Sr. López
Ha de ser que acumular años en lomos, amodorra el alma, aletarga el seso, lo duerme, contemplando, cómo pasan presidentes, cómo se viene el desastre, tan callando, cuán presto se va el votar, cómo después de elegir, da dolor, cómo a nuestro parecer, cualquier gobierno pasado fue mejor. Y si no es la edad, fue desayunar siete tamales (tres de dulce).
El último recurso es el ejército. Por supuesto el ejército es el primer recurso en caso de ser invadidos o agredidos por otra nación y cuando se presentan asonadas o movimientos armados internos que atenten contra los intereses vitales de un país. Pero el ejército es la última opción cuando se trata de conducir la cosa pública en circunstancias de paz interior.
Así, cuando el gobierno de una nación usa sus fuerzas armadas para corregir o conducir los asuntos civiles ordinarios, incluida la seguridad pública, estamos ante la declaración implícita de que el gobierno ha fallado, que la situación, del orden que sea, ha rebasado a la estructura y operatividad del Estado.
Dicho de otra manera: la opción militar corresponde al fracaso de todas las otras opciones al alcance del gobierno de un Estado-nación. Las fuerzas armadas de los países originaria y esencialmente, son lo que permite a cada país oponerse a otro que viola sus derechos como nación y por extensión, para contener y someter a quienes desde el interior atenten contra el propio país. Punto. Lo demás es música de viento.
Se atribuye al general y estadista Charles De Gaulle, haber dicho: “Las Fuerzas Armadas no sirven para nada, salvo cuando todo depende de ellas”.
La presencia formal de nuestras fuerzas armadas en el combate a la delincuencia organizada, inició en el 2006, al comienzo del periodo del presidente Calderón. Eso fue la aceptación de que las fuerzas policíacas civiles de los tres órdenes de gobierno, eran incapaces de enfrentar el fenómeno y además, la presumible corrupción de algunos de sus mandos, si muchos o pocos, averígüelo Vargas, diría Chabelita la Católica. La situación se mantuvo a lo largo del siguiente sexenio, con Peña Nieto.
Todos estamos al tanto de que uno de los más insistentes pregones de nuestro actual Presidente, siendo candidato, fue el regreso de los militares a los cuarteles. No fue así sino al revés: aún siendo Presidente electo, antes de asumir el cargo, el 14 de noviembre de 2018, anunció su propósito de crear la Guardia Nacional integrada por policías militares, navales y federales.
Al inicio de su gobierno, en marzo del 2019, el Congreso de la Unión aprobó la Guardia Nacional, CIVIL, como órgano desconcentrado de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, sujeta a las directrices de la Estrategia Nacional de Seguridad Pública (el chiste se cuenta solo); pero el Presidente dispuso que la administración y operación de la Guardia Nacional estuviera a cargo de la Secretaría de la Defensa Nacional, bajo el mando de un Comandante Operativo, el general de brigada diplomado de Estado Mayor, Luis Rodríguez Bucio, hasta el 16 de enero de 2023 cuando pasó a subsecretario de
Seguridad y Protección Ciudadana, sustituyéndolo como comandante de la Guardia Nacional el general de División retirado David Córdova Campos, diplomado en Estado Mayor.
Sí puede entenderse que la Guardia Nacional sea y siga siendo una rama más de nuestras fuerzas armadas, pero eso significa la aceptación de que las fuerzas policíacas siguen siendo incapaces e indignas de la confianza del Estado mexicano. Triste. En cuatro años este gobierno no supo o no pudo organizar y conducir la reconstrucción de las corporaciones policiacas; o no quiso, lo que prueba la astringencia de presupuestos a las entidades y municipios.
Y ni lo pensaron, por eso les han asignado otras muchas responsabilidades del exclusivo ámbito civil. Hoy nuestras fuerzas armadas se encargan del control de puertos y aduanas; construyeron y administran el Aeropuerto Felipe Ángeles y construyen 2 mil 700 sucursales del Banco del Bienestar, dos tramos del Tren Maya y una parte del Corredor del Istmo; los cuarteles para la Guardia Nacional en todo el país y la remodelación de 32 hospitales. Encabezan la lucha contra el huachicol; custodian pipas y ductos de Pemex; son responsables del control de migrantes; reparten libros de texto, vacunas y gas; distribuyen fertilizantes, apoyan los programas Sembrando Vida y Jóvenes Construyendo el Futuro y vigilan la entrega de sus recursos. Aparte, la Agencia Federal de Aviación está a cargo de otro general en retiro, Miguel Vallín Osuna; igual que el Centro Nacional de Inteligencia, al mando del general en retiro Audomaro Martínez Zapata; y forman parte de la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (la Cofepris).
El muy reconocido Craig A. Deare, especialista en estrategia de seguridad nacional, política de defensa de los EUA y relaciones civiles-militares, escribió en 2008 el ensayo ‘Militarización en América latina y el papel de Estados Unidos’, en que dice:
“Muchos de los países aún tienen sistemas democráticos ineptos, con partidos políticos débiles, con instituciones frágiles y dirigentes corruptos. Esta realidad conduce a los gobiernos incapaces a buscar soluciones eficaces para sus pueblos: en muchos casos, las únicas instituciones competentes -o por lo menos existentes-, son las fuerzas armadas. El problema de fondo no son las fuerzas armadas en sí, sino los gobiernos que no han resuelto los asuntos prioritarios de su población y es importante reconocer la diferencia”. Pues sí.
Y el laureado psicólogo Abraham Maslow, decía: “Si la única herramienta que se tiene es un martillo, todo problema se ve como un clavo”. Pues también.
Por cierto, ayer, luego que Tribunal electoral prohibió uso de caricatura de AMLO, Mario Delgado, dirigente nacional de Morena lanzó una campaña para que simpatizantes publiquen foto con su ‘Amlito’, un muñeco de peluche con la imagen del Presidente… bueno, eso nos ofrecen, una caricatura de Presidente.