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¡Eso no se toca! / La Feria

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Sr. López 

Ayer, el Presidente dirigió un mensaje a la nación: “en atención al reclamo ciudadano a lo largo y ancho del país, tomamos la decisión de establecer un gobierno de excepción orientado a restablecer el Estado de Derecho y democracia, a cuyo efecto se disuelve temporalmente el Congreso de la república y se instaura un gobierno de emergencia excepcional”. Se notaba cómo le temblaban las manos. 

Añadió: “Los adversarios políticos más extremos se unen con el único propósito de hacer fracasar al gobierno para tomar el poder sin haber ganado una elección”, y anunció la reforma del Poder Judicial y la Suprema Corte para reorganizar el sistema de justicia, prometiendo convocar a elecciones en “el plazo más breve posible” y que en tanto, “se gobernará mediante decretos ley”, el primero de los cuales fue el toque de queda de las diez de la noche a las cuatro de la madrugada, lapso durante el cual nadie podrá circular por las calles y quien lo haga será detenido por las autoridades. 

Es información dura que llega a México desde Perú, perdón por no haberlo dicho antes. No se asuste. 

El caballerito que se dio este autogolpe de Estado es Pedro Castillo (el del sombrerote), presidente del Perú desde el 28 de julio de 2021, quien en tan breve lapso ha sido sometido a dos intentos de destitución ante su Congreso; en el primero no hubo la votación requerida y el segundo lo desestimó el propio Congreso, ahora enfrentaba el tercero, por corrupción que allá le dicen “permanente incapacidad moral”… bonito. 

A punto de ser juzgado otra vez se le ocurrió la brillante idea de dar un golpe de Estado. Qué vivo. 

Como tarjeta de presentación del Castillo, afirmó que el gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela es democrático; y aparte, para tener una idea de sus cualidades, don Sombrerón ha recibido apoyo, felicitaciones y los mejores deseos del magistral impostor José Mujica, exguerrillero Tupamaro y expresidente del Uruguay; y del expresidente de Bolivia Evo Morales (finísima persona). 

Y pero-por-supuesto, nuestro Presidente ha manifestado su decidido respaldo a don Castillo: 

En diciembre del año pasado envió al secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O y a otros funcionarios de su gabinete, para “apoyar al presidente Pedro Castillo” y aseguró que enfrentaba una “guerra sucia mediática” de parte del “conservadurismo” de ese país (lo bueno es que nunca se mete en asuntos ajenos, porque él respeta la tradición diplomática mexicana). 

Luego, el 2 de diciembre de este año, defendió al presidente peruano ante la solicitud de destitución en su Congreso e insistió que se debe mantener la gobernabilidad en aquél 

país (ni loco se atrevería a opinar de asuntos internos de otros países, entre otras cosas para que el tío Sam no opine de los nuestros, hace bien). 

En esa ocasión, López Obrador recordó que viajaría a Lima, capital peruana, el próximo 14 de diciembre para la celebración de la cumbre de la Alianza del Pacífico que se iba a realizar en México y que canceló por sus purititos pantalones precisamente porque el Congreso de Perú no autorizó a don Castillo a venir, lo que calificó como “politiquería”. ¿No lo dejan venir?, pues vamos, faltaba más, ¿para qué son los amigos? 

Y, por cierto, el presidente López Obrador ese 2 de diciembre que le anoté arribita, también pidió que “se entienda que él (don Castillo) ganó de manera democrática y que le ayuda mucho a un país el mantener gobernabilidad, estabilidad política” (¿a quiénes lo pidió?… ¿al Congreso peruano?…¿o a los opositores peruanos?… ¿o a los peruanos?… ya nos dirá, sí, pero mientras ¡qué bueno que les haya explicado las ventajas de la estabilidad política!). 

Uno no está para dar consejos a nadie, pero es más fácil jugar ajedrez con los ojos vendados que opinar sobre la política interna de Perú. Allá el periodo presidencial dura cinco años y llevan seis presidentes en seis años: Pedro Kuczynski duró un año 8 meses; Mercedes Aráoz, un día, incompleto, del 30 de septiembre al 1 de octubre de 2019; Martín Vizcarra, dos años y siete meses; Manuel Merino, 5 días, del 10 al 15 de noviembre de 2020, incluido; Francisco Sagasti, ocho meses; y Pedro Castillo. 

En cuanto don Castillo terminó su mensaje a la nación, hubo renuncias en cascada en su gabinete y el Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional de Perú advirtieron que no acatarían ningún acto contrario al orden constitucional. ¡Qué chambón don Castillo!: sin ejército no hay golpe ni golpecito de Estado. 

Luego de su chistecito el Congreso destituyó a don Castillo; abandonó la residencia oficial peruana a bordo de una camioneta (sin sombrero), junto con un convoy de guaruras; la gente rodeó el vehículo tratando de impedir su fuga; la policía lo siguió y lo detuvieron. Ahora enfrentará los cargos por corrupción, más sedición, abuso de autoridad y grave perturbación de la tranquilidad pública. 

Las reacciones en la comunidad internacional fueron de repudio al golpe de Estado, mientras nuestro Presidente honraba otra vez el principio de no intervención acusando a las élites sociales y políticas peruanas de “hostilizar” al ahora preso Castillo. NO: lo depusieron porque intentó un golpe de Estado. No es gracia. 

También ayer, como era de esperarse, nuestro gobierno ofreció asilo a Castillo (si deciden no juzgarlo), y nuestro Presidente aprovechó para defender a la vicepresidenta de Argentina, Cristina la viuda de Kirchner, sentenciada a seis años de prisión por ladrona; y dijo de él mismo: “Si quieren meterme a la cárcel cuando termine ya saben dónde voy a estar”. No, señor, de ninguna manera, nadie con la cabeza en su lugar quiere eso. Y lo dice porque se sabe intocable. No nos hagamos. 

Mientras en Washington, el vocero del Departamento de Estado declaró sobre lo de Perú, “rechazaremos categóricamente cualquier acto que socave su Constitución y su democracia”. Y viene a la mente la locución latina “qui aures audiendi, audiat”… “el que tenga oídos para oír, que oiga”… ¡eso no se toca!

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