Sr. López
El Presidente acusó al sistema judicial de incompetente. Miles de jueces, abogados y policías se manifestaron en la capital y en otras ciudades para protestar. En la capital nacional miles de personas vestidas de rojo y negro, marcharon con el lema: “La Justicia está en peligro, unámonos”. El sindicato de jueces informó que unos 180 juzgados del país entraron en huelga, suspendiendo todos los procesos no urgentes. Acusan al presidente Nicolás Sarkozy de populismo y demagogia. ¿Qué pensó?… no, ¡cómo cree!, eso pasó en febrero de 2011, en Francia.
Las manifestaciones fueron porque un tipo pre-liberado, asesinó y descuartizó una adolescente y don Sarkozy declaró: “Cuando dejas salir de prisión a un individuo presumiblemente culpable (…) es un error (…) la gente que encubrió o que permitió este error, será sancionada”, y que se le vienen encima los jueces de su país, llamándole lo que es: populista y demagogo, porque, quién se cree que es él -Poder Ejecutivo-, para andar amenazando jueces que son otro Poder, el Judicial.
No lo tome como sugerencia (ni lo mande Dios), sino como terapia de choque. En México nuestro actual Presidente, como ningún otro en nuestra historia, se ha bailado la guaracha encima del Poder Judicial. Los ha insultado de muchas maneras (insultar es su mero mole, don Gabriel Zaid lo llamó “poeta del insulto”), y ayer, después de dejar pasar un día completo sin siquiera mencionar la elección de la ministra Norma Piña como presidenta de la Suprema Corte, expresó que “le parecía bien” y después de aclarar que ella lo llamó por teléfono, que no le tomó la llamada y que luego se reportó (todo un caballero), agregó: “No hay problema con el Poder Judicial. Es un poder autónomo”; y remató con un lapsus que dejó ver qué trae en la cabeza; dijo: “Estamos llevando a cabo un proceso de transformación en la que no necesariamente se deben modificar las leyes” (sic de así habla, a uno no lo vean feo, era ‘en EL que no necesariamente’, en fin, es lo de menos, nadie se fija si está bien trapeado el Titanic a medio hundimiento). Lo que interesa es que ya anticipa que no va a poder mangonear las leyes.
No se puede negar que alguna gente, mucha gente, considera que el presidente López Obrador es tres cosas: muy popular, victorioso e invencible.
Muy popular no es, contra lo que tanta gente imagina. Al término de su cuarto año de gobierno, tiene una aprobación del 55%, debajo de todos sus más recientes antecesores sin contar al Peña Nieto que era de pena ajena: en el mismo periodo, Calderón andaba en el 59%; Fox tenía el 57%; y Zedillo el 61%… sí, con la pena pero es el menos popular de entre ellos, lo que sucede es que es el más parlanchín, diario da la nota, aunque habitualmente desafinada y aparenta popularidad a fuerza de hablar bien de él mismo sin pizca de pudor (ni objetividad).
Victorioso e invencible tampoco es. Si se toma en cuenta el inmenso poder que los presidentes de México tienen, es notoria la cantidad de asuntos en que ha fracasado; solo por mencionar algunos:
En la Suprema Corte ha perdido muchos asuntos: le invalidaron la reserva automática de información de las bases de datos del Sistema Nacional de Información; en la Ley
Nacional del Uso de la Fuerza, anularon la porción que permitía a las fuerzas del orden el uso de armas de fuego para neutralizar agresores (ponerlos quietos a balazos, hicieran ellos fuego o no); también rechazó la Corte en la Ley Nacional de Extinción de Dominio, que el gobierno se apropiara de bienes cuyo origen aún está en investigación. En la Ley General de Educación, los ministros lo mandaron a volar en lo relativo a la educación indígena y para personas con discapacidad, porque la hizo por sus purititos pantalones sin las consultas popular a que obliga la ley.
Por unanimidad del Pleno, se declaró inconstitucional la pretensión de ampliar dos años el periodo del Presidente de la Corte, asunto gravísimo, antes intentado y también rechazado por la Corte, para ampliar el periodo del Gobernador de Baja California (¿pues en que andaba pensando, Presidente?).
Otros asuntos que ha perdido en la Corte son: en la Ley Federal de Austeridad Republicana, la prohibición a los exfuncionarios por 10 años, para trabajar en la iniciativa privada (otra idea extraída de los sacros chones presidenciales, ¿por qué 10, por qué no doce, por qué no dos?).
También la Corte invalidó la prisión preventiva oficiosa por delitos fiscales (mandar gente al bote en lo que se sabe si debe impuestos, parece poquito brutal). Igual anuló la Corte el acuerdo presidencial para reservar (ocultar) la información sobre las obras prioritarias de la actual administración (desfachatez presentada como cuidado de la “seguridad nacional”, ¡se necesita…!).
Y no se le olvide que la Corte declaró inconstitucional el Padrón Nacional de Usuarios de Telefonía Móvil (¡alabado sea el Señor!, ¿se imagina el trafique de datos personales?).
En el Congreso mordieron el polvo las iniciativas de reforma eléctrica y la del INE, aparte de su frustrada intentona de imponer una ley que le otorgaba facultades para cambiar el Presupuesto nacional a su gusto.
Ahora, después de que la Corte resistió la presión para nombrar a su titular al gusto del Presidente igual que en el Tribunal Federal de Justicia Administrativa, donde también lo derrotaron, se ve más a las claras que es un Presidente de palabras hecho. Victorioso e invencible, no.
No hay espacio para mencionar los fiascos del Presidente en asuntos al interior de su gobierno para los que no hay dirimentes; fracasos como la inseguridad pública creciente o el del Sector Salud, que le ha costado al país arriba de medio millón de muertes, exacerban la necesidad de ganar las elecciones del 2024, él sabe que no resiste análisis su administración y también lo saben en su gabinete por lo que no será raro atestiguar traiciones, son muchas las facturas que no quieren pagar y se siguen acumulando gracias a la presidencial siembra de rencores.