Querida Mariana: nos gusta el chisme. ¿De dónde nos viene la herencia? No lo sé. No he leído algún estudio sociológico que dé cuenta de ello. Es decir, ¿nos viene el legado de nuestros antecesores indígenas (mayas) o ya es un embutido que nos regalaron los conquistadores? De por ahí nos deben venir los genes del chisme. ¡Nos gusta el chisme, es la mera verdad!
Ya te conté que Alfonso decía que Chiapas no ocultaba su gracia, hasta en las placas de autos tenía la siguiente leyenda: “Chis Mex”. ¡Ahí estaba ya bien explicado!
Los tiempos han cambiado. Con el advenimiento de los avances tecnológicos, la forma de chismear ha cambiado. Pero, ¿qué es el chisme? Para comenzar debemos decir que el chisme es más antiguo que el oficio más antiguo del mundo, con eso digo todo. El chisme viene de tiempos lejanos, lejanísimos.
A ver, entremos al diccionario y busquemos la definición de chisme, para no errar y andar metido en chismes bobos. El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (pucha, Real, ¡nadita!) dice que nuestra palabrita castellana viene del latín “schisma” y esta palabra viene del griego “schísma” que significa “escisión, separación”. Ah, bueno, ya tenemos una pista, pero leamos la definición que da esta institución añeja: “noticia verdadera o falsa, o comentario con que generalmente se pretende indisponer a unas personas con otras o se murmura de alguna”. ¡Somos chismosos! ¡Todo mundo es chismoso! Sin ser López Dóriga nos encanta dar noticias. Cuando nos topamos con algún amigo decimos: “¿Ya supiste que a fulanita tal cosa?” A veces paso por el restaurante “La esquina de Belisario” como a las once o doce de la mañana y encuentro, como todo mundo, una mesa muy agradable conformada por unos ochos o diez amigos (casi siempre todos son varones y son los mismos), ellos se reúnen para platicar, es parte de su rutina de vida. ¿Es un grupo de chismosos? ¡Por supuesto que sí! Todos son mis conocidos, pero uno de ellos es mi amigo de toda la vida, cuando paso por ahí siempre bromeo con él: “Javier, ahí te dejo mi honra para que la deshagás” y él, más bromista, me dice: “Si ya no te queda honra”. Adiós, compadrito, le digo y lo dejo en la mesa al lado de sus amigos. Pero no sólo ellos, también veo ya en el parque una banca donde se reúnen dos o tres amigos, ya de edad, y se reúnen para platicar, para chismear, pues. ¿Qué hacemos cuando vamos a un desayuno, a una cena, a un festejo importante? ¡Chismear!
A ver, a ver, entonces ¿todo mundo es chismoso? Pues si nos atenemos a la definición del diccionario vemos que sí. Todo mundo, a la hora de platicar da noticias, bien de su vida o de vidas ajenas. Parece que el propio diccionario nos dice que hay niveles, la primera diferencia que hace es que compartimos noticias verdaderas o falsas. Ah, eso es un gran abismo, porque yo puedo darte una noticia falsa sin saber bien a bien que es falsa, cuando te la doy sabiendo que sí es falsa ya estoy incurriendo en un desacierto.
Cuando llego a casa, después de la chamba, mi mamá me espera con la comidita bien caliente y mientras me sirvo, ella me cuenta algunas noticias que escuchó en el noticiario de la televisión. La mayoría de noticias son dramáticas, que si se cayó un autobús con pasajeros, que si hubo un incendio en tal ciudad, en fin, pocas cosas agradables. Mi mamá tiene noventa y tres años de edad, gracias a Dios se mantiene muy bien, física y mentalmente, pero, en ocasiones, no me da completa la noticia, a veces olvida el nombre de la ciudad donde ocurrió el incidente. Es una noticia a medias, si fuera reportera del Diario de Comitán ya la hubieran despedido. A mí me encantan sus noticias, porque juego con ella, le digo: “Ah, mi mamá nunca me falla”, porque una de sus características frases es: “Yo pensé que…”; la dice siempre que algo no se acomoda a lo que imaginó, por ejemplo: “Yo pensé que iba a llover” y el sol está esplendoroso. ¿Mi mamá es chismosa? Sí, sí, todo mundo es chismoso, vos sos chismosa, yo también. Claro, hay de chismes a chismes. Quien está en su casa es menos chismoso (digo yo) que quien se sienta en una mesa con diez amigos. Una pareja de amigos tiene menos intercambio de chismes que toda una plebe. Imaginá a un grupo de amigos que se reúne a tomar la cervecita el día jueves. Diez, quince o veinte amigos producen un alarmante intercambio de noticias, algunas verdaderas y otras falsas. Eso ya nos quedó claro. Los chismosos se mueven en esa línea, son santos quienes comparten noticias verdaderas y son perversos los que difunden noticias falsas, con alevosía y ventaja. Pero los más hijos del tzisim quemado son quienes difunden el chisme con el fin de indisponer a una persona con otra. ¿Mirás el grado de perversión? Ah, diría el presidente de la república, “eso ya calienta”. Sí, quien difunde una noticia falsa con el objetivo de desacreditar la honra de otro ya entra a un terreno pantanoso. Y, debemos decirlo, en el pueblo hay dos o tres compas que se dedican a esa actividad malsana.
