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Recoger varas / La Feria

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Sr. López 

Tío Fernando era terco y muy enamoradizo. Divorciado dos veces, viudo una y setentón, empezó a cortejar a una vecina joven y cimbreante belleza que no le hacía ningún caso. Para sorpresa del barrio, llegó a cuarentona sin casarse, pero el tío la seguía asediando, aunque ya tenía casi noventa de edad. La cosa paró cuando la no tan joven, un día le dijo: -Don Fernandito… es por su bien… yo lo mato en la primera noche –se ofendió. Era cierto. 

En México, muchos creen que el Presidente de la república, los 500 diputados y los 128 senadores, son elegidos directamente mediante el voto popular. No es cierto. 

El Presidente, sí, claro, y queda el que consigue más votos y punto. Pero para diputados y senadores el sistema electoral es mixto. 

De los 500 diputados, 300 son electos directamente, son los de mayoría relativa. Los otros 200 son de representación proporcional (los plurinominales, inventados en Alemania por ahí de 1949), que originalmente eran para dar representación a las minorías. En México a grandes rasgos, salen de las cinco listas cerradas y bloqueadas en las que cada partido pone a los 40 que les pega la gana (cinco listas, una por cada una de las circunscripciones en que dividieron nuestros gobernantes al país, haciendo lotes de estados). 

Cuando usted vota lo hace por un diputado y aparte por una lista de pluris en la que, no olvide, usted no puede ni opinar y el diputado pluri no lo representa a usted ni a ningún estado en particular. Chulada. Hay condiciones como que ningún partido pueda tener más de 8% de sobre representación ni más 300 diputados (excepto si los gana con su votación directa). Si le interesa el detalle léase el artículo 54 de la Constitución. 

Más divertido es con los senadores. Son 128, cuatro por cada estado (incluida la capital del país). Los partidos ponen dos candidatos para cada estado (lo llaman “fórmula”, uno la encabeza). Los primeros 64, son los que ganaron la votación en cada estado, directo, sin problema. Los siguientes 32, son los que perdieron y quedaron en segundo lugar pero ponen al que encabeza la fórmula derrotada (“primera minoría”, le llaman); perder y entrar, bonita cosa. Los últimos 32, son plurinominales, salen de una sola lista nacional presentada por cada partido, cerrada y bloqueada. 

Nada más para que tenga una idea del enredo que es nombrar a los senadores pluris, para su elección aplican el “método de cocientes” (para que se oiga bonito), que consiste en tomar toda la votación nacional (para senadores, claro), y dividirla entre 32 (el número de estados), y lo que salga se usa para dividir -entre eso- los votos de cada partido y (¿dónde quedó la bolita?), ese el número de senadores pluris que les tocan. Pudiendo asignarlos directamente conforme al porcentaje de votos obtenidos y ya, pero no, la cosa es científica. Ni la burla. 

Así que tómeselo con calma cuando le digan que el pueblo soberano elige a sus representantes. Sí, pero no tanto, ni a todos. Pa’l caso. 

Viene esto a cuento de la proclama presidencial pidiendo que el 2 de junio de 2024, todos salgan a votar “en línea”, queriendo decir que la gente vote parejo por Morena en todas las candidaturas y listas, para continuar con la transformación nacional (¡qué miedo!). 

El Presidente espera que nosotros, todos los del peladaje nacional, a su corcholata (preseleccionada, precocinada, un minuto en la urna y ¡lista para servir!), le otorguemos la presidencia de la república y a su partido (con sabroso aderezo de rémoras incluidas), dos terceras partes cuando menos, de los votos para legisladores, de manera que él pueda enviar el primer día de la siguiente Legislatura, el mero 1 de septiembre de 2024, iniciativas de reformas a la Constitución para ajustar cuentas al INE, la Suprema Corte y seguro también a los órganos autónomos. 

O sea: es la confesión involuntaria del Presidente de su fracaso, la aceptación implícita de que no logró con su “revolución pacífica” la transformación nacional (la cuarta, no se le olvide), que él solito declaró desahuciada cuando afirmó que sin recuperar la seguridad pública no habría 4T. Bueno, pues no hubo. 

Y francamente da casi ternura este su postrer intento, porque él termina su periodo a las doce de la noche del lunes 30 de septiembre de 2024, y quiere hacer realidad su proyecto político para México, en el último mes de su gobierno, conseguir en 30 días lo que no logró en todo su periodo: concentrar en el Ejecutivo el control total del Legislativo, la sumisión del Judicial y anular por siempre los órganos autónomos como el INE. 

No pudo porque para rehacer la Constitución a su gusto, nunca tuvo las dos terceras partes, más un voto, en el Congreso. 

En 2018, cuando él arrasó en las urnas, Morena & Asociados, en el Senado se quedó por el resto del sexenio sin mayoría calificada, esos malditos dos tercios más uno de votos, que son requisito indispensable para reformar la Constitución (controla 76 senadores, le faltaron desde el primer día 10 votos). 

Ya sin el Senado lo de la Cámara de Diputados era lo de menos, pero tampoco consiguió mayoría calificada (consiguió 324, también 10 menos). “Maldita la hora, pero en las elecciones de 2021 lo arreglamos”, debe haber pensado, olvidando que el Senado dura todo su sexenio. Y en 2021, en la Cámara de Diputados ganó 42 curules menos; mal resultado inesperado porque estaba en la plenitud de su poder el Transformador Patrio. 

No consiguió lo que quería ni cuando arrasó en las urnas y con su impulso consiguió muchos votos para su partido y el PT, el Verde y el PES. Tampoco lo logró estando en la cúspide de su poder. Es un misterio que piense que lo va a lograr cuando le quede un mes en La Silla. 

Quede quien quede en la presidencia, va seguir haciendo coros al son que diga el Presidente López Obrador, cuatro meses, no es tanto. Y en el Congreso, piense con quién van a querer quedar bien, con el que ya está empacando o con quien va a mandar seis años. Política es tiempo, dice él, y su tiempo es el de recoger varas.

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