Sr. López
Cuando se casó tío Daniel, su papá le regaló un auto último modelo (un Ford Sedan 1946, horroroso). Pasados unos buenos años, el coche quedó definitivamente descompuesto, estacionado frente a su casa, haciéndose cada día más viejo, cayéndose a pedazos, pero el tío decía que le iba a dar “su arregladita”; mientras, andaba en camión. Cerca de sus bodas de oro, tía Marita, su esposa, le puso un ultimátum: -Si el día de nuestro aniversario el coche sigue ahí afuera, cancelas misa y fiesta –hubo misa y fiesta (el coche reposó escondido en una pensión hasta la muerte del tío).
Hay cosas que dejan de funcionar y por extrañas razones conservamos. Nuestra Constitución es una.
Nuestra actual Constitución es la de 1917, se nos dice y repite, aunque con más de 740 modificaciones no se parece gran cosa al original. El original de la Constitución rondaba las 21 mil palabras y ya vamos arriba de 65 mil. Y no es acumulación de sabiduría pues nuestra Constitución contiene normas sobre asuntos tan importantes para la vida de la nación como el acopio o venta de tabaco en rama (artículo 117, fracción IX, revise usted).
Solo 22 de sus 136 artículos no se han manoseado. El actual gobierno han reformado 56 artículos al 18 de noviembre de 2022 (según informa el portal de la Cámara de Diputados, no está uno inventando), así, la 4T ya le ganó al gobierno de Salinas de Gortari que en el sexenio entero reformó 55 artículos (el campeón es Peña Nieto que cambió 155 artículos).
Para que tenga usted una idea de nuestro galimatías constitucional, entérese que el artículo 73 -sobre las facultades del Congreso-, ha sido reformado 83 veces (al 5 de febrero de 2021).
Siendo odiosas las comparaciones, le informo, precisamente para que le arda, que la Constitución de Estados Unidos es del año 1787, consta de siete artículos y nunca ha sido modificada. Sí le agregaron 27 enmiendas de las que solo están vigentes 25, y para que le arda más, la 27 enmienda se propuso en 1789 y se aprobó en… 1992, sí, se tomaron más de dos siglos en aprobarla (por si se lo come la curiosidad, esa enmienda manda que el aumento o disminución del salario de los legisladores que apruebe el Congreso, tendrá efectos para la siguiente legislatura, no para ellos mismos… qué fijados). Y por si todavía no le arde, recuerde las reformas mexicanas “fast track”, el mismo día que las recibe el Legislativo, sin publicarlas en La Gaceta Parlamentaria, sin que pasen por comisiones, sin moverles ni una coma, sin leerlas… no se llama lealtad, se llama… se llama de otra manera, usted escoja el calificativo, se sugiere el que rima con regaderas.
Pareciera injusto atribuir a los presidentes de turno las reformas constitucionales, pues las reformas las hacen los legisladores (las dos Cámaras federales y al menos 17 congresos estatales), pero como normalmente las iniciativas las promueve-impone el Ejecutivo, según piense y según lo que le interese a cada uno, ellos cargan con el crédito o descrédito; aunque es correcto reconocer que ya empieza a suceder que el Congreso le pinte violines al señor-presidente.
No pocos constitucionalistas y expertos políticos, proponen que se haga una nueva Constitución, pero pareciera que se trata del himen patrio y que es intocable, olvidando que ya hemos tenido otras ocho: la de Apatzingán, de Morelos en 1814 (un mal chiste, México ni era independiente); el Reglamento Provisional Político del Imperio Mexicano, de Iturbide en 1822; el Acta Constitutiva de la Federación y la Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos de 1824; las Siete Leyes Constitucionales de 1835-1836; las Bases Orgánicas de la República Mexicana de 1843; el Acta Constitutiva y de Reformas de 1847; el Estatuto Provisional del Imperio Mexicano, de Maximiliano en 1865; y la Constitución de 1857. La actual es la novena, la de 1917 y es un refrito de la de 1857.
Así que después de 105 años de meterle mano a la Constitución hasta hacerla un adefesio, no parece una locura hacer una nueva, sin que por eso nos vayamos a parecer por ejemplo, a Venezuela, país en donde estrenan Constitución cada seis años en promedio.
El problema de rehacer la Constitución es que correríamos el riesgo de quedarnos con algo peor, gracias a las poderosas fuerzas (ocultas), que se moverían; pero lo cierto es que nuestra Constitución como ahora está es un monstruo hecho de parches y añadidos, no raramente contradictorios, mal redactados y con infinidad de disposiciones que más bien pertenecen a leyes reglamentarias, porque nuestra Constitución es una piñata a la que los presidentes meten todo lo que aspiran a que sea permanente. No lo es, nunca.
Como es muy delicado instalar un Congreso Constituyente que redacte una nueva Constitución, entonces tal vez haya que reformar nuestro Congreso que no pocas veces nos pone a todos con los pelos de punta.
Cosa gorda meterle mano al Congreso. Sí. No se espante. Solo se propone una modificación: que las votaciones de diputados y senadores sean secretas. Sí. Sin tablero con los nombres de cada legislador donde aparece cómo emitió su voto cada uno. Eso solo sirve controlar a las bancadas. Con el sufragio secreto ya veríamos votaciones con resultados sorprendentes al menos en lo que a reformas constitucionales toca.
En México se exige la más rigurosa disciplina a los tribunos que pertenecen al partido en el poder, sin considerar que se puede ser muy leal a un ideario sin que se esté obligado a coincidir en las puntadas, caprichos o atropellos del Presidente.
No pocos (tampoco muchos), de los legisladores del partido del Presidente y de sus partiditos rémora, votan a favor de sus iniciativas, sin moverles una coma, estando en desacuerdo, pero hacerlo de otra manera es arriesgarse a consecuencias y hasta venganzas y el heroísmo no es obligatorio.
Dirá usted que son sueños, que las cosas son como son. Bueno, igual los del PRI imperial creían que nunca perderían el poder y ya ve. En serio, en política lo imposible es posible.