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CARTA A MARIANA, CON UNA PREGUNTA SIMPLE / ARENILLA

CARTA A MARIANA, CON UNA PREGUNTA SIMPLE / ARENILLA
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Querida Mariana: así dijo Manuelito: ¿por qué no hace usted preguntas simples? Lo dijo en un examen de Español, en la secundaria; se lo dijo al maestro Roberto. Sin duda que el examen tenía preguntas complejas, del tipo ¿qué es el pretérito pluscuamperfecto? ¡La gran flauta!
¿Vos sabés qué es eso de pluscuamperfecto? ¡Yo no! Eso es para expertos en lenguaje, es un conocimiento que sólo sirve para que se adornen, para que te hagan sentir cucaracha en vainas del lenguaje. Sólo como curiosidad busqué en Internet la explicación de este término y hallé que, en vainas sencillas, es “el pasado del pasado; se emplea cuando queremos situar una acción del pasado que ocurrió con anterioridad a otra acción pasada”. No se ve tan complejo: es el pasado del pasado. Busqué un ejemplo y hallé “Cuando llegó al aeropuerto, su avión ya HABÍA partido”. ¡Ay, Señor! Su avión ya había partido, porque llegó tarde; es decir, el viajero era un verdadero pluscuamperfecto irresponsable.
Toda esta vuelta para decir que quiero hacerte una pregunta simple: ¿Con qué están hechos los libros? Con tapas, costuras, pegamentos, hojas, ilustraciones, palabras. ¿Estás de acuerdo? Puede ser que por ahí haya otros elementos, pero en términos generales están hechos de esas sustancias. Si algo falta, el libro no se consigue. ¿Otra pregunta sencilla? Según vos, ¿cuál es uno de los elementos indispensables del libro? Es difícil responder, pero, digo yo, si el libro no tiene palabras no cumple con su misión. Sí, lo sé, hay libros que se llaman álbumes ilustrados, donde las ilustraciones no necesitan palabras, donde el lector tiene que armar la historia; es decir, colocar palabras a los dibujos. Estos libros son geniales, pero a mí me encanta leer cuentos y novelas, para que esto se dé, los autores ponen en palabras las historias que inventan.
Digo pues que soy un amante de las palabras, lo he sido desde siempre, pienso que el mundo se ha construido gracias a la palabra. Ya la Biblia nos dijo que al principio fue el Verbo y desde entonces los seres humanos comenzaron a nombrar los objetos y las acciones para que ellos y éstas existieran. Alguien dijo: esto se llamará venada y a partir de ese instante la venada dejó de ser un animal inexistente y se vio. Alguien dijo: esta niña linda se llamará Mariana y desde ese momento fuiste, para gloria de esta tierra.
Digo esto porque siempre he pensado que ese slogan político que dice: “Hechos, no palabras”, es un absurdo. Da idea del porqué el sistema político de este país anda cojo, desde siempre. ¡No palabras!, dice el político. ¿Cómo? Si la palabra es la que da forma al hecho. Si la palabra está ausente el hecho es inexistente. La venada apareció, pero mientras no tuvo nombre fue algo etéreo, confundido en la niebla. Somos y existimos porque una palabra nos nombra. Cada pueblo del mundo ha sido nombrado, nuestra ciudad se llama Comitán y esto le da personalidad en el mapa universal. Si el país no camina por la senda gloriosa que le estaba destinada es porque “hay hechos sin palabras”, todo está formado con balbuceos, con ideas no expresadas, casi casi sin cimientos.
¿Hechos, no palabras? Es un absurdo. Las novelas y los cuentos narran historias, a través de palabras. Los autores emplean la palabra, argamasa divina, para transmitirnos su pensamiento. ¿Qué pensamiento puede transmitir el político que niega el poder de la palabra y reafirma: Hechos, no palabras? La palabra debe preceder al hecho; la palabra es la columna vertebral de la construcción, la palabra es el cimiento. Cuando la palabra no antecede al hecho, el hecho es endeble, obra negra que jamás alcanzará la luz.
Te hice una pregunta sencilla, casi simple: ¿con qué están hechos los libros? La respuesta menos compleja es la siguiente: están hechos de palabras, las palabras son el medio idóneo para la exposición de ideas. Los abuelos de todos los tiempos han contado las historias del mundo a través de palabras. La historia maravillosa comenzó así: “Y Dios dijo…”, y pronunció palabras, y el universo apareció.
Posdata: el silencio es la pausa gloriosa de la sinfonía de palabras. La venada fue cuando el ser humano la nombró.
¡Tzatz Comitán!

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