nada que ver con la policía), y se enardeció el país entero; en cambio acá, el movimiento se enfrió hasta desaparecer después de más de 30 cadáveres, porque ni eso sabemos bien (hay quien dice que fueron 50 y exaltados que hablan de ‘genocidio’).
En México parece que necesitamos aprender que los muertos no son parte del paisaje. No nos calienta la sangre la muerte de 800 mil por la pandemia del Covid 19, ni los más de 30 mil homicidios anuales cortesía de la delincuencia organizada, las once mujeres diarias que son asesinadas… nada nos mueve el copete (sin mencionar a los niños con cáncer que mueren por falta de medicamentos). Comparando así, francamente, qué delicaditos los franceses.
Como sea, el 68 mexicano le amargó la vida al presidente Gustavo Díaz Ordaz que si hubiera tenido a su lado a cualquier líder de medio pelo de los que luego fueron gobiernos perredistas en la CdMx, no hubiera pasado nada: a mesas de negociación, a decir a todo que sí, a hacerse tarugos después y a esperar la nueva protesta para repetir la dosis: mesas de no te hago caso, comprometiéndome a hacerte caso… y a seguirle.
Lo malo de Díaz Ordaz es que se tomaba en serio su trabajo y para capotear la cosa no iba a hacerle al bufón. Ahora las exigencias y las causas, se van archivando a condición, claro, de volverlas a escuchar en mesas de negociación… ya se la sabe. Si duda, recuerde el EZLN, que le declaró la guerra al estado mexicano y falleció ahogado en saliva y tinta.
De la ‘matanza del 2 de octubre’, este tecladista no tiene información de fuentes que exigen el anonimato, pero lo que sí sabe es que su hermano mayor, que tenía amigos en el Consejo de Huelga de la ESIME del IPN, donde estudiaba, el día anterior por la noche, informó al ‘pater familias’ (que era un señor muy entrón, tanto que se fue a pelear en una guerra civil en Sudamérica, siendo de Autlán de la Grana, Jalisco… siete años echando bala en causa ajena: era entrón), que el día siguiente habría un mitin en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, que iba a haber muertos, que no me dejaran salir de la casa, porque era yo muy baboso (bueno, eso dijo).
El bragado señor López preguntó cómo estaba la cosa. Su hijo mayor se lo explicó. Se decretó el confinamiento de este menda con guardia de vista a cargo de la Administradora y Jefa de Disciplina. El que fue a ver la cosa fue él. Regresó tarde y comentó: -“Se puso feo” –y eso era muy alarmante viniendo de él que regresó de aquella guerra civil diciendo “no fue para tanto”. Despertó el tecladista el 3 de octubre con los gritos de los voceadores: ¡Matanza estudiantil!, ¡lea los detalles de la matanza de ayer en Tlatelolco!… y ya, a los nueve días se inauguraron los Juegos Olímpicos y ni quien se acordara de nada.
Luego nació la industria del 68 que produjo comaladas de “líderes” y burócratas de tres al cuarto con uno que otro que progresó en el organigrama del gobierno.
Hoy, 55 años después, reflexiona su tecladista: si un amiguete de líderes estudiantiles sabía desde el día anterior que en Tlatelolco iba a haber muertos, ¿cómo es posible que los líderes del Comité de Lucha de Licha o de Huelga, como prefieran, no lo supieran?
Y peor: ¿quién de esos líderes ha asumido su responsabilidad?, porque convocaron igual y algo de responsabilidad tiene el que lleva la vaca a que le agarren la pata. Digo. Pero no, los líderes del 68, todos, santos (con la honrosísima excepción de Luis González de Alba, uno de los principales líderes, serio, férreo crítico del ‘movimiento’ y de los vividores que se colgaron de él… y también muy severo crítico del EZLN y de la Normal de Ayotzinapa).
Y 55 años después este menda ya casi extraña a Díaz Ordaz. No se indigne ni deje de leer a su texto servidor, mire: en su informe presidencial de 1969, ante el Congreso, se refirió a los acontecimientos del movimiento estudiantil del 68, diciendo: “Por mi parte, asumo íntegramente la responsabilidad: personal, ética, social, jurídica, política, histórica, por las decisiones del gobierno en relación con los sucesos del año pasado”. ¡Válganos!… ¿cinismo?… ¿valor civil?… o simplemente no escurrir el bulto; el señor sabía que era su responsabilidad y la asumió, con todas sus letras. No pidió comprensión ni disculpas, hizo lo que hizo porque le pareció lo correcto por incorrecto que sea o nos parezca.
¡Ah!, y Díaz Ordaz tampoco dijo… pero Calles mató más, ni que López Mateos, su predecesor, le entregó un tiradero, no, se fajó el pantalón, se tragó su orgullo y aceptó su responsabilidad.
En cambio, ahora, cuando los 30 muertos de Tlatelolco son una nadería frente a nuestros números de hecatombe, con el país entre catástrofes, hecho un desastre, nada es responsabilidad de nadie y al Presidente, todo se le va en negar la realidad, evadir sus deberes y prometernos que cuando se vaya, sí se va. ¡Qué monada!