Sr. López
En el hogar de máxima seguridad en que fue domesticado este menda, no había bromas en cuestiones de orden y disciplina. Los niños éramos la base del organigrama familiar y si se mantenía uno dentro de los límites de lo permitido, se conservaban en su estado natural las nalgas, objetivo primario de la madre para la aplicación de correctivos (con las variantes que ameritara la falta: nalgada simple -con la mano-, nalgada compuesta -mano con chancla-, nalgada agravada -cuerazo-, nalgada mixta -cualquier mezcla de las anteriores-; los casos especiales se reservaban al padre, grave). Eran pocas y claras las reglas, y por lo común antes de llegar al capítulo glúteo, se daban avisos preventivos: “Que no”; “deja eso”; “ven acá”; “¿qué te dije?”; “ya estate”; frases que poco inquietaban al suscrito (¿supraescrito?), pero había una admonición que paralizaba de inmediato la travesura en curso, porque infaliblemente anunciaba males mayores: “Te vas a arrepentir”.
Bueno, pues queden advertidos algunos de nuestros personajes políticos: se van a arrepentir.
Dado el empecinamiento en embarrar con desechos sólidos el prestigio del expresidente Calderón, público culpable del delito de haber ganado la presidencia de la república en 2006 (¡hace 17 años!), algunos ansiosos por complacer al Presidente de turno, se apresuraron a festejar la detención en los EUA de Genaro García Luna, quien fue secretario de Seguridad Pública en el sexenio calderonense y antes, con Chente Fox, titular de la Dirección de Planeación y Operación de la Policía Judicial Federal y cinco años titular de la Agencia Federal de Investigación (AFI), todo eso después de haber trabajado diez años en el Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN).
Como sea, con un silogismo tropical y con fundamento en la declaración del 18 de agosto de 2019, del presidente López Obrador, de que “(…) Nada que él no se entera, el Presidente de México sabe todo lo que está sucediendo, tiene todos los elementos, toda la información”; con esa única premisa, llegaron sin precaución a dos aventuradas conclusiones: 1. Si en los EUA detuvieron a García Luna, es culpable; 2. Si es culpable García Luna, es culpable Felipe Calderón. ¡A todo dar!
Y no, no es asunto menor. Al García Luna se le acusa de complicidad con el narco, particularmente con los cárteles de Sinaloa y los Beltrán Leyva. ¡Vaya!
Luego casi echaron cuetes y contrataron marimba, cuando uno de los testigos, ‘El Rey’ Zambada, delincuente confeso, interrogado por la fiscalía, declaró que le había dado 7 millones de dólares al García Luna, a través de su abogado (del ‘Rey’). ¡Ya!, culpable y don Calderón, igual. Culpables a pesar de que ‘El Rey’ también declaró no tener pruebas de su dicho (bueno, se entiende que no haya recibo foliado por un soborno, pero esa gente, esos altos narcos, graban, fotografían, filman e intervienen teléfonos de quien les pega la gana, especialmente cuando se trata de funcionarios que luego se ofrezca chantajear… pero en fin, en este caso, la palabra del inculpado era buena para los malandrines).
Lamentablemente, para esos presurosos aduladores del presidente López Obrador, la defensa del todavía inocente aunque acusadísimo (defensa de oficio, por cierto, porque el García Luna no tuvo dinero para pagar abogados), en el contra interrogatorio del ‘Rey’, la defensa, repito, sacó a colación que en el juicio contra el ‘Chapo’, había declarado también que había sobornado a un subordinado del ahora Presidente de la república y entonces, Jefe de Gobierno del entonces DF, con la misma cantidad, siete millones de dólares “para una campaña política”. ¡Zacapún!
Dejando de lado las contradicciones de ‘El Rey’, y su negación de que ese dinero fue a la campaña 2006 a la presidencia de la república de López Obrador, para el peladaje nacional quedó claro que ‘El Rey’ sostuvo que sobornó a un importante funcionario subordinado a López Obrador. Eso quedó firme… y bueno, si se aplica la dialéctica a marro de que lo que hace la mano lo sabe la tras, vendría a resultar que ambos jefes (Calderón y López Obrador), de los supuestos sobornados estaban muy al tanto y muy de acuerdo con esos enjuagues (nada de que no se enteran), y eso es una soberana babosada: es imposible que un funcionario de cualquier nivel esté enterado de todo lo que hacen y dejan de hacer, sus subordinados.
Los altos funcionarios sí pueden recibir informes o encontrar por sí mismos, inconsistencias o acciones extrañas de los que están a su mando; pueden sospechar, pueden ordenar investigaciones, pero lo que no pueden hacer es vigilar las 24 horas del día, todos los días, a todos los que trabajan para ellos.
Y asómbrese, no es tan difícil engañar a los presidentes de México, están tan arriba que acaban aislados, rehenes de su círculo de confianza, ese grupo siempre menor que tiene acceso al Presidente, que le presenta o le oculta informes, que ‘desliza’ comentarios desfavorables o francas calumnias contra adversarios o competidores de los favores presidenciales. Consta a este menda, por lo que no viene a cuento explicar, que al presidente López Portillo (en aquellos años sin redes), le manipulaban las notas de prensa en el resumen diario de noticias… y le entregaban periódicos diferentes a los que circulaban por la calle, en serio, ¿y qué iba a hacer el Presidente, salir de incógnito a comprar sus periódicos?, no, estaba preso de ese primer círculo que le hizo creer que el día que le tocaba entregar el poder, no era difícil que la gente se echara a la calle a impedirlo. Le repito, consta a este tecleador.
No importa a este su texto servidor si el García Luna sale culpable o inocente de su juicio. Sí le importa que no se arrastre por el lodo al país entero, nomás por ganas de revancha (tardía) contra Calderón, porque luego, con la misma vara van a medir a López Obrador y con esa vara perdemos todos, pierde el país y el único que gana es el renegrido tío Sam, el principal responsable del sainete narco.