¿Soy chismoso? Ya quedamos que sí. A veces, cuando me topo con dos amigos que platican, nunca falta el que dice: “¡Aguas, con Molinari hay que irse con cuidado, porque registra toda información y luego la escribe!” Así me miran algunos. En realidad ¡no! No, porque tengo una memoria pichancha, así que cuando me despido de los amigos ya olvidé el noventa y nueve por ciento de lo que platicaron. Luego, digo yo, tengo un sentido ético de la existencia. Como sé que los amigos difunden noticias verdaderas y falsas, es preciso corroborar en qué gaveta se encuentra lo que me contaron, y como esto es una labor dificilísima, compleja y quita tiempo, mejor abro una novela y me divierto con lo que sé que son noticias inventadas pero que son las más verdaderas del mundo.
¡Ah, nos encanta el chisme! Mi pasión de lector indica que a mí me encanta andar metiéndome en vidas ajenas. Los cuentos y novelas no son más que vehículos chismosos. Ah, cuántas historias, cuánto chisme hay en cada libro de ficción.
Soy chismoso, pero, lo juro, procuro no enlodar honras de cercanos o lejanos. No soy de los que lleguen a reunirse con amigos para comenzar a encuerar a los que son mis semejantes, porque sé que, como dice la Biblia: “el que esté libre de culpa que tire la primera piedra”. Pido a Dios no andar poniendo a semejantes en el paredón, porque no soy un santo, también tengo lo que muchas personas afirman: cola que le pisen. Ah, por supuesto, soy pues chismoso, chismosón, chismosín. Pero procuro evitar la tentación, por esto no acudo a mesas donde el chisme va de un lado a otro como una sopa de fichas de dominó, porque por ahí puede haber una noticia falsa que pretenda indisponer a una persona con otra. Te pondré sólo un ejemplo personal en el que alguien me involucró. En una temporada electoral, un “amigo” fue con otro y le dijo que él me había visto dar dinero a dos o tres de los empleados del chismoso para que bajaran unas lonas con publicidad de su hijo. ¡Por el amor de Dios! Esto es ejemplo de una noticia falsa, inventada, con el ánimo de enemistarme con otra persona. Pucha, yo estoy tranquilo en mi casa, alejado de prácticas faltas de ética. Pero, mirá, hasta dónde llega la perversión. Y lo que cuento, entiendo, fue un suceso mínimo. Hay prácticas más perversas. A veces me he topado con amigos que cuentan que, de la noche a la mañana, alguien dejó de hablarles. Otro, de inmediato, dice: “Tal vez le fueron con chismes, con mentiras”. ¡Sí! Y el amigo creyó lo que el otro dijo, sin más trámite.
El motor que mueve al chisme es ¡el morbo! Todos los seres humanos somos morbosos, hay un ánimo que nos impele a querer conocer cosas. Los lectores somos morbosos por naturaleza, nuestra vocación demanda ese ingrediente. Nos metemos hasta en las recámaras, en las estancias más íntimas, y nos enteramos de mil secretos.
Nos encanta el chisme, a veces las noticias son transparentes, pero a veces son cristales llenos de lodo. No se puede evitar, casi siempre nuestras honras están en manos de otros. A veces nos inventan chismes para que otros se enemisten con nosotros. Esto del chisme es todo un gran tema, querida mía, porque es una cadena interminable. Lo que sucede en una mesa de dos, se multiplica cuando cada uno trasmite la noticia a otros amigos y amigas y éstos, a su vez, comparten la información con otros. A veces, cuando te llega un chisme ya pasó por varias manos (oídos y bocas) y, como en el juego del teléfono descompuesto, ya lleva agregados y mutilaciones. Por esto, ahora lo sabemos, nuestra palabra chisme viene de una palabra griega que significa escisión. ¿Sinónimos de escisión? Pucha, hay muchas palabras: rotura, desavenencia, ruptura, amputación, mutilación. ¿Mirás todo lo que puede provocar un simple chismecito?
Posdata: somos chismosos. Las placas de los autos tenían la leyenda: “Chis Mex”. ¿Y los mayas eran chismosos? Sin duda, por ahí habrá que esperar que los historiadores nos den luces acerca del tema.
Pero, ¿ya viste que el título de esta carta alude al anónimo? Ah, el anónimo es el vehículo más perverso del chisme. Otro día platicamos de ello, ¿sale?
¡Tzatz Comitán!
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