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¡Cosa más grande! / La Feria

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Sr. López 

El abuelo materno, don Armando, el que hablaba poco y todos le ponían atención porque jamás lo hizo para ventilar la garganta, miraba crecer a sus nietos y se iba enterando sin abrir la boca, de qué profesión decidía estudiar cada uno: unos, arquitectura; otros, medicina o leyes; a uno le dio por la ingeniería civil y hasta hubo un filósofo. Cuando tocaba decidir al primo Chucho, que no era muy brillante que digamos (Danielito le ganaba en número de neuronas fallecidas, pero era del lado paterno, nada que ver; Chucho, de este lado, era el más bruto), con discreción el abuelo sugirió que le permitieran “encaminarlo”: lo llevó con el presidente Adolfo Ruiz Cortines (quien siempre fue su amigo), y le hizo carrera de político; con los años fue varias veces diputado federal; nada mal le fue. Ya muy anciano el abuelo, le preguntó este menda por qué a él sí lo ayudó y a ninguno más; enarcó las cejas con extrañeza y dijo: -Jesús es tonto… en política eso es lo de menos si no hay guerra -no había guerra. 

Se hace uno mayor y reflexiona: sabio era el viejo. Efectivamente, entre políticos no es difícil toparse con mediocres, con IQ de molcajete, cultura de molusco y soberbia de cardenal renacentista; por supuesto entre esa fauna hay selectas mentes luminosas, con el bulbo raquídeo en trifásica, individuos de personalidad arrolladora y memoria excepcional, claro, pero sin dramatizar, son los menos. 

Como sea, agradezcamos al Creador (o al hado), que personas muy brillantes empeñan su vida en la aventura de la cosa pública, aceptando resignadamente a los bobos dedicados a la prédica de vacíos discursos a audiencias rentadas en busca de votos, con el auxilio del dinero contante y sonante, aparte de los que se suponen con méritos por parentesco (creyendo que “ser-hijo-de”, es credencial suficiente para aspirar a cualquier cargo), con encuestas a modo y estrategias de mercadotecnia adecuadas para introducir al mercado una nueva marca de papel sanitario. 

Habitualmente, cuando los papás de un crío le notan el cerebro normal lo animan a estudiar y cuando él mismo observa que su sesera da para más, se dedica a la investigación científica o se mete de sastre, pero no de político, oficio que en tiempos de paz, no raramente es refugio de mediocres y también de vivos muy vivos, gente de malos hábitos, ávidos de notoriedad, inescrupulosos; aparte de esos otros pocos muy brillantes, excepciones que ratifican la regla. 

Lo que no falla es que en tiempos de real peligro colectivo, los mejores entran a escena en la cosa pública, verifíquelo repasando algo de historia universal o de la nacional: 

Cuando la Guerra de Reforma con el país en riesgo de desaparecer, invadidos por el ejército francés, entonces el más poderoso del mundo, confrontados con el inmenso poder de la iglesia romana, con el erario en la miseria y harto bobo pensando que hablar francés era muy chic, se aglutinaron los inconmensurables liberales: Juárez, González Ortega, Melchor Ocampo, Santos Degollado, Matías Romero, Guillermo Prieto, Comonfort, Ponciano Arriaga, Manuel Payno -con todo y su patinazo de reconocer el gobierno de Maximiliano-, y otros más que salieron como generación espontánea y salvaron a México. 

En otra emergencia nacional, con la presidencia ocupada por el etílico dictador mangoneado por los yanquis, Victoriano Huerta, surgieron de debajo de las piedras tipos de la talla de Venustiano Carranza, Obregón, Calles, Ángeles y un etcétera que le ahorro a usted por no encallar en el partidazo al que ya le hará justicia la historia, al menos por sus primeros 40 añitos, que no son pocos, aunque los siguientes 30 empañen todo lo mucho que sí hizo. 

En tiempos de calma chicha, los que brillan de inteligentes, los arrojados y con pasta de líder, bostezan nomás de imaginarse administrando la inercia, conduciendo masas de burócratas empolvados de tanto hacer como que hacen; es el tiempo de los mediocres. 

La mala pata fue que cuando los grandes tropiezos económicos de Echeverría y López Portillo, no llegaron al poder un Calles o un Cárdenas, rodeados por sus valientes y valedores, no, sino el calzones tibios de Miguel de la Madrid, con sus tecnócratas, ajenos del todo a la realidad nacional, con el cerebro troquelado en universidades yanquis. Ese don Miguel que de economía sabía, pero más de agacharse, tomó la salida fácil de plegarse a los proyectos del gran capital yanqui y con pactos que no fueron tales porque se impusieron a trancas y barrancas, vía GATT, dejando en La Silla a don Salinas de Gortari, resolvió su sexenio y llegamos a la actual condición de país firma-tratados (empezando por el TLC, hoy T-MEC), país con gobiernos sin proyecto de nación, incluido el presente régimen que transformando a México lo está devastando. 

Y por si piensa que este su texto servidor exagera, nada más sépase que ayer el Presidente de la república, al referirse al pavoroso caso de la tesis profesional pirata de la pasante ministra de la Corte, Yasmín Esquivel, dijo muy fresco: “(…) es una copia, de eso no hay duda, lo que hay que ver es quién copió a quién, quién plagió a quién”. ¡Zambomba! 

Uno supondría que un personaje como nuestro Presidente, dadas sus cualidades que tan a la vista están, debería dominar el arte de mentir, encubrir, disimular, tapar o disfrazar la realidad para ayudar a los suyos, pero no, parece que se ha contagiado de la mediocridad de algunos de sus destacados fanáticos: ahora resulta que hay que investigar si le copió a la dama de la Corte, el señor que publicó la tesis 14 meses antes. 

La pasante que ocupa un sillón de la Corte, publicó ayer una carta en la que afirma sobre su tesis: “(…) es un proyecto original y auténtico que empecé a redactar y revisar desde 1985. Un año antes de la tesis ‘similar’ (…) He denunciado, ante la Fiscalía correspondiente, el supuesto plagio de mi proyecto de tesis (…)”. 

¡Albricias!, mediocres al rescate: una tesis publicada antes, puede ser copia de una en elaboración. ¡Cosa más grande!

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