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Transformación indiscutible / La Feria

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Sr. López 

Tía Tina, Ernestina, era solterona y a duras penas tolerada por la familia porque vivía destazando prestigios, en particular de la larga lista de sus sobrinas; arruinó noviazgos, reventó bodas y ante cualquier llamado a la prudencia, respondía siempre lo mismo: -Mi opinión es muy mi opinión –y tan fresca, hasta que se le ocurrió difamar (o calumniar, nunca se supo), a la aguerrida prima Silvia, quien, en una comida dominical, le plantó en la cabeza una cazuela de albóndigas al chipotle, diciendo: -Esta es mi opinión, tía -luego de un platón de mole negro, una olla de alubias, un bacalao a la vizcaína (terrible desperdicio) y un hirviente perol de sopa aguada de pasta (fideos), tía Tina desapareció por siempre de las reuniones familiares. Nunca se le echó de menos. 

Noviembre 6 de 2019: Diecisiete organizaciones internacionales de la sociedad civil demandaron al gobierno de AMLO, terminar con la estigmatización periodística. Emmanuel Colombié, de Reporteros Sin Fronteras Internacional, declaró que las estigmatizaciones de comunicadores del presidente Andrés Manuel López Obrador, son “una realidad y una de las mayores preocupaciones de periodistas, medios de comunicación y organizaciones mexicanas”. 

Julio 1 de 2021: En audiencia pública, Jan Albert Hootsen, representante en México del Comité para la Protección de Periodistas, de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, presentó un video sobre cómo, a su parecer, servidores públicos, empezando por el presidente Andrés Manuel López Obrador, “utilizan el estigma y la criminalización para silenciar, censurar y atacar a la disidencia, no importando si viene de la prensa, personas defensoras de derechos humanos o de las organizaciones de la sociedad civil”. 

Julio 2 de 2021: La Oficina en México del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, pidió al gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador cesar los discursos que estigmatizan a defensores de derechos humanos y periodistas en México. 

Febrero 3 de 2022: La Comisión Interamericana de los Derechos Humanos pidió al gobierno de Andrés Manuel López Obrador, terminar con la sección semanal “¿Quién es quién en las mentiras?” de su conferencia mañanera. El relator Especial para la Libertad de Expresión, Pedro Vaca Villarreal, dijo: “las altas autoridades del Estado no solo tienen que tener mucho cuidado con lo que dicen, sino el momento en que lo dicen”. 

Son muchos más los llamados a la prudencia que se le han hecho al Presidente. No acepta ninguno. 

Lo del Presidente es insultar: hampa del periodismo, prensa fifí, conservadores, chayoteros, maiceados, burlonamente llamarlos paladines de la transparencia y la honestidad “le muerden la mano a quien les quitó el bozal”, prensa vendida, periodistas al servicio de la mafia del poder, golpeadores, corruptos, mercenarios, sin ideales y sin principios, tendenciosos, prensa alquilada al servicio de minorías rapaces. 

Y así, a fines de enero de este año, aseguró que no le falta al respeto a los medios de comunicación y no coarta la libertad de expresión pues solo se ejerce su derecho de réplica. No, no señor, eso es agraviar, ofender y calumniar. 

No acepta ni el reclamo de justicia por los asesinatos de periodistas y acusa a sus adversarios de usarlos para atacar su administración y “sacar provecho hasta del dolor humano, siempre y cuando sea para afectarnos”. 

No solo dirige ataques generales a la prensa, sino a medios concretos y a periodistas en lo individual. Andrés Manuel López Obrador no parece ser consciente de la importancia y peso de la palabra presidencial, aquí y en China, y más aquí por nuestra larga tradición política. Hay prudencia obligatoria, entérese señor Presidente. 

Conforme a la Sociedad Interamericana de Prensa, en lo que va del sexenio se ha registrado un total de dos mil 300 ataques contra la prensa. Según Reporteros sin Fronteras ya son 11 los periodistas asesinados en México, en este año. Por cuarto año consecutivo (en la 4T), México es el país más peligroso y mortífero del mundo para los periodistas, más que en países en guerra como Ucrania, ocho casos, o Yemen, tres casos. 

En la mañanera del 16 de abril del 2019, afirmó que aceptaría “cuestionamientos con respeto” y advirtió a los periodistas presentes: “Si ustedes se pasan, ya saben lo que sucede… pero no soy yo, es la gente”… y entre esa gente hay asesinos. 

El Presidente no capta que su actitud beligerante puede provocar que algún seguidor suyo crea que lo ayuda matando un periodista o que algún enemigo de él, lo haga para efectivamente desacreditarlo. 

En mayo de 2020, Andrés Manuel López Obrador acusó a Ciro Gómez Leyva de recibir en el pasado dinero del gobierno de manera indirecta y que formaba parte de un “jugoso negocio” con la televisora donde labora. Después, el 6 de abril de 2021, se volvió a pronunciar contra Gómez Leyva y lo acusó falsamente, de que desayunaba con Genaro García Luna, exsecretario de Seguridad Pública, actualmente bajo proceso judicial en los EUA. El pasado miércoles lo calificó de deshonesto… y el jueves por la noche, sufrió un atentado; está vivo por el blindaje de su vehículo. Enhorabuena. 

La indignación por ese atentado es justificadísima pero es mucho peor la muerte de periodistas cuyos casos acaban en el olvido. La mayoría. 

El Presidente justifica sus ataques a la prensa diciendo (15 de marzo de este año): “Si no salieran a atacarnos con estos reportajes, no estaríamos hablando de estos temas, y mucha gente se quedaría con la idea de que el periodismo es como el castillo de la pureza; entonces tenemos oportunidad de confrontar”. Para él es una oportunidad de confrontar sin ver que ha creado con su violencia verbal el clima que suele anteceder y antecede, la violencia física, ahí están los muertos para probarlo y no hay otros datos que valgan. ¿Hasta dónde, hasta qué, señor Presidente? 

Nunca en nuestra historia de habíamos visto semejante cosa, esta sí es una transformación indiscutible.

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